11. El mensaje central es Jesucristo, no la iglesia “xx” o el pastor “xx”, porque Jesús es el que salva. De lo contrario se van a desilusionar cuando vean a los líderes y pastores cometer errores. El mensaje de esperanza es el que nuestros jóvenes precisan oír, ante tanto desaliento y desesperanza que la sociedad les plantea. Por cierto, también sería bueno desempolvar algunas grandes doctrinas como La Segunda Venida, que ha caído en desuso como si se tratara de algo fuera de moda; a esta enseñanza bíblica se la ha denominado “la esperanza del creyente”. Por algo será, ¿no es verdad?

12. Orar por y desarrollar un corazón compasivo hacia esa subcultura, ya que el amor es la clave. Conocimiento sin amor no funciona. Nuestro amor reflejará el de Dios.

13. Tener presentes en todo momento las necesidades básicas de los jóvenes, “Las cinco ‘P’ del alma”: personalidad, permiso, pertenencia, protección y protagonismo, y desde ahí evangelizar y pastorear supliendo esas necesidades para disipar el apego a la subcultura.

14. Que se involucren en planes de ayuda a otras personas, para que puedan salir del individualismo extremo por medio de acercarse a las necesidades de otros y así ver las suyas como menores. Las actividades sociales son tan beneficiosas para el receptor como para el dador, y los jóvenes aprenden muchos valores al ser parte activa de ellas.

15. No presentarles la vida cristiana como una lista de “nos”, ya que esa no es la esencia del cristianismo. Además, asusta y aleja. Debemos enseñar con base bíblica que Dios dijo que no a ciertas cosas para evitarnos el sufrimiento, y luego dejar que el Espíritu Santo haga la obra. Un libro que recomiendo ampliamente para eso es Es bueno o es malo, de Josh McDowell.

16. Este será un tiempo en que, después de habernos bombardeado los medios masivos con antivalores durante décadas, comenzará a haber una campaña pro valores nuevamente. Debemos hacer hincapié en ellos, pero además diferenciar un antivalor de lo que es un pecado y llamar las cosas por su nombre. No caigamos en la trampa: no somos simples moralistas, sino personas espirituales.

17. Fomentar la enseñanza bíblica. Nos sorprenderá ver cómo estos jóvenes responden a las grandes historias de La Biblia. Tal vez cuestionen ciertas cosas, es verdad, pero no debemos temer a sus preguntas ni razonamientos; más bien reivindicar los principios cristianos contenidos en la Biblia de una forma dinámica y atractiva, presentándolos mediante actividades que requieran su participación activa. Propiciar debates, argumentaciones y otras técnicas que, por ejemplo, requieran que ellos se informen y lean antes de venir a la charla.

18. Mantenerlos ocupados con actividades, talleres, etc. Renovar la oferta, porque el tiempo de ocio y recreación es muy importante. Es ahí donde reinciden o tropiezan en tentación. Fomentar la participación en talleres, cursos, retiros, campamentos, proyectos de acción social, y todo lo que se nos ocurra que pueda tener la doble finalidad de servir al Señor y servirlos a ellos.

19. En todo lo que hagamos, sea que evangelicemos, pastoreemos, ministremos, liberemos, etc., busquemos la ayuda del Espíritu Santo. Nada podemos solos. Él es quien convencerá a los integrantes de las tribus urbanas de pecado. Él es quien los llevará a Jesús, para que sean perdonados, consolados, restaurados y santificados. Nosotros no podemos hacer nada por nosotros mismos. Somos 100% dependientes de Él.

20. Por último: El espíritu religioso, la hipocresía y la condenación son los grandes enemigos de la evangelización y el pastoreo de las subculturas juveniles. Debemos evitar todo tipo de intolerancia.

Levántate y clama por las noches, cuando empiece la vigilia nocturna. Deja correr el llanto de tu corazón como ofrenda derramada ante el Señor. Eleva tus manos a Dios en oración por la vida de tus hijos, que desfallecen de hambre y quedan tendidos por las calles. (Lamentaciones 2:19)

Extracto del libro “Tribus Urbanas”

Por María José Hooft

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