El estilo democrático, en el que la autoridad final descansa sobre la gente y no sobre el líder, intenta prevenir los abusos de poder del líder autocrático. En este caso el líder es un siervo y su autoridad esta circunscripta y limitada. Él rinde cuentas a la gente de lo que hace y su papel principal es ayudarlos a alcanzar lo que desean, lo que procuran. La voluntad de las personas se expresa a través del voto. En general, la mayoría impone su voluntad.

Mucho de lo que se dice y de lo que se publica con respecto a la participación se relaciona con los valores. La participación tiene mucho que ver con la dignidad de la persona humana, el mundo laboral actual, y el contexto democrático de la sociedad. Partiendo de esas ideas, se intenta que la participación se introduzca en casi todas las instituciones sociales, industriales, de educación, del gobierno, y de la iglesia.

Esas ideas se han vendido y se venden al directivo como algo necesario, insoslayable. Y además, como el medio para llegar a conseguir todos los bienes organizativos: buen clima de trabajo, motivación, adhesión, satisfacción, productividad, y otros. Pero la realidad no es así. De hecho, la investigación ha demostrado que existe un cierto grado de confrontación entre esos valores y la realidad, entre lo que se predica y lo que se practica.

Desde el punto de vista de la iglesia, vemos que los valores fundamentales del estilo democrático, como la dignidad y valor de la persona, son bíblicos. La metáfora del cuerpo y la distribución de los dones espirituales muestran que el método participativo es una de las maneras bíblicas de conducción: Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas (1 Pedro 4:10).

Los principios y valores democráticos no solamente son bíblicos, sino que observamos también que la iglesia primitiva prestó atención a las opiniones de sus miembros para tomar decisiones importantes como la elección de los primeros diáconos: Esta propuesta agradó a toda la asamblea. Escogieron a Esteban, … y a Nicolás, un prosélito de Antioquía. Los presentaron a los apóstoles, quienes oraron y les impusieron las manos (Hechos 6:5,6).

Pero no debemos confundirnos y pensar que la participación es la gran panacea, la solución a todos los problemas. Ni tampoco debemos pensar que su puesta en práctica sea fácil, lo mismo que su funcionamiento y el alcance de resultados. Sin duda se trata de un método bíblico, pero para utilizarlo bien se requiere que lo conozcamos en profundidad, tanto en sus alcances como en sus limitaciones. Notamos dos dificultades serias en el estilo de liderazgo participativo.

  1. La tiranía de la mayoría.

En el estilo participativo la mayoría impone su voluntad, pero ¿tiene siempre la razón? La historia provee miles de ejemplos en los que no la tuvo. En Números 13 y 14 descubrimos lo peligroso que puede ser el consejo de las masas. Ese pasaje relata acerca de los hombres que fueron enviados a espiar la tierra prometida. Al regresar de la misión, solo Caleb y Josué votaron a favor de ir y poseer la tierra. La mayoría votó por no ir, y a causa de esa decisión, debieron vagar 40 años por el desierto. Todos ellos, menos los dos hombres que no estuvieron de acuerdo, perecieron en él.

También existe el peligro de que la mayoría elija líderes inadecuados para conducirlos. Y aun si los líderes en sí no son malos, los objetivos y los métodos determinados para alcanzar esos objetivos pueden serlo.

El gran problema que enfrenta el líder cristiano es cómo hacer uso de la autoridad democrática sin permitir que la gente lo coloque en graves dificultades.

Claves para mejorar el funcionamiento del estilo participativo

  1. Concepto limitado de la participación.

Otra dificultad radica en la comprensión que la gente tiene de la democracia. Muchos la identifican con el simple hecho de votar, cuando en realidad tiene otras distintas posibilidades. La gente podría participar en varias actividades, que incluye el consultar, recibir sugerencias, proveer información, compartir decisiones. Y también en la realización de los objetivos. Lo que queremos enfatizar es que la participación no tiene que ver con un acto único, sino se trata de un proceso que puede ir de menos a más, por lo que abarca desde la consulta hasta la ejecución.

Hacer uso de más o menos participación dependerá de las circunstancias y situaciones específicas de la organización, como ser: la personalidad y experiencia del líder, las actitudes personales de los colaboradores, la tarea a realizar, la estructura, el manejo del poder, el sentido grupal, las relaciones con los colaboradores. Es decir, de lo que generalmente se conoce como la situación organizativa.

En resumen: como líderes debemos saber que el estilo de liderazgo participativo es un muy buen método, pero no perfecto. Los partidarios de esta modalidad, que valoran todo desde la óptica de la dinámica de grupo, dicen que se trata del mejor método para lograr todos los bienes de una organización. Los detractores afirman que sus investigaciones demuestran que no es así. Han comprobado que la participación no siempre aumenta la calidad de las decisiones, no siempre lleva a los mejores resultados. Otros dicen que tiene que ver con una teología para directivos, enraizada en la tradición judeocristiana.

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

Lee Para Líderes – Los Estilos de Liderazgo 2

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí