Paradigmas que nos impiden enfrentar el cambio.

Todos concordamos en que el mundo está cambiando. Sin embargo, no podemos desconocer que la reacción más habitual frente al cambio es la resistencia. Alguien dijo que las únicas personas que realmente le dan la bienvenida al cambio son los bebés que tienen los pañales mojados. Si somos sinceros, reconoceremos que el cambio resulta perturbador. Tan perturbador que a veces nosotros mismos nos convertimos en obstáculos para que se produzca. Frases típicas como: «No va a funcionar», «Siempre lo hemos hecho así», «Todo algún día volverá a la normalidad», «Más vale bueno conocido que malo por conocer», de alguna manera demuestran nuestra resistencia interior al cambio.

Pero hay que reconocer que la falta de disposición a cambiar ha causado muchos fracasos en el liderazgo. El caso de estudio es una historia real que comenzó en 1968 y que ilustra por qué necesitamos aprender a explorar el futuro.

La industria relojera suiza no es la única que ha cometido un error semejante. Naciones enteras lo han hecho. Sociedades y organizaciones han caído en él. Muchas personas también. ¿Cómo se puede evitar cometer el mismo error que los suizos?

Algunos párrafos atrás mencionamos la expresión «cambio paradigmático». Pero, ¿qué es un paradigma? La palabra viene del griego paradeigma, que quiere decir modelo, patrón, ejemplo. Fue originariamente un término científico. En la actualidad se emplea, por lo general, en el sentido de modelo, teoría, percepción, supuestos o marco de referencia. En un sentido más general es «el modo en que vemos el mundo», no en términos de nuestro sentido de la vista, sino como percepción, comprensión, interpretación.

¿Cómo percibes el mundo? Cuando decimos el mundo, nos referimos a todas aquellas cosas que pasan alrededor de nosotros, absolutamente todas. Ahora bien, todos tendemos a pensar que vemos las cosas tal como son, que las apreciamos con objetividad. Pero no es así: no vemos el mundo como es sino como somos nosotros, o como nos han condicionado a verlo.

Diferentes personas, sinceras e inteligentes todas ellas, ven las cosas de modo distinto, pues cada uno mira a través del cristal de su paradigma. Cuanta más conciencia tengamos de nuestros paradigmas, mejor podremos asumirlos, examinarlos, someterlos a la prueba de la realidad, escuchar a los otros, estar abiertos a sus percepciones.

¿Qué es lo que nos impide aceptar nuevas ideas? El hecho de que no estamos dispuestos a cambiar el modo en que concebimos el mundo, nuestro paradigma. Thomas S. Kuhn, un historiador científico y autor de La estructura de las revoluciones científicas, llevó el concepto del paradigma al mundo científico. Kuhn descubrió que los paradigmas actuaban como filtros que seleccionaban los datos que llegaban a la mente de los científicos. Ellos tenían dificultades en admitir los datos que no coincidían con sus paradigmas; los rechazaban o los cambiaban para adaptarlos a sus paradigmas. Pero, en algunos casos, llegaban hasta no percibir algunos datos, lo que realmente era algo muy grave. Eso, desgraciadamente, nos pasa mucho a nosotros.

Estamos frente al gran peligro de acomodar los datos a nuestros paradigmas. Este problema se conoce como efecto paradigma. ¿Qué es el efecto paradigma? El hecho de que, a veces, nuestros paradigmas se conviertan en «el paradigma»; es decir, en una manera única de ver o hacer las cosas, y que al enfrentarnos con una innovación o alternativa, la rechacemos. Eso puede conducirnos a un desorden llamado «parálisis paradigmática». El efecto paradigma puede cegar a muchos en cuanto al futuro, en cuanto a abrirse a nuevas oportunidades, porque tratan de descifrar el futuro a través de sus viejos paradigmas

Es necesario ver más allá de los propios paradigmas. Si no estamos dispuestos a revisar nuestros paradigmas, corremos el riesgo de desaparecer. Veamos una historia que lo explica muy bien:

Un muchacho tenía un hermoso auto deportivo y todos los días salía a pasear en él por caminos solitarios, disfrutando del aire libre, la suave brisa de los árboles, el aroma de la campiña y el hermoso paisaje. Lo hizo un día, dos… una semana, dos… Uno de aquellos días, un auto rojo, también deportivo, tomó una curva a toda velocidad y de forma impetuosa se dirigió zigzagueando hacia él. Cuando estaba a punto de golpearlo, la persona dio un volantazo y le gritó al muchacho: «¡Cerdo!» El muchacho, ni corto ni perezoso, sacó casi medio cuerpo por la ventanilla y le gritó «¡Por qué no te vas a….!» Todavía masticando su rabia, el muchacho, tomó la curva, atropelló a un cerdo, cayó al precipicio y se mató.

¿Sabes por qué murió ese muchacho? Por causa de su antiguo paradigma. Él creía que cuando alguien le gritaba «cerdo» lo estaba insultando. Pero en esa ocasión, la expresión intentaba ser un alerta que él no advirtió. Y por no advertirlo, murió.

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

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