Muchos de la próxima generación creen que los cristianos tienen una mentalidad estrecha y que siempre están listos para cerrarles la puerta a aquellos que no cumplen con sus estándares. Esto va muy en contra de los valores actuales. La tolerancia ha sido uno de los baluartes en la cul­tura de hoy. Ha sido un fundamento dentro de su educación. El ser inclusivo, la diversidad y la corrección política son los ideales que han formado a esta generación. Y estos valores son más que solo aspiraciones, son cosas que definen la amistad y las experiencias de muchos adultos jóvenes. Ya sea que nos guste o no este hecho, debemos lidiar con estas realidades generacionales y darles sentido si vamos a establecer buenas relaciones por el bien del evangelio… Los jóvenes modernos están creciendo junto a compañeros con mayor diversidad étnica, religio­sa y relacional que aquellos con los que sus padres crecieron.

Por otra parte, la igualdad de género, la libertad sexual y la sen­sibilización de la comunidad de gays y lesbianas resultaban nuevas para la conciencia cultural de la década de 1960. Ahora, el igua­litarismo, la hipersexualidad y la orientación sexual son parte del paisaje actual. La mayoría de los veinteañeros suponen que las vo­ces de las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero deben ser escuchadas en las conversaciones culturales sin ninguna conse­cuencia. Y eso es solo el principio. La nueva generación está globalmen­te más interconectada que las generaciones anteriores (tiene mayores niveles de acceso, ¿recuerdas?). Esto ha proporcionado una conciencia de la inmensa brecha entre el mundo de los ricos y los pobres. A pesar de que muchos de ellos crecen para consumir tanto como sus padres, son profundamente conscientes de las disparida­des económicas y sociales…

La afinidad de los jóvenes por la tole­rancia supone un reto importante para la iglesia en al menos cuatro aspectos relacionados:

1. ACUERDO VERSUS DESACUERDO

El fundador de Off the Map (Fuera del mapa), Jim Henderson, ha calificado a los jóvenes de dieciocho a veintiocho años como la edad «del gran acuerdo», porque los jóvenes prefieren encontrar puntos en común en lugar de enfatizar las diferencias que los puedan llevar al conflicto. Buscan maneras de unirse y no cuestiones sobre las que se pueden dividir. Sean cuales sean sus puntos de vista políticos, económicos, sociales, culturales o religiosos, no se pueden negar sus deseos de unidad y acciones colectivas, que continúan inspiran­do a las generaciones más jóvenes.

La historia de la iglesia, tanto la antigua como la más reciente, apunta a una disposición por parte de los cristianos de separarse de otros creyentes si las diferencias son muy profundas. Podríamos hablar todo el día (y probablemente nunca estar de acuerdo) sobre cómo resolver las diversas razones por las que las iglesias se han separado, incluso si estamos de acuerdo en que hay buenos motivos para separarse por cuestiones de teología cristiana y práctica. Sin embargo, la cuestión sigue siendo la misma, las nuevas generacio­nes no estarían dispuestas a tomar estas decisiones de dividirse. «¡No hay compromiso!», parece ser el nuevo lema de la iglesia occidental, pero esto no tiene sentido para las nuevas generaciones, para las cuales la negociación y la cooperación son hechos de la vida. A medida que la iglesia se mueve hacia un futuro descono­cido, podemos encontrar en estas nuevas generaciones una bendi­ción enorme debido a su compulsión a la unidad.

2. RESPONSABILIDAD DE LOS PARES VERSUS INDIVIDUALIDAD

Los adultos jóvenes también buscan a sus compañeros de la mis­ma edad para que sean su brújula moral y espiritual. Ellos tien­den a basar sus puntos de vista sobre la moral en lo que parece imparcial, leal y aceptable para sus amigos. Esto significa un gran desafío para otras generaciones. Uno de los desafíos que enfren­tan las empresas, por ejemplo, es el hecho de que muchos jóvenes no tienen reparos morales en cuanto a regalar bienes y servicios a sus amigos. Repito, esto no es completamente nuevo. Las genera­ciones anteriores les han hecho favores a los demás. Sin embargo, la lealtad institucional está fallando, mientras que la lealtad tribal o entre compañeros se ha intensificado.

En la iglesia occidental tendemos a enfatizar al individuo so­bre el grupo. Nos enfocamos en la responsabilidad personal por una norma fija, en lugar de en la negociación colectiva en un mundo ausente de la verdad absoluta. Esto es contrario a cómo los adultos jóvenes se relacionan con su mundo. Sí, es importante que en la iglesia ayudemos a buscar la verdad acerca de la moralidad personal, pero creo que la próxima generación nos recuerda nuestra responsabilidad colectiva por los demás y el mundo. Los cristianos son los cristianos en la comunidad, y la próxima ge­neración nos puede enseñar una cosa o dos acerca de lo que eso significa.

3. JUSTICIA VERSUS RECTITUD

Otra característica de la próxima generación es su énfasis en la equidad por encima de lo que es correcto. Los adolescentes y veinteañeros tienden a determinar la rectitud y la maldad por lo que parece justo, razonable y accesible. Pregúntales a los directivos ac­tuales (y antiguos) de la industria de la música. Una de las razones principales (junto con las herramientas digitales) que cambiaron la forma convencional del negocio de la música es el hecho de que los jóvenes llegaron a creer (de forma colectiva) que el sistema de distribución de música era injusto. De acuerdo con su forma de pensar, no es justo cobrar el precio de un álbum entero cuando un cliente quiere una sola canción. Por desgracia para los ejecuti­vos de la música, los clientes más jóvenes no estaban dispuestos a seguir con el modelo establecido. Una vez que la tecnología hizo posible las compras de canciones individuales, los amantes de la música comenzaron a compartir temas particulares, a pesar de que hacerlo era (y es) ilegal.

La piratería digital no es correcta, pero el intercambio de mú­sica parece justo. Muchos jóvenes están redefiniendo sus decisio­nes éticas por lo que parece justo, en lugar de por una norma de­rivada de lo correcto e incorrecto. ¿Cómo enfrenta la iglesia esta nueva cosmovisión, si predicamos que lo que define todo son las normas morales de Dios?

4. PARTICIPACIÓN VERSUS EXCLUSIÓN

Con todo este énfasis en la aceptación de los pares y el acuerdo mutuo, no debe sorprendernos que la mayoría de los jóvenes no quiera quedarse fuera del protagonismo. Ellos temen ser exclui­dos. Desean participar. Esta expectativa es impulsada en cierta medida por la interactividad (en lugar de la transmisión pasiva) de información, y por una inundación de programas televisivos (reality shows) que les prometen a todos sus quince minutos de fama (bueno, tal vez menos). Sin embargo, la motivación princi­pal para esa mentalidad participativa es la creencia fundamental de que toda persona tiene derecho a pertenecer. Nadie debe ser excluido por ninguna razón.

En la iglesia tenemos la tendencia a crear un prerrequisito para pertenecer: no eres «uno de nosotros» hasta que hayas firma­do nuestra declaración de fe. No obstante, los jóvenes modernos comienzan con la premisa básica de que todo el mundo pertenece y en medio de esa pertenencia empiezan a aclarar dudas para en­tender a la comunidad espiritual.

Extracto del libro Me Perdieron

Por David Kinnaman

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