Existe una gran diferencia entre asignarle responsabilidades a alguien y formarlo para ser líder. Resulta fácil concederle autoridad formal a algún voluntario, por ejemplo nombrándolo «líder» de un grupo pequeño, pero eso no significa que pueda pastorear, en el sentido bíblico, a los miembros del grupo. No sería raro que un líder inmaduro causara más problemas en la iglesia y en las vidas de las personas a su cargo que los que causa un puesto vacío.

No necesitamos cubrir cargos, sino contar con líderes conformados a la imagen de Cristo, con habilidades prácticas y competencias ministeriales.

En el módulo LIDERAZGO EN LA PASTORAL JUVENIL mencionamos que para que alguien pueda ser líder, debe tener la capacidad de relacionarse con las personas, entendiendo la condición humana de los jóvenes y adolescentes a su cargo. Es decir, tener autoridad moral. También debe contar con las herramientas y los recursos suficientes como para liderar en un mundo de cambios. Eso es tener capacidad profesional. Y, finalmente, necesita la plenitud del Espíritu Santo, o sea, capacidad espiritual. Te recordamos que en el NIVEL DE COMPETENCIA PARA LÍDERES DE JÓVENES puedes encontrar algunos de los conocimientos, convicciones y conductas que se necesitan para poder llevar a cabo la pastoral juvenil.

Si queremos contar con un liderazgo bíblico es necesario que se den esos requisitos, lo que, naturalmente, implica tiempo y trabajo.

La formación de líderes implica tiempo en dos sentidos: tiempo invertido en su formación, y tiempo que necesitan antes de estar preparados para incorporarse al trabajo de la pastoral juvenil.

Durante un cierto tiempo hace falta desarrollar una tarea educativa en dos niveles: en uno, con los futuros líderes, y en otro, con los jóvenes. Pero te aseguramos que ese periodo de trabajo más intenso es la única forma de lograr una pastoral juvenil duradera. Hay un refrán africano que nos ha ayudado a disciplinarnos y decidir invertir tiempo en la formación de un equipo: Si quieres llegar rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve con otros.

El comienzo: selecciona unos pocos

Deseamos que estés convencido de la importancia que tiene la formación de líderes. Obviamente, el primer paso en este proceso es seleccionar las personas con las que vas a trabajar. Un célebre escritor cristiano afirmaba que la iglesia siempre está buscando nuevos materiales, nuevos métodos, nuevos recursos. Sin embargo, Dios siempre busca personas disponibles para ser usadas por él.

Bases para la selección.

Aunque sería natural que sucediera, te recomendamos que no selecciones líderes por la amistad que los une a ti, o por la afinidad o acuerdo con tus ideas. No queremos decir que debes desechar a tus amigos, sino que la amistad no es el criterio a utilizar para escoger líderes. Pablo señala algunas de las características que debemos buscar en un líder en 2 Timoteo 2:2: Lo que me has oído decir en presencia de muchos testigos, encomiéndalo a creyentes dignos de confianza, que a su vez estén capacitados para enseñar a otros.

Resulta muy importante que los futuros líderes que nombres sean gente «digna de confianza». Puede ser que hasta este momento las personas que estás considerando solo hayan tenido la oportunidad de ser fieles «en lo poco». Está bien, Jesús no escogió a sus discípulos por lo que eran en el momento de su elección, sino más bien por lo que podían llegar a ser, por el potencial que tenían para el futuro ministerio que les esperaba. Pero aun en lo poco la gente refleja sus prioridades y actitudes. Si alguien es confiable para cumplir con responsabilidades pequeñas (como, por ejemplo, llegar con platos desechables a una cena) es muy probable que sea confiable para cosas mayores.

Es imprescindible que los líderes sean personas enseñables, es decir que estén dispuestos a aprender. También deben estar disponibles (de nada sirve pensar en la persona «perfecta» si no tiene tiempo para pastorear a los jóvenes). Y, por supuesto, se necesita un corazón para Dios y para los jóvenes.

Finalmente, enfatizamos el patrón que Jesús nos dejó. Él no llamó a los capaces, sino que capacitó a los llamados. No debemos escoger a las personas por lo que son. Si así lo hiciéramos, nadie (ni nosotros mismos) alcanzaría la medida necesaria. No debemos elegir a las personas por lo que son, sino más bien por lo que podrían llegar a ser. Debemos desarrollar la capacidad de ver el potencial oculto en el interior de cada joven y lo que Dios puede llegar a hacer a través de su vida.

Extracto del libro “Raíces”.

Por Félix Ortiz.

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