Cuál es el propósito y quién lo determina

Llegados a este punto, hagamos una pequeña recapitulación. Hemos hablado acerca de la importancia de tener un propósito último para la pastoral juvenil, algo tan obvio y, sin embargo, tan ausente en muchos grupos. Hemos resaltado la crucial necesidad de trabajar siempre con el fin último presente en nuestro ministerio. Ninguno de nosotros puede permitirse el lujo de llevar a cabo un ministerio dirigido a la juventud sin tener muy claro el propósito último que desea alcanzar, porque tener un propósito último nos da un sentido de dirección, nos permite seleccionar los medios más adecuados (ya que el fin siempre determina los medios), y finalmente nos permite llevar a cabo una evaluación de nuestro trabajo pastoral con los jóvenes.

Ahora se nos plantea una nueva pregunta, ¿Quién determina cuál ha de ser el propósito último del trabajo con los jóvenes? Algunos piensan que tal vez sea responsabilidad del pastor, de los diáconos, del presbiterio de la iglesia o de la comunidad en su conjunto. Otros pueden considerar que lo normal sería que el propósito último lo decidieran aquellos que están comprometidos con los jóvenes de una manera más cercana, es decir, los líderes de jóvenes.

Lamentamos decir que ninguno de los arriba mencionados ha sido comisionado para proporcionar la razón de ser última de la pastoral juvenil. No es necesario, porque la Palabra de Dios nos indica de una manera muy clara y meridiana cuál ha de ser ese propósito. Son muchos los pasajes que podemos utilizar para guiarnos en ese sentido. Sin embargo vamos a centrarnos en unos pocos que aparecen escritos a continuación:

A este Cristo proclamamos, aconsejando y enseñando con toda sabiduría a todos los seres humanos, para presentarlos a todos perfectos en él. Con este fin trabajo y lucho fortalecido por el poder de Cristo que obra en mí (Colosenses 1:28-29).

Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo (Efesios 4:11-13).

Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes. (Gálatas 4:19)

¿Has notado que todos estos versículos comparten un énfasis común? Colosenses especifica el fin de presentar a todos perfectos en él. Efesios menciona el llegar a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. Gálatas 4, que dicho sea de paso es uno de nuestros pasajes favoritos, nos enseña que Cristo debe ser formado en nosotros.

Notemos que hay dos ideas que se enfatizan y se entremezclan. Una es que seamos perfectos o maduros, y la otra, que lleguemos a ser como Cristo. Podemos afirmar con tranquilidad, con seguridad, sin el riesgo de estar torciendo el sentido de las Escrituras, que el propósito último del trabajo con los jóvenes consiste en que ellos se vuelvan personas maduras en Cristo Jesús. Dicho de otra manera más llana, más fácil de entender por parte de los jóvenes, que piensen y vivan como Jesús.

Algunos podrían entender este concepto como algo limitado, como algo que por ser «espiritual» no abarca todos los aspectos de la vida del joven. Pero no es así. La verdadera madurez espiritual afecta cada aspecto de toda la vida de la persona. Si alguien piensa y vive como Jesús, eso se aprecia en sus relaciones interpersonales, en su forma de trabajar, en su ética, en sus prioridades, en su uso del tiempo y del dinero, y en muchas otras cosas.

Para Líderes, Liderazgo, Líder, Evangelismo, Discipulado, Félix Ortiz

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

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