Mente de estratega

Piensa por un momento en estas frases:

El concepto de estrategia proviene de la palabra griega strategos que hacía referencia al jefe del ejército. Para los militares, la estrategia es la ciencia y el arte de emplear las fuerzas armadas de una nación para conseguir los fines que sus líderes determinan. Pero en nuestro caso podríamos decir que la estrategia es la ciencia de la acción al servicio de nuestra misión y visión. Para nosotros, la estrategia tendría que ver con la forma o el camino que seguimos para lograr los objetivos, adaptándonos al contexto.

Ahora bien, hay dos cosas que no podemos dejar de tener en cuenta. Primero, para ser un estratega se necesita conocer el campo de batalla. Solo aquel general que tiene un conocimiento profundo de lo que sucede en el campo de batalla, que está familiarizado con ello, tiene la posibilidad de desarrollar una estrategia eficaz. La estrategia brota del fango, no del ambiente antiséptico de una torre de marfil. Todos los grandes estrategas conocieron primero la lucha. Establecer estrategias es pensar en función de aquellos que deben lograr sus propósitos entre la sangre y el fuego. Segundo, la estrategia siempre tiene que ver con el aprendizaje. Dijo Platón: Sólo los muertos han visto el final de la guerra. Hoy se sabe con certeza que las personas que no están abiertas al aprendizaje, y lo que es más aún, que no están dispuestas al aprendizaje permanente, no tienen posibilidades de sobrevivir en un mundo en el que la constante es el cambio.

Un líder con mente de estratega usa el ciclo de crecimiento como un viaje que comienza hoy y se proyecta hacia el futuro. Contar con planes y una estrategia nos permite llegar a donde queremos ir partiendo desde donde estamos.

Jesús tenía una mente estratégica. Vemos un ejemplo de ello en la elección de los apóstoles. En Mateo 9:9 leemos que Jesús pasó junto a la mesa de un recaudador de impuestos llamado Mateo: «Sígueme», le dijo. Mateo se levantó y lo siguió. Así fue como un publicano, un cobrador de impuestos, un segregado de la sociedad, tomó de pronto una decisión que cambió el curso de su vida. Pasó de ser Mateo, el publicano, a convertirse en un apóstol de Jesucristo.

Escoger a un publicano, a un cobrador de impuestos, como persona clave dentro la naciente iglesia no parece una decisión demasiado inteligente ni demasiado sabia humanamente hablando. Sólo Jesús podía hacerlo. La gente consideraba que los publicanos estaban en el mismo nivel que las prostitutas. Porque eran pícaros, avaros, no aptos para la sinagoga. Jesús no desconocía ese hecho, pero sus cualidades no le importaron. Él veía las posibilidades. Mateo era agudo, persistente y hábil. Se trataba de un hombre que se fjaba metas y se esforzaba por lograrlas. Su vida de publicano lo inquietaba. Iba en pos del dinero, era un descarriado, un desastre.

Desde un enfoque humano, la elección de Mateo parecía corresponder a una mala decisión; desde el punto de vista de Dios, la elección era magnifica. Prueba de ello es el evangelio según Mateo. Cuando Jesús miró a ese hombre, en primer lugar vio a una persona. En segundo lugar, vio a alguien que se sumaría a la diversidad del equipo que quería formar. En tercer lugar, lo vio como una pieza importante dentro del grupo, que lo ayudaría a cumplir su misión. En cuarto lugar, vio en él a alguien capaz de llevar adelante la misión cuando él ya no estuviese. En quinto lugar, vio al escritor de uno de los evangelios. Seguramente Jesús veía mucho más que nosotros.

Hoy miramos hacia atrás y percibimos que a través de esa elección Jesús muestra que el líder debe tener en cuenta la diversidad al formar su equipo. Todo tipo de diversidad, que incluye temperamentos, talentos, experiencia, y otras cosas. Parte de la estrategia de Jesús consistió en elegir doce hombres que cambiaron el curso de la historia: uno por su traición y once por su dedicación. Los discípulos de Jesús llegaron a ser el equipo más fuerte y de mayor influencia que el mundo jamás haya conocido. Lograron más que cualquier otro equipo a través de la historia. Solo la mente de un estratega se anima a escoger hombres tan diversos para formar un mismo equipo. Únicamente un líder extraordinario podía lograr que diera resultado.

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

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