Heavy Metal: “¡Viva la vieja y muera el falso metal!!” (expresión popular metalera). Se trata de la subcultura más intergeneracional de todas, en la que las madres parecen ser lo más sagrado. Hostigan a los grupos pop o a los “blandos”. Son antimilitaristas y antiautoritarios, sobre todo como resistencia e insumisión más que de un horizonte ideal y estético que de una práctica cotidiana. Heredan actitudes del pasado, como ser el ecologismo y la libertad hippie. Casi no tienen tendencias violentas, y las que tienen se canalizan hacia la expresión musical, dada la amplitud del fenómeno y la frecuente excitación musical y/o química (principalmente alcohol, cerveza y marihuana).

Skinheads y sharps: “Stay rude, stay rebel, stay sharp” (Mantente grosero, mantente rebelde, mantente sharp (cortante, tajante) (Lema skinhead). Como vimos anteriormente, mezclan su fascinación por el ideal nacionalista y fascista con el deprecio por drogadictos, homosexuales, judíos e inmigrantes de países limítrofes. Son antagonistas de cualquier otro grupo. Los sharps se proclaman multiraciales, es decir, comparten la estética con los anteriores pero no sus ideales xenófobos. Los judíos no nos importan, ellos ya ganaron la guerra para nosotros, ellos son dueños de bancos, imperios comerciales, políticamente están metidos en todos los Estados. Pero eso no significa que no podamos seguir luchando por un mundo mejor, donde las personas que no quieran juntarse con negros, judíos y otros tipos de mezclas raciales, puedan llevar a cabo una vida normal y encontrarse con gente del mismo pensamiento (Tarántulo, skinhead).

Neo-hippies: “Paz y amor” (legendario lema hippie de los 60). Tras los restos de la comunidad hippie de antaño, los actuales poseen una estética más desarrollada y un sentido de civilidad más agudo que sus antecesores. Los postmodernos han tenido que resignarse a navegar por las aguas del sistema, aunque de vez en cuando intentan ir a contracorriente. Siempre con profesiones u oficios creativos pero independientes, como ser: diseño de ropa o bijouterie, fotografía, arquitectura, los herederos del flower power mantienen su afición por lo natural y autóctono, aunque la voz de su protesta original y su viva lucha y compromiso social se va apagando. Mantienen los ideales ecologistas, suelen colaborar en ONG’s y estudiar carreras humanísticas. En general se podría decir que no les gusta la política y que tienen ideas anarquistas.

Cumbia villera: “Hay que matar a un rati (policía)” (Convocatoria popular villera). Sus seguidores son en su mayoría habitantes de las villas de emergencia del conurbano bonaerense, villas que aumentaron significativamente luego de las crisis y de las malas políticas económicas de los años 90. La cumbia villera argentina se diferencia de la cumbia tradicional y del cuartetazo en que, a pesar de ser ambos ritmos alegres y jocosos, tiene un alto contenido de crítica social y rebeldía, de modo que este no es precisamente un fenómeno musical sino más bien sociocultural. Es el paralelo del rap o hip-hop en los Estados Unidos; es decir, la manera de protestar de las clases bajas, la forma de reivindicar el estilo de vida de los habitantes de villas de emergencia. Los grandes temas expresados en sus letras son las drogas y el alcohol como vía de escape, la vagancia y el despropósito como corolario de vida, la policía como represora, la mujer como servidora del hombre, entre otros. —Hay un corte generacional— dice Adriana Lassig, una estudiante de Relaciones Públicas—, porque si nos fijamos en lo que pasa en los recitales, nos daremos cuenta que se trata de adolescentes de entre catorce y veinte años. Allí se está forjando una identidad. Se trata de esa generación que no tiene “cabida”, que no tiene perspectivas. Esa generación que ya puede verse como de dos o tres generaciones de desocupados. Esa generación es la que sobra. Pero ocurre que lo que sobra decidió arraigarse, forjarse una identidad a partir de aquello que tienen en común, del territorio que comparten. Porque lo que comparten, en definitiva es el dolor. Y ese dolor, lo devuelven distorsionado. En la cumbia villera no hay futuro porque en el conurbano no hay destino.

Extracto del libro Tribus Urbanas

Por María J. Hooft

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