Recientemente le envié un correo electrónico a Sarah, para preguntarle acerca de su relación con la iglesia y el cristianismo, aprovechando que ya habían pasado algunos años desde su mala experiencia en un campamento cristiano. Ella me escribió: «Con el tiempo dejé de ir a la igle­sia. No tenía sentido separarme de mi maravilloso grupo de ami­gos cada domingo para tratar de construir nuevas relaciones con gente que no conocía o con la que no estaba realmente conectada. Ya tenía una comunidad que me amaba, me apoyaba y me moti­vaba a superarme, ¿qué más necesitaba? Decidí que nunca más iba a tratar de hacer amigos sobre el fundamento de las creencias religiosas. Si por casualidad eran cristianos, muy bien, pero mi­rando al futuro, iba a invertir en esas relaciones que realmente crecieran y en las que el compartir juntos fuera un verdadero dis­frute. Hasta el momento, eso me ha funcionado mucho mejor. No creo que mi fe en Dios vaya a cambiar. Han existido experiencias profundas en mi vida en las que he sentido la presencia de Dios. Cada vez que comienzo a tener dudas, miro hacia mi experiencia con el Señor para recordar que él es real. Dios siempre será una parte de mi vida. Simplemente no creo que la iglesia lo sea».

AI hablar de la historia de Sarah, no quiero provocar una polémica… En cambio, deseo sugerir que la exclusividad, la aplicación legalista y sin una base relacional, deja un sabor amargo. Ser excluido es difícil de digerir para cualquier generación, pero es en especial difícil para la generación actual del «acceso total» y la baja autoridad direc­tiva, donde la lealtad es un valor fundamental y la división no se contempla como una opción. Los jóvenes cristianos actuales tienen una mayor exposición a una amplia gama de puntos de vista teológicos y religiosos que las genera­ciones anteriores. Mantienen más amistades con los no cristianos que cualquier otra generación anterior. Tienen más relación con personas de diferente orientación sexual que la que tuvieron sus padres.

Uno de los sentimientos que hemos descubierto en nuestra investigación fue que muchos jóvenes cristianos… se sienten obligados a elegir entre su fe y sus amigos. En otras palabras, a muchos jóvenes cristianos y antiguos cristianos les parece como si la iglesia los hiciera elegir entre la fidelidad a los amigos y la fidelidad a la fe. Los comentarios específicos que hemos descubierto en nuestra investigación incluyen la creencia generalizada de que las iglesias no están aceptando a los gays y las lesbianas. Otra percepción común es que los cristianos sienten miedo de las creencias de otros grupos religiosos.

Hay una razón por la cual el cristianismo es percibido como exclusivo. Una de las demandas centrales de nuestra fe es que la venida de Dios en Jesús fue incomparable, única e irrepetible. El mismo Jesús les dijo a sus discípulos: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí» (Juan 14:6).

Sin embargo, ¿qué hace que la próxima generación crea en la afirmación de que Cristo es el único camino al Padre? ¿Qué los hace creer en la necesidad de la salvación? ¿Y se traducen sus creencias en compartir su fe personal con los demás? Si nos fijamos en el panorama general, los jóvenes de dieciocho a veintinueve años de edad tienen más probabilidades que la generación anterior (de estadounidenses) de creer en el pluralismo religioso, el cual sostiene que hay muchos caminos diferentes hacia Dios. Más específicamente, son propensos a creer que la mayoría o todas las religiones enseñan en esencia las mismas verdades espirituales.

Hemos encontrado que los jóvenes… se centran en particular en la exclusión como un aspecto desagradable de la cristiandad. Vemos un ejemplo de esto en John Sullivan, un escritor de GQ que afirma que las «cosas del infierno» en realidad lo llevaron a replantearse su fe en Cristo. Sin embargo, los hallazgos entre otros adultos jóvenes fieles sugieren que son tan propensos a creer en la exclusividad de Cristo como lo fueron sus padres y abuelos. Por ejemplo, no hay diferencias entre los cristianos más jóvenes y los mayores cuando se trata de rechazar las siguientes creencias: que la gente pueda llevar una vida plena, sin aceptar a Jesús como su Salvador; que los cristianos y los musulmanes adoran al mismo Dios; que la Biblia, el Corán y el Libro del Mormón son diferentes expresiones de las mismas verdades espirituales; y que no importa qué fe religiosa uno practica, porque todas enseñan las mismas lecciones.

La gran mayoría de los cristianos jóvenes y comprometidos tienen una gran coherencia teológica con los puntos de vista de sus padres sobre estos temas. Sin embargo, aparte de los exiliados y otros creyentes comprometidos —es decir, la población más amplia de jóvenes cristianos y antiguos cristianos— nos encontramos con que la aceptación del pluralismo religioso es mucho mayor que entre las generaciones anteriores. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre los cristianos jóvenes y los creyentes más viejos? ¡Su contexto! La comunidad cristiana joven está haciendo teología en un entorno diferente al de sus padres. No todo el mundo dentro de la comunidad se conecta con las afirmaciones de la verdad de la fe histórica. Este hecho está causando que más jóvenes cristianos, en especial los exiliados, repiensen la teología y la práctica en al menos tres áreas: evangelismo, denominaciones y el «otro».

EVANGELISMO

Los jóvenes cristianos son menos propensos que los cristianos de hace una década a compartir su fe con otros. Ellos son reacios a tratar de convencer a un amigo para que se convierta en cristiano. Esta es una respuesta desafortunada a la brecha entre sus creencias y las de la cultura en general, la cual afirma que es ofensivo o insultante argumentar a favor de una religión específica o declaración de la verdad Si hay una cosa que la iglesia puede aprender es la siguiente, los jóvenes cristianos que están dispuestos a compartir su fe constante­mente explicaron que ellos no creen que el evangelismo pueda ser separado de la acción. Como ya hemos mencionado, esta genera­ción no quiere ser meramente oidora de la fe, sino también hace­dora. Este deseo explica el enfoque de la siguiente generación en la justicia social. Para bien o para mal, muchos jóvenes cristianos creen que la evangelización debe estar conectada a las acciones a favor de otros. Kate, una joven cristiana que entrevistamos, tenía este sentimiento cuando dijo: «No quiero asistir a una iglesia que todo el tiempo arremete contra el pecado y los pecadores. Deseo ser parte de una iglesia que también ayuda a las personas que se ven afectadas por los resultados del pecado. Esto parece ser lo que Jesús hizo».

Francamente, mi preocupación como investigador y obser­vador de esta generación es que los jóvenes se centran tanto en «hacer», que el mensaje y la motivación —la obra de Cristo en la cruz— se pueden perder. Me preocupa que sus preocupaciones por las «causas» se agote sin que la fuerza del verdadero evangelio los afecte. Y me pregunto lo que podríamos hacer los seguidores de Cristo más antiguos para representar tanto las palabras como los hechos de Jesús de forma que la próxima generación tenga un mo­delo saludable que seguir.

Extracto del libro Me Perdieron

Por David Kinnaman

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