“Cuando lo mandaron a buscar, él y toda la asamblea de Israel fueron a ver a Roboam y le dijeron: -Su padre nos impuso un yugo pesado. Alívienos usted ahora el duro trabajo y el pesado yugo que él nos echó encima; así serviremos a Su Majestad”. (1º Reyes 12:3-4).

Hay gente que tiene una “capacidad” natural para meterse en problemas y complicarse la vida. Tienen todo a favor y ‘deciden de manera errada.

¿Cómo hacen? No los podemos culpar, Adán fue el primero que actuó así, y tú podrías haber actuado de la misma forma.

Los momentos en la vida en que suceden estos increíbles acontecimientos son varios; y comúnmente nos damos cuenta del disparate que hicimos cuando es demasiado tarde.

Todo el pueblo fue a proclamarlo rey. Roboam no tuvo que enfrentar ningún tipo de intento de usurpación del trono. Su coronación fue mucho más sencilla, fácil y tranquila que la de su padre (Salomón), y más calma y apacible que la de su abuelo (David).

El planteo que los israelitas le hacen es tan básico que él mismo lo comparte; de otra manera, les hubiera respondido en el mismo momento que no. Roboam su da tiempo (tres días) para consultar, aconsejarse, meditar la respuesta que dirá. En forma -diría- natural, va a buscar la sabiduría de los más viejos; los ancianos que habían acompañado a su padre en el reinado, ahora le daban la repuesta correcta y obvia: “Sé amable y condescendiente con ellos, y ellos te servirán para siempre” (1º R.12:7). Y sin embargo… ¡hizo caso a los amigos fin bu juventud, que le aconsejaron lo contrario!

¿Cómo es posible que alguien que fue educado en los caminos de Dios, acompañado por padres y profesores cristianos, alguien que creció en medio da actividades de la iglesia y que repitió más de setecientos versículos bíblicos de memoria se equivoque en cuestiones tan básicas como no fumar, no drogarse, no beber? ¿Cómo puede ser que, teniendo todo a favor, actuemos de manera tan necia? ¿Cómo conseguimos estropear el paraíso? La respuesta la podemos encontrar en la vida del rey Roboam: elegimos escuchar el consejo errado. Usamos nuestro libre albedrío para apartarnos del aviso y la advertencia que el Cielo nos envía.

No deseches el consejo que Dios quiere darte hoy.

Extracto del libro 365 Vidas

Por Milton Bentancor

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