Propongo una “teología no eclesiástica”. (No se asusten, no estoy hablando de abolir los dogmas de la fe que nos han sostenido todos estos siglos.) Lo que yo llamo una teología eclesiástica es aquella que nos mantiene confinados, centrados exclusivamente en nuestros pequeños problemas de iglesia, los que maximizamos hasta el cansancio. La que no nos permite ver más allá, donde está la verdadera necesidad.

¿Qué es la teología? Sabemos que deriva de dos palabras griegas, theos (Dios) y logos (disertación o razonamiento). Formalmente diríamos que “teología es el estudio de Dios y de las relaciones entre Dios y el universo; es el estudio de doctrinas religiosas y asuntos de divinidad. Una forma específica o un sistema de este estudio”. La teología es, también, “el estudio de toda verdad bíblica”.

Nuestra teología bíblica adquirida, sumada a la cosmovisión que tengamos cada uno (dependiendo del trasfondo social, cultural y sobre todo denominacional) da por resultado el paradigma en el cual nos movemos y somos con respecto a la obra juvenil, en este caso.

Ray Bakke, en su libro A Theology as Big as the City (Una Teología tan Grande como la Ciudad), expresa:

Para mí La Biblia tiene que confrontar los porqués y todos los temas de la vida urbana. Mi fe realmente busca entendimiento. ¿Cómo leeremos nosotros al mundo? ¿Por qué murió mi bebé? (Ya sé cómo, pero ¿por qué?) ¿Dónde puedo encontrar una teología del medio ambiente para confrontar a un planeta tóxico? ¿Cómo nos vemos reflejados en la brecha cada vez mayor entre los “tengo” y los “no tengo”? ¿Cuál es la relación entre la fe cristiana y otros tipos de fe? ¿Qué hay acerca del tema creciente de la identidad sexual? ¿Qué versículos, temas o historias bíblicas tratan estos y otros problemas?

Hace poco tiempo me encontraba orando precisamente por el mensaje de este libro y por los jóvenes de las subculturas juveniles. En mi oración, le rogaba a Dios que me dejara verlos como Él los veía, y que me diera un corazón como el suyo para saber lo que Él sentía por ellos. Mientras el Espíritu Santo respondía esta petición, yo recordaba las figuras de los punks, rapperos, góticos, skinheads, cumbieros, entre otros. “Ahora leé Isaías 61—un pasaje que había leído miles de veces—con una mirada urbana”, me dijo el Señor. Al principio yo misma me sorprendí un poco. ¿Qué sería aquello de leer un pasaje bíblico con mirada urbana?

Lo hice. Precisamente era leerlo en voz alta, pensando en esos jóvenes y sus necesidades, en cómo estas palabras se aplicaban a ellos en su contexto, qué necesidades interiores venía a subsanar este pasaje, etc. Algunas palabras adquirían prominencia mientras en mi corazón veía los rostros de una generación desesperanzada, una generación de la que se cree que no tiene futuro, que está perdida: “… anunciar buenas nuevas a los pobres…”, “sanar los corazones heridos…”, “proclamar liberación a los cautivos”, etc. Pero la lista de las calamidades inflingidas por el diablo a esta generación no terminaba de ese modo. También había promesas de Dios para esos chicos sufridos, esos integrantes de subculturas juveniles que son despreciados por la sociedad como “inservibles”. El Señor los veía como árboles de justicia, plantíos de Dios para mostrar su gloria. ¡Dios decía que ellos reconstruirían las ruinas antiguas, restaurarían los escombros de antaño, repararían las ciudades en ruinas y los escombros de muchas generaciones!

El mismo texto conocido cobraba ahora un nuevo significado. ¡Estaba viendo como el Señor veía! Mi mente se abrió desde entonces, y ahora trato de leer La Biblia entera con ojos urbanos, con ojos de la necesidad de la calle, de las tribus urbanas.

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