Jim Hancock: Había un ritual en mi secundaria, hace 35 años, que me enojaba; había estado allí desde que todos tienen memoria. El último día de la práctica de fútbol americano (el día antes del último partido de la temporada), una vez que los entrenadores abandonaron el campo, los mayores del equipo se alineaban entre los parales y hacían que los menores pasaran entre ellos. Era la última oportunidad para los mayores de demostrar su «aprecio» por sus compañeros de equipo. Al ser un estudiante en mi segundo año, vi cómo los chicos mayores daban una paliza a los menores. Recuerdo a Charlie Pope sobre mí, golpeando mi casco antes de levantarme. En mi tercer año, me libré con mayor facilidad porque era un titular. Tuvimos una temporada frustrante, pero aparentemente ninguno de los mayores estaba demasiado frustrado conmigo. Al año siguiente, Ted Strauss y yo éramos capitanes del equipo. Era el último día de práctica, pero ese año nuestro último partido sería por el campeonato estatal. En veinticuatro horas estaríamos en los vestidores de los Seminoles de Florida, preparándonos para salir ante un lleno total y ganar o perder el título. Antes de esta última práctica, hubo una breve discusión entre los mayores acerca del valor de la tradición. Al moverse la manera de tradición hacia el trabajo en equipo, un par de chicos expresaron su frustración de no poder tener la oportunidad de hacerle a alguien más lo que les habían hecho en los años anteriores. Últimamente, nadie quería venganza más que un campeonato estatal. Cuando los entrenadores nos dejaron solos en el campo aquel día, llamamos al equipo y los reunimos, gritamos, saltamos y concentramos toda la adrenalina que teníamos. El ritual terminó con un poderoso grito, y todos corrimos por los parales juntos. Hasta donde sé, la tradición de la golpiza murió ese día. Al día siguiente, ganamos el campeonato estatal.

Sé que los deportes organizados no son inherentemente defectuosos, pero creo que tengo amplia evidencia de que las personaslo son. La ira que muchos sentíamos en aquellos días no se fue simplemente porque escogimos no golpear a nuestros compañeros de equipo más jóvenes. Se fue a otro lugar. Me alegro que no generáramos más ira en los chicos menores al victimizarlos, cosa que hacemos a menudo en nuestra cultura. Repetimos las cosas que nos fueron hechas —las cosas que nos hicieron enojar y enloquecer— y nuestras víctimas hacen esas cosas también. Casi nunca termina hasta que alguien nada contra la corriente lo suficiente para preguntar: «¿Esto nos ayudará a ganar el campeonato estatal? Porque si no nos sirve, no creo que debamos hacerlo».

LOS HECHOS

Al tener lo anterior en claro, aquí hay algunas cosas que sabemos acerca de la iniciación de los novatos: 91% de los estudiantes de secundaria se unen al menos a un grupo. 98% de ellos tiene experiencias positivas en las actividades de su grupo, y la mitad solo experiencias positivas.

48% se involucra en las actividades de iniciación que son consideradas dar novatadas-humillación, abuso de sustancias, y actividades peligrosas (aunque solamente el 14% utiliza la palabra dar novatadas para describir lo que les sucede).

43% persevera en actividades que van desde lo suave hasta lo profundamente humillante.

30% lleva a cabo actos que creen ser ilegales como parte de una iniciación.

71% de aquellos victimizados sufren consecuencias negativas como resultado: peleas, heridas, conflicto con los padres, lastimar a otras personas, alimentación, sueño, concentración interrumpida, confusión, vergüenza, sentimiento de culpabilidad, problemas con la policía, amistades rotas, pensamientos suicidas.

Los actos de iniciación peligrosos son comunes entre los estudiantes de secundaria (22%), así como entre los atletas universitarios (21%).

El abuso de sustancias parte del 23% en la secundaria, incrementándose a 51% entre los universitarios.

40% de los estudiantes dicen no que reportarían los actos de iniciación; 36% de ellos principalmente porque «no hay a quién decírselo», 27% porque «los adultos no lo manejarían bien».

Los estudiantes que conocen a un adulto que fue víctima de los actos de iniciación tienen mayor tendencia a ser víctimas que los estudiantes que no conocen a un adulto con esas experiencias.

La mayoría no es capaz de distinguir los grados de seriedad en los actos de iniciación (cuando a aquellos que especificaron «otros» se les pidió que listaran otras actividades humillantes o peligrosas que les fueran requeridas a hacer durante los actos de iniciación, esos actos incluyeron robar, encerrar o ser encerrados en los casilleros de la escuela, autoinducirse dolor, golpear a otros, tener múltiples parejas sexuales, y practicar sexo oral a sus mentores (se le prohibió a los investigadores hacer preguntas directas acerca de la conducta sexual en el estudio).

Extracto del libro Cómo Ayudar a Jóvenes en Crisis.

Por Jim Hancock y Rich Van Pelt

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