No existe un proceso estándar o mecánico para adquirir madurez espiritual. No todas las personas crecen al mismo ritmo, sin embargo, con el paso del tiempo debería verse crecimiento de algún tipo. No te olvides de que la mejor representación del crecimiento espiritual no es una línea recta en continua progresión ascendente, sino una espiral que, aun a pesar de las subidas y bajadas, avanza.

La mejor forma de ver el crecimiento de los jóvenes con los que trabajas es a través del acompañamiento espiritual. Cuando conoces personalmente a un joven, te interiorizas de lo que vivió, de su entorno, y pasas tiempo con él, puedes identificar con mayor perspicacia las áreas de inmadurez para poder abordarlas con mayor sensibilidad. Tal vez el joven esté luchando contra el desánimo y la frustración porque sigue enfrentando las mismas tentaciones y debilidades que parecía haber superado, y precisa que lo animes. Tal vez necesite que lo amonestes, como hizo Pablo con los creyentes inmaduros de la iglesia de Corinto. Sea cual fuere el caso, sé cuidadoso. Recuerda que administrar la «medicina» incorrecta puede tener serias consecuencias en la vida de los jóvenes a los que estás pastoreando.

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

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