Los constructores insensatos

El diccionario define al insensato como «necio» y al necio como «ignorante, imprudente o falto de razón; terco y porfiado», y agrega que «se aplica a las cosas hechas con ignorancia, imprudencia o presunción». Por eso, decimos que hay dos tipos de insensatos: el insensato por ingenuidad (o, lo que al final es lo mismo, insensato por desconocimiento) y el insensato por propia decisión.

Los insensatos por ingenuidad.

Son aquellos constructores que podrían ver en una de esas hondonadas arenosas un lugar ideal, bien defendido de los vientos y del sol. Probablemente piensen que ese es el lugar más apropiado para la edificación de una casa. No investigan; no preguntan a otros que conocen la zona. No se cuestionan demasiado. No se preguntan qué pasará en el futuro si construyen en esas condiciones. Simplemente, no ven más allá.

Es muy difícil construir una verdadera pastoral juvenil sin la capacidad, o la disciplina, de ver en profundidad. La firmeza de la construcción depende de ser capaces de realizar una lectura analítica, de la capacidad de mirar hacia delante, de imaginar el futuro y proyectarse hacia él.

En el trabajo con los jóvenes y adolescentes se improvisa mucho. Se considera, de una manera superficial y poco analítica, que los jóvenes de hoy viven la misma problemática y tienen las mismas necesidades y las mismas inquietudes que diez años atrás. Permítannos decir que el cambio es tan dinámico que si pensamos del modo en que pensábamos tres años atrás ya estamos desactualizados, caducos. Si alguien se gradúa como médico y en cuatro años no se actualiza, queda desfasado. Eso también es cierto en el trabajo con la juventud.

Muchos errores se cometen debido al desconocimiento. Pero ni en una corte legal, ni ante Dios, el desconocimiento constituye una defensa válida. Todos desconocemos muchas cosas; allí no radica el problema. El desconocimiento se convierte en necedad cuando alguien no se esfuerza por obtener los conocimientos que le son necesarios.

Extracto del libro “Raíces” .

Por Félix Ortiz.

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