Los adolescentes no sólo tienden a ponerse a la defensiva, sino también tienden a encubrirse a sí mismos. Los adolescentes no tienden a vivir abiertamente. Usualmente no están andando por la casa muriéndose de ganas de hablar con papá y mamá. A menudo son expertos en evitar dar respuestas. No es inusual que ellos pasen una cantidad de tiempo extrema en sus cuartos. Tristemente, me temo que muchos padres aceptan el foso que los adolescentes construyen a su alrededor. Se ajustan a la falta de tiempo y relación con sus adolescentes quienes, tan solo unos cuantos años atrás, deseaban estar con ellos a dondequiera que iban. Ellos renuncian a la conversación cuando los adolescentes renuncian a la conversación. No se puede encontrar a papá y a mamá por ningún lado, precisamente en el punto cuando las cosas importantes están pasando, para el cuál el adolescente no fue hecho para enfrentarlo a solas.

Busca a tu adolescente. Exprésale tu amor diariamente. No hagas preguntas que puedan ser contestadas con un sí o un no. Haz preguntas que requieran una descripción, explicación y autorevelación. No te relaciones con ellos únicamente en los momentos de corrección. No sólo los atrapes cuando están haciendo algo malo; atrápalos cuando estén haciendo algo bueno y anímalos. Oral diariamente con ellos aunque esto los incomode. Siempre búscalos en la casa y dales un caluroso «buenas noches» antes de que vayan a la cama. Debido a que éste ha sido nuestro hábito por años, nuestros adolescentes se esmeran en darnos las buenas noches. Entra al mundo de tu adolescente y permanece en él. No permitas que te vean como afuera de su mundo funcional. Los adolescentes rechazarán las granadas de sabiduría y corrección tiradas desde lejos por alguien que no ha estado adentro por bastante tiempo.

Cuando haces preguntas acerca de sus decisiones y acciones, los adolescentes tienden a responder echando la culpa a otro. Te dirán que no escucharon tus instrucciones o que no les diste suficiente tiempo. Tal vez culpen a su hermano. Se consciente que estás respuestas pueden llegar a ser muy frustrantes. Ten presente el hecho de que necesitarás el dominio propio que sólo el Espíritu Santo puede dar.

Una de las maneras en las que los adolescentes transfieren el peso de la culpa es acusándonos de ser demasiado duros con ellos y extremadamente laxos con sus hermanos. Nos acusan de dureza e inconsistencia. En estos momentos es importante mantener tu enfoque en el asunto que se esté discutiendo y no desviarte para elaborar justificaciones de tu manera de educar. De nuevo, intento responder a estos momentos con humildad y paciencia. Les digo, «Estoy seguro que hay momentos en los que dejo pasar cosas que debería atender. Pero creo que sabes que les amo a cada uno de ustedes y que estoy buscando ser lo que Dios quiere que sea en sus vidas. Con mucho gusto hablaremos de mí en otro momento. Me encantaría saber como me ves desde tu perspectiva, pero ahora necesitamos hablar acerca de ti».

Los adolescentes no tienden a ser buenos oyentes. Mantén la conversación interesante y concreta. No comiences a dar descripciones amplias de todas las maneras en las que «tus tiempos» eran diferentes. La manera de lidiar con el corto período de atención de tu adolescente es convertir estos momentos de sabiduría y corrección en interacciones en vez de sermones. Algunos cargamos con nosotros atriles invisibles que armamos en un instantes. Déjalos en el guardarropa. En vez de eso, haz preguntas estimulantes que causen que el adolescente examine sus acciones, sus suposiciones, sus deseos y decisiones. Ayúdales a alumbrar la luz de la Palabra sobre ellos. Sorpréndelos con la verdad. Permite que la sabiduría brille ante sus ojos. No caigas en soliloquios y diatribas. Involucra a tu adolescente en una conversación estimulante que no centellea tu autoridad o el derecho que tienes de decirle qué hacer. En vez de eso, háblale de tal manera que se exalte la verdad y su belleza sea señalada.

No te dejes absorber. No te dejes atrapar. No te involucres en una guerra interpersonal. Con fidelidad di palabras dulces de sabiduría y palabras amorosas de corrección. Afiánzate a lo que es valioso para tu adolescente y confía que Dios producirá en su corazón un amor por la verdad.

Extracto del libro «Edad de Oportunidad».

Por Paul David Tripp.

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