La mayoría de los líderes juveniles asume que algo que se compartió en confidencia se mantendrá así. Romper la confidencialidad representa traicionar la confianza, un elemento fundamental en las relaciones humanas y un factor crítico en el ministerio pastoral. La mayoría de hombres y mujeres involucrados con jóvenes carecen de un entrenamiento formal en consejería y tienden a ver la confidencialidad desde una posición extrema, ya sea sobre estimando o subestimando su importancia en las relaciones de ayuda.

Los líderes juveniles que no pueden resistir la urgencia de compartir información confidencial, no tendrán que preocuparse de eso por mucho tiempo. Solo se requiere una brecha en la confianza para que se dé a conocer que no se puede confiar en ti. Por otra parte, no hagas promesas insensatas. Considera lo siguiente:

Karen, le cuenta a su líder Sue: —¿Recuerdas cuando hablábamos acerca de familias y cómo a veces los padres tienen problemas, y luego como resultado sus hijos tienen problemas también?

—Claro —responde Sue—, vi muchos de esos casos.

—Bueno… —se forma una lágrima y rueda por la mejilla de Karen. Sue no dice nada pero le ofrece a Karen una servilleta.

—Lo siento —susurra Karen.

—Esto es realmente duro para mí. Sue, si te cuento algo, ¿prometes no decirle a nadie?

La respuesta de Sue es rápida: —Por supuesto. Sabes que puedes confiar en mí. Lo prometo. Karen respira profundo.

—Bueno. Desde hace más o menos un año…

Karen llenará los siguientes 40 minutos describiendo una serie de encuentros incestuosos con su padrastro y el odio a sí misma que la llevan a tener frecuentemente pensamientos de suicidio.

Y Sue enfrentará un terrible dilema. A pesar de que Karen le asegura que el solo hecho de poder hablar es muy útil, Sue no cree que nada vaya a cambiar en casa. Es más, Sue desearía nunca haber prometido mantener el secreto de Karen, pero no puede violar su promesa. Como resultado, Sue se sentirá miserable sabiendo que Karen necesita más ayuda de la que ella le puede ofrecer.

Sue le pedirá a Karen que hable con el pastor de jóvenes, y ofrecerá acompañarla. Es una idea que Karen ni siquiera considerará. Le ocasionaría vergüenza a su madre, incluso podría ocasionar un divorcio. Karen está determinada a hacer lo que sea necesario para mantener la paz en el hogar. Pero ella no promete no hacerse daño a sí. Consejeros bien intencionados, como Sue, enfrentan este tipo de situaciones todo el tiempo. Con entrenamiento en intervención de crisis y un entendimiento balanceado de la confidencialidad, Sue sabría que es inútil, inseguro e innecesario hacer promesas ciegas.

Imagina la conversación de Sue con Karen tomando un enfoque diferente en el momento crítico:

—Lo siento —susurra Karen.

—Esto es realmente duro para mí. Sue, si te cuento algo, ¿prometes no decirle a nadie?

Sue respira profundo, sin perder el contacto visual con Karen.

—Creo que me conoces suficiente como para saber que me intereso por ti; ¿correcto? —dice ella.

Karen mira hacia otro lugar. Sue se inclina hacia ella: —Karen, ¿tienes alguna duda acerca de mi deseo de ayudarte con lo que sea, y hacerlo de manera de procurar siempre protegerte lo mejor que pueda?

—Supongo que no —dice Karen en tono bajo.

—Entonces, voy a pedirte que me compartas tu historia. Prometo que no hablaré de eso con nadie, excepto si creo que necesitamos más ayuda. Si ese fuera el caso, te diré lo que estoy haciendo y por qué creo que esa persona podrá ayudarnos. Solo debo asegurarme que estás a salvo. ¿Estás de acuerdo?

Hay un largo silencio mientras Karen lo considera. Finalmente, murmura: —Ya es lo suficientemente difícil tomar valor para decírtelo.

—Dime qué te hizo decidir contarme tu historia —dice Sue.

Y la conversación empieza a encaminarse gentilmente guiada por Sue para cumplir lo que Karen tanto necesita y quiere:

  • Quitarse la carga de encima.
  • Encontrar ayuda para liberarse del enredo de abuso con su padrastro.
  • Darle a su madre la ayuda que necesita para superar el trauma de la mala manera de actuar de su esposo.
  • Conseguirle a su padrastro la ayuda que necesita para empezar a cambiar las cosas.

No será fácil, sospecha Sue, y será más de lo que ella y Karen pueden manejar por sí mismas. Viendo hacia atrás, ambas entienden por qué Sue debe frustrar el deseo inicial de Karen de confidencialidad, con tal de que el proceso de sanidad empiece.

Rich Van Pelt: En ocasiones, algún joven me pregunta por qué no prometía no decir un secreto a nadie. Mi respuesta es simple y directa: «Porque puede que no sea para tu mejor beneficio, y hay ciertas situaciones en las cuales estaría rompiendo la ley al mantener esa promesa».

Digo: «Mira, no puedo mantener un secreto si realmente creo que estás en peligro. Eso no es justo para ti ni para mí. Si llegas a salir herido, y no hice nada para impedirlo, deberé vivir con eso».

Hasta el momento, eso es suficiente para «romper el hielo». Y me da la oportunidad de calcular cuán serio piensa el joven que es su problema. La mayoría me trata de asegurar que no harán algo estúpido. Cuando llega ese punto, digo: «Entonces, cuéntame la historia y te prometo que haré todo lo que está en mi poder para ayudarte, o te apoyaré para que consigamos a alguien que pueda ayudarte». Limitaremos el número de personas que saben sobre esto a solamente aquellas que puedan ayudar. Esperemos que sea solo yo. ¿Suena justo?».

Asegurar que entendemos cuán difícil es decir algunas cosas y la promesa de que no trataremos sus experiencias a la ligera es lo que la mayoría de adolescentes necesitará para soltarse en las aguas de la confianza.

Extracto del libro Cómo Ayudar a Jóvenes en Crisis.

Por Jim Hancock y Rich Van Pelt

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