CRISTIANOS EN LAS CATACUMBAS

Esta propuesta da buenos resultados para alguna noche de un retiro o en el programa «Encerrados en la iglesia». Los ado­lescentes deben tener los ojos vendados. Llevemos al grupo a un lugar misterioso, preferentemente un sótano o una cueva, oscuro y con olor a encierro, iluminado por velas solamente. Una vez allí, les permitiremos quitarse las vendas de los ojos. Pidamos a los chicos que permanezcan callados. Los líderes adultos deben usar vestimentas como las de los primeros cris­tianos, o ropas sucias y raídas para indicar una vida de pri­vaciones y sufrimiento.

Si no podemos encontrar un lugar que parezca una cueva o una catacumba, entonces busquemos un lugar que se sienta por el estilo y pidamos a los chicos que permanezcan con los ojos vendados durante toda la experiencia. Luego de llegar al lugar, leamos la narración que tienes a continuación “Cristianos en las Catacumbas”. Adaptémosla a la situación según resulte conveniente.

Luego de un tiempo de estar en comunión y de cantar, vol­vamos a vendar los ojos de los jóvenes y llevemos al grupo de regreso a la iglesia o a la ubicación originaria; pidámosles que hagan silencio mientras se retiran. Una vez de regreso, pode­mos conversar con ellos acerca de la experiencia vivida: cómo se sintieron, qué aprendieron, qué hubieran hecho ellos de haber vivido en esos tiempos, y cuestiones similares. (Denny Finnegan).

CRISTIANOS EN LAS CATACUMBAS

Los cristianos de Roma en el primer siglo acostumbraban a reunirse en catacumbas, túneles subterráneos donde enterraban sus muertos. Hoy en día nos puede parecer que es un extraño lugar para reunirse, pero tenían una buena razón para ello. En esos tiempos era ilegal que las personas no adoraran al César. Y los cristianos sentían que ellos podían adorar solo a Jesús. Si hubie­ran estado dispuestos a adorar al César también, entonces oficialmente se les hubiera tolerado. Pero los cristianos simplemente no podían hacerlo. Así que comenzaron los arrestos y la persecución. Y el castigo por no adorar al César era la muerte. Los romanos tenían diversos métodos para ejecutar a los cristianos, a esos seguidores de un nuevo culto judío llamado «El Camino». Al principio los ponían a luchar contra gladiadores, pero los cristianos se rehusaban a luchar o defenderse. Así que, para dar al público más entretenimiento (ya que los espectadores romanos pagaban para presenciar estos espectáculos), liberaban sobre ellos bestias salvajes medio muertas de hambre. A menudo les ataban a los cristianos pieles de vacas o de ciervos muertos recientemente, para atraer los fieros ataques de perros salvajes que los desgarraban con sus dientes. Para mayor entretenimiento, a veces cubrían a los cristianos con aceite, luego los envolvían con lino inflamable y les prendían fuego, como si fueran antorchas humanas, para iluminar los espectáculos nocturnos en la arena. Podían oírse sus gritos, pero en seguida eran ahogados por los gritos de placer de la muchedumbre. Se hizo muy frecuente ver caminos bordeados por cuerpos crucificados, algunos luchando por vivir, algunos luchando por morir. Y el crimen que se anunciaba en sus cruces era «Sedicioso, Cristiano». Es por esto que los cristianos comenzaron a esconderse en esas catacumbas: para poder continuar adorando a Jesús, el único Dios verdadero. Y comenzaron a usar señales secretas para poder identificarse unos a otros. Por ejemplo, uno de ellos dibujaba una línea recta en el polvo del suelo y cuando otro cristiano la veía, la cruzaba con otra línea recta, formando una cruz. O uno dibujaba una línea curva y otro, con un simple trazo similar en el sentido opuesto, formaba un pez. Esto en verdad confundía a los romanos porque ellos no sabían lo que significaba, por lo menos, al principio. Las letras de la palabra griega para pez (ichthus) eran las primeras letras de las pala­bras en la frase griega equivalente a «Cristo Jesús, Hijo de Dios, Salvador». Pero tanto secreto hacía fácil que las personas los malinterpretaran. Ellos decían que consumían carne y sangre humanas, como si fueran bárbaros en un ritual de sacrificios humanos. Porque no entendían que solo celebraban la Cena del Señor, su última cena, con pan y vino y una comida común. El pan representaba su cuerpo (quebrado en la cruz), y el vino representaba su sangre (derramada en la cruz), las dos cosas que él había entregado por sus pecados. También representaban su disposición a morir por Jesús. Pero los rumores se esparcieron. Pronto estaban acusándolos de todo tipo de crímenes. Tal vez así les resultaba más fácil lle­var a cabo todo lo que les hacían en la arena y en las cruces. Cuando Roma ardió, ese loco de Nerón los utilizó como chivos expiatorios, y es muy probable que haya provocado el incendio él mismo. ¡Tanto derramamiento de sangre a causa de tantas mentiras malvadas! El solo hecho de testificar a menudo les costaba la vida. Comenzaron a ser llamados mártires: cristianos que sabían que testificar significaría la muerte. (En este momento debemos quitarles las vendas de los ojos a los jóvenes; utilicemos solo velas para iluminar el ambiente).

Como dijo el apóstol Pablo en Romanos 10:9: «…si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo». El confesar a Jesús como Señor implicaba que no reconocían al César como Señor, y eso equivalía a firmar la sentencia de muerte. Sin embargo, los primeros seguidores de Cristo lo confesaron así, porque creían que Jesús los iba a levantar de entre los muertos, tal como él se había levantado. Él prometió esto a todos sus seguidores. Y cuando se reunían, hablaban y cantaban acerca de Jesús, el Cristo. Y hacían como el apóstol instruyó en Colosenses 3:16: «Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón». Hagamos algo de esto ahora. Leamos las Escrituras y cantemos canciones unos a los otros.

CUMPLEAÑOS EN EL CAMPAMENTO

La mayoría de los jóvenes disfrutan de celebrar sus cumplea­ños y esta idea hará posible que todos los chicos celebren sus cumpleaños en el campamento en lugar de que solo lo hagan unos pocos elegidos. Designemos cada día como correspon­diente a dos meses del año (por ejemplo, el lunes para enero y febrero, el martes para marzo y abril, y así sucesivamente). Un campamento de seis días alcanzará para cubrir el año entero. Luego, celebremos cada día los cumpleaños de aquellos chi­cos cuyas fechas de nacimiento coincidan con los dos meses señalados. Cantemos el feliz cumpleaños, entreguemos peque­ños presentes y otorguemos ciertos privilegios a los acampan­tes que «cumplen años» ese día. (William Moore).

NO HAY LÍDER, NO HAY DESAYUNO

Durante un campamento de una semana de duración, a menudo resulta muy divertido organizar una búsqueda de líderes temprano en la mañana. Hagamos que todos los líde­res de habitación o consejeros se despierten antes que los acampantes y que luego cada uno busque un lugar donde esconderse dentro de un territorio específico. Despertemos luego a los acampantes con el anuncio de que deben encon­trar a su líder antes de poder sentarse a la mesa del desayu­no. (William Moore).

Extracto del libro Campamentos

Por Autores Varios

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