¿Qué estás haciendo en tu ministerio juvenil que vaya a permanecer aun cuando tú ya no estés? Yo recuerdo la primera vez que se me ocurrió esa pregunta. No sé de dónde vino o si oí a alguien formularla. Tal vez estaba en un libro, o posiblemente la escuché en alguna capacitación. Pero me hizo enderezar en mi silla y recapacitar.

Observando al grupo de jóvenes que yo dirigía en mi iglesia empecé a medir, a evaluar, y a llevar cuentas de lo «duradero» de nuestros grandes esfuerzos. La agenda tenía todos los elementos: ministerio relacional en las secundarias, viajes misioneros, retiros, y por supuesto, actividades divertidas como viajes para esquiar o jugar a los bolos con pollos congelados. Pero en el análisis final, cualquier impacto duradero parecía medirse únicamente por meses, y no por décadas.

Lo que yo no sabía era que esa pregunta: ¿Qué estás haciendo en tu ministerio juvenil que vaya a permanecer aun cuando tú ya no estés?, sería la primera de una serie de convicciones que se agruparían para llevarme a una época de preparación que convergiría en el lugar en el que Dios estaba despertando los corazones de los jóvenes a mi alrededor… A medida que las Escrituras empezaban a enraizarse en más áreas de mi vida, yo empezaba a comprender mucho mejor las palabras que aquellos que habían escrito la Biblia habían usado para describirla. Perdurable. Eterna. Constante. Inmortal. Palabras que tenían un sentido de tiempo, que resultaban demasiadas como para enumerar, que le acreditaban a la Biblia los resultados que yo esperaba ver en mi ministerio juvenil.

Dios ha llenado las Escrituras de promesas para aquellos que lo buscan sinceramente; no por casualidad o por accidente, sino intencionalmente y con diligencia. Consideremos Hebreos 11:6: «En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan».

Dios quiere que absorbamos las Escrituras en nuestras vidas. De hecho, Dios usó la analogía del metabolismo en diferentes ocasiones, instruyendo tanto a Ezequiel como a Juan a que «comieran» su Palabra (Ezequiel 3:1-3; Apocalipsis 10:9-11). Si hacemos menos que eso no lograremos que los ingredientes activos de la Palabra permeen nuestros componentes espirituales.

Si la Palabra de Dios está diseñada para ser metabolizada, ¿por qué nuestros mejores intentos de enseñanza y discipulado terminan siendo nada más que una simple cobertura que al final se diluye?

La lección más grande que aprendí a partir de la pregunta: ¿Qué estás haciendo en tu ministerio juvenil que vaya a permanecer aún cuando tú ya no estés? fue que esa era la forma en la que Dios satisfacía el hambre que él mismo había puesto en los jóvenes a los que ministrábamos. Si yo hubiese estado distraído como Marta, y absorbido por las tantas actividades que trae y requiere el ministerio, hubiera perdido la oportunidad de unirme a lo que Dios quería hacer en ese ministerio. De hecho, en mis veinte y tantos años de hacer y observar el ministerio juvenil, he aprendido que Dios constantemente pone hambre y busca ayuda para desatar un frenético festín.

NOS HEMOS DESLIZADO HACIA UN ANALFABETISMO BÍBLICO

Muchos de los observadores del discipulado moderno han notado la declinación de los estudios bíblicos en los ministerios juveniles. Chap Clark, un muy reconocido autor y maestro en el ministerio juvenil, recientemente compartió conmigo esto: «Una de las bendiciones y maldiciones de tener tres décadas de estar en medio de los ministerios juveniles es que uno experimenta de primera mano aquello en lo que estamos avanzando y aquello en lo que estamos retrocediendo. Estoy convencido de que la única área de suma importancia en la que estamos perdiendo terreno con los jóvenes es en nuestro compromiso y habilidad para cimentarlos en la Palabra de Dios».

La iglesia de hoy, incluyendo tanto a la generación de los adultos como a la de los jóvenes, está en una era de analfabetismo excesivo. Y esto trae consecuencias. Se ha estimado que entre el 64% y 94% de los jóvenes adolescentes abandonan la fe después de dejar nuestro ministerio juvenil. De hecho, el concilio de Family Life de la Iglesia Bautista, ha informado que el 88% de los jóvenes criados en hogares evangélicos deja de asistir a la iglesia a la edad de 18 años. Algunos regresan. Muchos no lo hacen. Y otros regresan con cicatrices que llevarán toda la vida.

El Grupo Barna ha estado rastreando algunos datos activamente por veinte y tantos años. En 2006 informó que, de todos los jóvenes adultos, el 61% asistió a la iglesia durante sus años de adolescencia, pero que ahora está desconectado espiritualmente. Únicamente un 20% ha mantenido un nivel espiritual activo y consistente como en sus años de adolescencia.

¿Quién de nosotros no ha experimentado de primera mano el factor abandono de una forma u otra? Y lo que más duele es que la mayoría de las decisiones que se toman en cuanto a abandonar la fe, por lo general, se basan en alguna mala información. Los jóvenes observan que el mundo de los creyentes adultos que los rodea opera de formas que son menos que verdaderas según la Palabra.

Han presenciado reuniones contenciosas en la iglesia, dirigidas por los mismos líderes que les han dicho en la Escuela Dominical que sean «siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor» (Efesios 4:2). Han memorizado que «si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada» (Santiago 1:26), y sin embargo escuchan a los adultos maldecirse unos a otros. O tal vez solo quieren otro día para dormir, pensando que la incredulidad tiene sus privilegios.

El punto es que la mayoría de las decisiones de abandonar la fe cristiana no tienen que ver con Dios, con Jesús o con lo que las Escrituras dicen sobre ambos, sino en la proyección tan pobre del cristianismo que alcanzan a ver. ¿Qué pasaría si pudiéramos implantar en los jóvenes un cuadro bíblico de Dios que resultara duradero? ¿Y si pudiéramos ayudarlos a tener un encuentro de primera mano con él, de tal forma que se les abriera el apetito?

Yo creo que la carrera hacia la puerta de salida disminuiría drásticamente. Es difícil alejarse de cosas como la misericordia, la gracia y la redención, especialmente cuando se las imbuye de una nueva vitalidad y no van acompañadas por viejos clichés, de una forma en que únicamente la Palabra de Dios puede hacer.

Extracto del libro Cómo Enseñar la Biblia Con Creatividad

Por Barry Shafer

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí