• Identificarse. Aquí le enseñamos a nuestros hijos a reconocer el terreno que tienen en común con los demás. Las luchas de la vida en este mundo caído son la experiencia universal de todas las personas. Los clamores del cantante de rock airado son también nuestros clamores. La diferencia estriba en cómo interpretamos y reaccionamos a estas luchas. En la música rock moderna, escuchamos los gritos de enojo, miedo, decepción y soledad. Escuchamos desilusión y desconfianza. Escuchamos de la búsqueda del amor verdadero, la ruptura de la confianza, el fracaso de la amistad, la familia y el gobierno. Escuchamos de la codicia y la avaricia, del egoísmo y la hipocresía. Compartimos un terreno en común inclusive con el cantante que más nos ofende, aquel que representa precisamente las cosas de las que queremos proteger a nuestros hijos. Nuestras familias han fallado, nuestras promesas han sido rotas, hemos actuado por avaricia, hemos visto que el gobierno y la iglesia fallen. Nuestras creencias han sido desafiadas y nuestras esperanzas aplastadas. Nosotros y el mundo hemos sido quebrantados por el pecado, y todos hemos sentido el dolor. De hecho, esta es una de las razones por las que este material es atractivo para nuestros hijos. Ya sea que nos sintamos cómodos al admitirlo o no, estos cantantes, escritores y directores dan una voz a los clamores de nuestros propios hijos, quienes también han experimentado las realidades crudas de la vida en el mundo caído.

Esto es importante. Muchos cristianos caen en la mentira de pensar que no tienen nada en común con su cultura. No obstante, si consideramos nuestros propio pecado y nuestra propia experiencia de ser víctimas del pecado de otros, reconoceríamos humildemente la experiencia en común y el dolor en común que tenemos con los demás. El reconocimiento de este terreno en común es lo que nos mueve hacia el ministerio a la cultura. Y a este terreno en común se nos llama para traer el mensaje del evangelio.

Así que deseamos crecer adolescentes que hayan aprendido a identificarse con la cultura – no aceptando sus interpretaciones y respuestas, sino identificándose con sus luchas, y reconociendo humildemente porque razón estas respuestas parecen lógicas para alguien que no conoce a Cristo ni su Palabra. («¡El mundo está arruinado, así que enójate!» «El mundo está arruinado, así que ¡goza, goza, goza!» «Ocúpate en ti mismo y obtén todo lo que puedas») Identificarse implica reconocer el terreno en común que se tiene con los demás. Al enseñar a nuestros adolescentes a reconocer humildemente sus propias luchas para vivir en este mundo caído, ellos construirán plataformas de ministerio para su cultura.

  • Decidir. Lo que queremos es enseñar a nuestros adolescentes cómo saber cuando pueden ser participantes redentores de su cultura y cuando deben separarse de ella. La Escritura nos enseña a hacer ambas cosas, no obstante también nos muestra cómo el pueblo de Dios ha batallado con estos asuntos relacionados con la participación o separación (ver 1 Cor. 8, 10; 2 Cor. 6:14-18; Rom. 14).

Como padres cristianos tienen muchas maneras de ayudar sus hijos a pensar acerca de estos asuntos. No se conformen con sólo decir un «no» a secas. No recurras a decir: «¡Porque yo lo digo!» No te metas a discusiones ruidosas por las actividades propuestas para el viernes por la noche. Con calma, ayuda a tus adolescentes a aprender cómo pensar para tomar estas decisiones. Requiere que ellos participen en el proceso de discusión y pensamiento. Muchos padres no sólo protegen a sus adolescentes del mundo, sino también los sacan del proceso de la toma de decisiones. Al hacer esto, no permiten que se preparen para los millares de decisiones que tendrán que tomar cuando sean adultos. Estos momentos son oportunidades para preparar a tus adolescentes a responder con sabiduría bíblica a las muchas opciones a las que se enfrentan.

  • Redimir. Aquí es cuando le enseñamos a nuestros adolescentes a recuperar el territorio ganado por el mundo siendo testimonio de las buenas noticias de Jesucristo. Dios ordena que nuestra voz en la cultura no sea sólo negativa, no sólo estar hablando siempre en contra de algo. La meta es declarar positivamente lo que Dios tenía en mente cuando diseño las cosas en el principio; es decir, ser parte de la reconstrucción de la cultura a la manera de Dios, y proclamar que esta reconstrucción sólo puede ser hecha por la gente que vive en una relación apropiada con Dios a través de Jesucristo.

La Iglesia de Jesucristo, la familia cristiana, nunca fue establecida para existir como un gueto aislado en medio de una cultura arruinada y oscurecida. Somos llamados por Cristo a ser participantes en el mundo como sus agentes de redención.

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