Ninguno que trabaje en una comunidad religiosa quiere creer que un pariente podría victimizar sexualmente a cualquier joven. El espectro del incesto se hace más siniestro por las etapas de las complicaciones relacionales.

Según la investigación más ampliamente aceptada que conocemos, cerca de un 16% de las mujeres son sexualmente abusadas por un pariente antes de los 18 años (parte del 38% que reporta abuso sexual durante la niñez). Eso es casi una chica de cada seis. Una reseña literaria sugiere que cerca de un chico de cada doce es víctima de incesto, pero se cree ampliamente que el abuso de los chicos no es reportado, así que el número podría ser más alto. Así que, si los jóvenes confían en ti y te muestras disponible para escuchar malas noticias, existe una buena probabilidad de que eventualmente se te requiera para hablar con alguien en un caso de incesto.

Las apuestas son altas. Entre los adultos que fueron victimizados por sus madres, un estudio reportado por la New York City Alliance Against Sexual Abuse (Alianza Contra el Abuso Sexual de Nueva York) estima que 60% de las mujeres y 25% de los hombres tenía desórdenes alimenticios. 80% de las mujeres y todos los hombres reportaron problemas sexuales siendo adultos. Casi dos tercios de las mujeres dijo que los exámenes con doctores o dentistas eran aterradores.

Otros estudios referidos por la Alianza reportan una más alta incidencia de culpabilidad intensa y vergüenza, baja auto estima, depresión, abuso de sustancias, promiscuidad sexual, y trastorno de estrés postraumático —con síntomas de recuerdos, pesadillas, y amnesia— entre los sobrevivientes de incesto que entre aquellos asaltados por extraños.

Imagina la dificultad para hablar con cualquiera acerca de una relación sexual que estás teniendo con algún miembro de tu familia. La mayoría de situaciones de incesto involucran relaciones de padre e hija o padrastro e hijastra. Los incidentes entre madre e hijo o madrastra e hijastro son menos comunes. Sin embargo, cuando ocurren, son más dañinos y difíciles de tratar.

Debido a que es terriblemente difícil admitir que un padre, tío, hermano, u otro miembro de la familia te encuentra sexualmente atractivo y actúa con ese impulso, la mayoría de los jóvenes vive en lo que algunos llaman una «vergüenza silenciosa».

PLAN DE ACCIÓN: ESCUCHA

Los adolescentes se sienten más inclinados a hablar con un compañero que con un adulto o cualquier otro miembro de la familia acerca de una relación incestuosa. Si comunicas franqueza, sensibilidad, y compasión acerca del tema, existe una gran probabilidad de que te enteres acerca del incesto por medio de la intervención de un amigo que se preocupa.

Admitir el incesto es un acto de confianza (a veces desesperada). No dejes de agradecer a un joven que te confía su historia. Y promete ayudarlo a salir de eso y a moverse hacia la sanidad y la integridad. Las víctimas de incesto necesitan saber que su victimización puede y va a parar.

Mantente preparado para lidiar con la tristeza, ira, y abandono en las víctimas de incesto. No solamente fueron abusados por alguien que debía protegerlos y nutrirlos, sino que también existe una buena probabilidad de que el otro padre fallara en tomar acción por mucho tiempo (si alguna vez lo hizo).

Mantente preparado para lidiar con la negación o la resistencia absoluta de parte de los padres cuando ayudas a un joven a traer alegatos de incesto a la luz. Utiliza las definiciones de abuso sexual del capítulo treinta para calificar el cargo.

Anticipa culpabilidad, vergüenza y temor en la víctima. Muchos jóvenes fueron llevados a sentirse responsables por la relación incestuosa. Reafirma que la víctima no es la culpable. Sin importar cuál sea la situación, el violador adulto es responsable por lo que ocurrió. Punto.

Completa tu responsabilidad legal. Los pastores y los líderes juveniles son notorios en los círculos de intervención por querer manejar el incesto por su cuenta en un intento de proteger a las familias y, en ocasiones, al violador. En The Common Secret, Ruth y Henry Kempe escriben: «Cualquiera que sea el trasfondo de la situación, bajo las leyes de todos nuestros estados y la mayoría de los países en el extranjero, el abuso sexual de un niño o joven es siempre un acto criminal (generalmente un delito); una enfermedad psiquiátrica mayor en el violador es un hallazgo relativamente poco común en la vasta mayoría de casos de abuso sexual, aunque puede ser más común en la violación forzada por un criminal psicópata; y “la terapia” lidia solamente con una parte del problema».

Extracto del libro Cómo Ayudar a Jóvenes en Crisis.

Por Jim Hancock y Rich Van Pelt

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