Falta de impacto de la palabra de Dios en las vidas

Entre nuestros jóvenes se dan dos lamentables realidades. En primer lugar, un desconocimiento de las Escrituras. Y en segundo, un escaso interés por conocerlas y aplicarlas a la vida cotidiana. Los evangélicos fueron conocidos en el pasado como el pueblo de la Biblia. Eso ha dejado de ser una realidad para las nuevas generaciones. Los jóvenes leen poco la palabra de Dios y, como consecuencia, no la conocen. Por lo tanto, desconocen también al Dios revelado en las Escrituras.

No es para nada infrecuente ver a un joven volverse loco en una de nuestras reuniones al intentar encontrar la tercera carta de Timoteo, o buscando a Filemón entre los profetas menores. Uno podría afirmar que Josafat fue uno de los doce apóstoles sin que el auditorio se inmutará en lo absoluto. Del mismo modo, podríamos incluir a Epafrodito entre los patriarcas bíblicos sin que la mayoría de los jóvenes de muchas de las congregaciones notaran para nada la confusión de épocas.

Más allá de lo anecdótico que esto pueda parecer, revela una situación preocupante. Un editor amigo nuestro mencionó que su editorial había suspendido la publicación de una serie de guías para el estudio de los diferentes libros del Nuevo Testamento ante la falta de mercado. Con tristeza nos comentaba que la gente no lee la Biblia y, por tanto, esos libros carecen de compradores. Es cierto que la juventud en general no lee. Y resulta aún más cierto que no lee la palabra de Dios. Eso se ha vuelto un problema grave al que debemos dedicar la necesaria atención.

Todos somos conscientes de las implicaciones que la falta de lectura bíblica tiene en la vida de nuestros jóvenes. Los muchachos y muchachas de nuestras iglesias carecen de una visión cristiana de la vida. Su cosmovisión responde más a los valores, prioridades y formas de entender la vida de la sociedad en la que se mueven. ¡Es lógico! Al fin y al cabo, es ella la que alimenta sus cerebros.

Otra de las consecuencias de la falta de conocimiento de la Biblia es el desconocimiento del Dios de las Escrituras. Los jóvenes no conocen a Dios porque desconocen su Palabra. Como resultado, sus ideas acerca de Dios en muchos casos son peregrinas, cuando no grotescas. Del mismo modo, sus expectativas sobre la manera en que Dios debería obrar o actuar en sus vidas, en su entorno y en el mundo, también lo son.

En segundo lugar, como ya mencionamos, la Biblia en muchas ocasiones no se predica ni se presenta de una manera pertinente para la vida y las necesidades del joven. Demasiadas predicaciones y estudios bíblicos se enfocan totalmente desarraigados de la realidad vital de los jóvenes. Muchos sermones son auténticos alardes de oratoria, exposiciones eruditas de teología, que poco o nada dicen al joven. Nuestra predicación y forma de enseñar la Biblia produce, como consecuencia, que muchos jóvenes consideren la palabra del Señor como algo antiguo, obsoleto, alejado de su realidad. Algo que nada puede aportarles, que en nada les va a resultar útil. Nuestra predicación y forma de exponer la Biblia, lejos de atraer al joven con sed y ansias de conocimiento de la Palabra y del Dios de la Palabra, lo aleja de ella, confirmando que no resulta pertinente para una vida tan compleja como la del tercer milenio. La falta de creatividad y relevancia caracteriza, lamentablemente, a muchos de nuestros púlpitos. Cuidado con el peligro de espiritualizar y culpar a los oyentes, cuando es nuestra la incapacidad de hacer que la maravillosa palabra del Señor resulte oportuna y adecuada para nuestros jóvenes.

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