Veamos algunas de las características que presentan los adolescentes en cuanto a su desarrollo mental:

1. Una Mente que Cambia.

EI cambio que representa la adolescencia es un cambio completo, total. No sólo afecta al cuerpo en su vertiente física, también incide sobre nuestra estructura psicológica o de personalidad. Algunos rasgos que definen la evolución psicoafectiva del adolescente son:

A. La capacidad de reflexión.

Mientras que el niño afirma o niega las cosas sin cuestionarse si el proceso de razonamiento seguido es el adecuado, los adolescentes añaden como criterio de mayor objetividad la validez del propio proceso de razonamiento. El adolescente cuenta con una mayor capacidad de reflexión y de análisis.

B. Ampliación de las vivencias.

La capacidad de reflexión descrita permite ampliar la inmediatez de las cosas, lomar distancia de las mismas, distinguir entre la real y lo posible, filosofar, plantearse ideales, construir escalas de valores…

C. Orientación a la experimentación.

Las experiencias de los demás: padres, hermanos, ami­gos… No son suficientes. El adolescente tiene que experi­mentar, probar, conocer… Por sí mismo. La necesidad de la experiencia propia suele pasar por delante de la orientación y de la recomendación de los demás. Un consejo: atender alguna vez a la experiencia y consejo de quienes ya han pasado por esta etapa de la vida puede ser necesario y sensato.

D. Timidez.

«Puede definirse la timidez como la inseguridad provocada por la mirada». El adolescente en muchas ocasiones se encuentra un tanto incómodo e inseguro por el hecho de sentirse observado. Considera que todas las miradas convergen hacia él, se ruboriza, se siente torpe… Las reacciones para intentar evitar este estado pueden oscilar desde el aislamiento, procurando pasar lo más inadvertido posible, hasta la sobrevaloración, mediante comportamientos agresivos o provocadores.

Algunos conse­jos para superar la timidez podrían ser:

  • No obsesionarse con el lema, forma parte del proceso evolutivo.
  • Estar menos pendiente de uno mismo. Cuando estamos excesivamente pendientes de nosotros mismos, de nuestra posible torpeza física, personal o social, en un determinado momento; al sentirnos nerviosos y querer modificar los comportamientos, y no siempre lograrlo, nos ponemos más nerviosos y es precisamente este comportamiento el que atrae la atención de los demás en lugar de evitarla.

E. Sentimientos de inferioridad y de falta de confianza.

El adolescente, en muchas situaciones, tiende a minimizar sus cualidades y a maximizar lo que considera sus defectos. Sus sentimientos de inferioridad o desvalorización tienen que ver con su:

  • Apariencia física (demasiado alto para pasar inadvertido o demasiado bajo para poderse imponer, obeso o delgado, feo, torpeza en los ejercicios físicos o prácticas deportivas…).
  • Personalidad (débil o cobarde, fracasado por un suspenso, menos dolado intelectualmente que sus compañeros, dificultades en mantener una conversación fluida como los demás,…).
  • También es posible sentirse inferior desde un punto de visto soda y económico.

Estos sentimientos suelen producirse por la vía de la compa­ración «no con iguales», como señala el psiquiatra Juan Corbella. Esta subjetividad es la que hace escribir a Guy Avanzini «que no es la situación de inferioridad la que arrastra consigo el sentimiento correspondiente; es, al contrario, el sen­timiento de inferioridad el que crea la situación humillante». Debemos aconsejar ir dejando esta situación de comparación e ¡r aceptándonos en nuestra específica realidad de ser personas distintas a las demás, ya que cada ser humano es único y singular y, por lo tanto, de gran valor.

F. Alteraciones del estado de ánimo.

Es un hecho constatado y bastante característico de este período los frecuentes cambios del estado de ánimo o humor sin que exista una causa explicativa de tales oscilaciones y, si es que existe, la desproporción entre la causa, a veces nimia, y sus efectos. Con esto queremos decir que es posible pasar de la alegría al desánimo y viceversa en breves espacios de tiempo y que el más pequeño de los estímulos es capaz de producir la mayor de las reacciones. Buscamos a los demás cuando estamos contentos o nos encerramos en la habitación para leer o escuchar música cuando no estamos de humor.

Un sentimiento que acompaña, asimismo, estos años es el de la incomprensión, el de no sentirnos entendidos por quienes nos rodean, especialmente por parte de los mayores (padres, hermanos mayores, profesores).

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “Expediente X”

Por Félix Ortiz y Autores Varios

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