EL RETO DEL ACCESO

El primero y tal vez el cambio más obvio se relaciona con el sur­gimiento de herramientas digitales y tecnológicas: los métodos y medios por los cuales los adultos jóvenes se conectan y obtienen información sobre el mundo.

Equipos como las computadoras personales, las tabletas, los dispositivos móviles y los teléfonos inteligentes, al igual que tec­nologías como las páginas web, las aplicaciones y el software, les están brindando a la siguiente generación (y al resto de nosotros) prácticamente un acceso ilimitado a otras personas y sus ideas, así como a los puntos de vista del mundo, con el clic instantáneo del ratón de la computadora o un movimiento del dedo. El acrecentado nivel de acceso que brindan estas herramientas está cambiando la manera en que los adultos jóvenes piensan y se relacionan con el mundo. Para bien y para mal, ellos están sintiendo, percibiendo e interpretando el mundo —y su fe y su espiritualidad— por medio de pantallas. Aparte de otras cosas, tal acceso significa que la gene­ración actual puede esperar disfrutar prácticamente de un acceso ilimitado a cualquier película en cualquier momento después de su estreno en los cines… y pueden acceder a mucho más que películas.

Una de las entrevistas que hicimos fue a un joven muchacho que describió cómo el acceso a la Internet teniendo quince años le dio oportunidades sexuales sin restricciones, guiándolo con el tiempo a más pornografía y encuentros en la vida real. La Internet se convirtió en su portal a la libertad sexual. Esto dio inicio a un período de nomadismo espiritual para él y lo llevó casi a renunciar a su fe por completo mientras luchaba con un pensamiento: Tal vez yo sea de las personas destinadas a vivir en este tipo de pecado su vida entera.

En mis investigaciones, mientras trabajaba con variadas comu­nidades de fe, el uso prodigioso de la tecnología, la industria del en­tretenimiento y los medios de comunicación por parte de la nueva generación era una cuestión que salía a relucir una y otra vez.

Considera este episodio. Mi hijo, Zack, es un parlanchín de siete años. Durante una discusión sobre un tema complejo el otro día, me hizo una pregunta, pero yo no supe la respuesta. «Papá, dame tu iPhone», pidió. «Dime cómo se escribe y yo lo busco en Google». Zack apenas sabe deletrear, pero está al tanto de que Google tiene repuestas. De manera similar, la expectativa del acceso ilimitado y constante entre aquellos que tienen diez o quince años más que él ha influenciado en quién se están convirtiendo y lo que ellos quieren de la vida.

Simplemente, la tecnología está estimulando el ritmo rápido del cambio y la desconexión entre el pasado y el futuro. La Internet y las herramientas digitales son la raíz de una ruptura masiva entre la forma en que las generaciones previas se relacionan, trabajan, piensan y adoran y la manera en que las nuevas generaciones lo hacen, entendiendo la tecnología como parte de su propia identidad generacional.

Los jóvenes son los primeros en adoptar la tecnología, por su­puesto. Algunos han descrito a las generaciones emergentes como «nativos digitales», en especial comparadas con sus antecesores, quienes en su mayoría llegaron tarde a la revolución tecnológica. Los adultos mayores utilizan las herramientas digitales, pero están mucho menos cómodos, mucho menos enterados… como si estuvieran aprendiendo y luego hablando un segundo idioma.

Las generaciones anteriores (busters yboomers) aprendieron a usar la tecnología como un aliado en contra de la influencia y el control de los; si podían domi­nar la tecnología, tendrían una ventaja estratégica. Los milenials, sin embargo, han sido criados con este tipo de tecnologías por com­pleto, y tal realidad está facilitando nuevos patrones de aprendizaje, de establecer relaciones e influenciar al mundo, así como cambian­do la manera en que ellos piensan acerca de la iglesia y el cristianismo. El acceso tecnológico les permite experimentar y examinar materiales que resultan de puntos de vista no bíblicos, dándoles razones amplias para cuestionar la naturaleza de la verdad. Esto ge­nera distracciones extraordinarias y los invita a ser menos lógicos y lineales en sus procesos de pensamientos. Los capacita para pensar como participantes, no solo como consumidores, de los medios de comunicación. Y esto los hace más conectados y más aislados que las generaciones precedentes.

LA OPORTUNIDAD DEL ACCESO

El acceso no es del todo negativo. Miles de jóvenes cristianos están creando nuevos escenarios para el evangelio a través de los medios de comunicación, la Internet, vídeos, blogs y Twitter, entre muchas otras cosas. Hay algo integrado en su ADN digital que busca una plataforma para influenciar y defenderse. Hace poco conocí a alre­dedor de veinte cristianos que mantenían a los seguidores de su blog informados sobre las protestas en el medio oriente y pidiéndoles que oraran para que esta convulsión social cultivara oportunidades para el evangelio en estos países, predominantemente musulmanes.

Nadie puede entender por completo o predecir de manera co­rrecta cómo la digitalización de nuestra cultura va a formar nuestra vida colectiva, ni mucho menos cómo afectará a la próxima genera­ción. Muchos han comparado la proliferación de esta nueva tecno­logía con la invención de la imprenta, la cual democratizó el acceso a las ideas y en muchos sentidos ayudó al surgimiento de la ciencia, el capitalismo, la teoría política actual y mucho más. Uno de los promotores de la Reforma, Martín Lutero, incluso llegó a describir a la imprenta como «el más alto y extremo acto de gracia de Dios, por medio del cual el evangelio es promovido».

En unos cientos de años, cuando los creyentes recuerden los primeros años del siglo veintiuno, ¿serán las tecnologías de acceso sin precedentes de hoy —la digitalización de prácticamente todo el conocimiento humano, los medios de comunicación y las relacio­nes— consideradas como un acto de la gracia de Dios, que hacen avanzar el evangelismo? ¿Qué tipo de evangelizadores serán estos nativos digitales?

Es un hecho que la afinidad de los milenials a la tecnología con­tribuye al sentido de desconexión entre las generaciones. Literalmente, ellos viven en un mundo diferente al que yo nací hace unos escasos 37 años atrás. En resumen, los medios y métodos cambiantes de comunica­ción y búsqueda de información —las herramientas digitales del acceso— constituyen una de las razones por las cuales el contexto de esta siguiente generación es discontinuamente diferente del pa­sado.

Extracto del libro Me Perdieron

Por David Kinnaman

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