Dicho de forma muy simple, evaluar es valorar cómo van las cosas. Para poder evaluar precisamos un propósito último. Es imposible evaluar aquello de lo que se carece. Si nuestro grupo de jóvenes cuenta con un propósito definido, podemos comparar el trabajo y valorarlo a su luz. La evaluación nos permitirá a los líderes obtener una información muy valiosa para realizar la tarea.

1) Seremos conscientes de las cosas que estamos haciendo bien.

La evaluación nos permitirá saber en qué medida hemos avanzado hacia el propósito que deseamos lograr y qué cosas que hemos hecho bien han contribuido a ese avance.

2) Seremos conscientes de las cosas que estamos haciendo mal.

Del mismo modo, la evaluación nos informará acerca de las cosas que no han contribuido o incluso han impedido el cumplimiento de nuestro propósito.

3) Seremos conscientes de todo lo que nos falta para lograr el propósito.

La evaluación nos permitirá comprobar en qué medida hemos alcanzado el propósito que perseguimos. Por lo tanto, también nos proveerá la información de cuánto nos resta por alcanzar. La evaluación del trabajo, realizada a la luz del propósito último, puede ser un gran factor de motivación. Nos dará un sentido de logro, de progreso, de obtención de resultados. Por otro lado, también puede convertirse en una llamada de atención sobre la validez de nuestro trabajo con los jóvenes. La falta de progreso o logros puede llevarnos a realizar un diagnóstico que nos permita comprobar cuáles son las razones por las que no alcanzamos el propósito último, al menos no en la proporción que esperábamos.

4) Seremos conscientes de las cosas que debemos enfatizar.

A la luz de la evaluación, descubriremos cuáles son las cosas que debemos seguir haciendo porque son las que producen resultados y ayudan a alcanzar el fin último.

5) Seremos conscientes de las cosas que debemos dejar de hacer.

La relación con lo mencionado en el punto tercero resulta clara y evidente.

En resumen, es tremendamente importante que tengamos un propósito último en nuestro trabajo con los jóvenes. Al tenerlo, podremos dar dirección a nuestros ministerios, escoger los medios más adecuados para la obtención de los fines y, finalmente, estar en condiciones de llevar a cabo una evaluación de nuestro trabajo educativo.

La Biblia nos muestra que Dios el Padre y Jesús tenían un propósito último

Tener un propósito último en el trabajo de la pastoral juvenil no es un concepto que se haya importado del mundo de los negocios o de la empresa. Antes por el contrario, podemos afirmar que muchos principios usados en el ámbito de la empresa tienen su origen en la palabra de Dios. En las Escrituras podemos ver que tanto Dios Padre como Jesús tenían muy claro cuál era el propósito de sus relaciones con la humanidad.

Crear un pueblo para testimonio a las naciones

Miren, yo les he enseñado los preceptos y las normas que me ordenó el Señor mi Dios, para que ustedes los pongan en práctica en la tierra de la que ahora van a tomar posesión. Obedézcanlos y pónganlos en práctica; así demostrarán su sabiduría e inteligencia ante las naciones. Ellas oirán todos estos preceptos, y dirán: «En verdad, éste es un pueblo sabio e inteligente; ¡ésta es una gran nación!» ¿Qué otra nación hay tan grande como la nuestra? ¿Qué nación tiene dioses tan cerca de ella como lo está de nosotros el Señor nuestro Dios cada vez que lo invocamos? (Deuteronomio 4:5-7).

Desde el principio de los tiempos Dios ha ido cumpliendo su propósito paso a paso. Primero escogió a un hombre, Abraham, a fin de hacer de él una gran nación. Esa nación serviría, por medio de su relación especial con el Señor, de luz y testimonio al resto de las naciones y, con el paso del tiempo, de aquel pueblo nacería el Mesías para traer salvación a toda la humanidad.

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