En la gran mayoría de los casos, los problemas financieros son solamente la consecuencia de otros problemas más profundos en la vida del individuo. Son el resultado de haber violado los Principios Universales del manejo económico, Principios que yo llamo, «Principios P». Cuando colocamos fundamentos sólidos e inamovibles en las bases de nuestra vida, nuestra pared financiera nunca tendrá rajaduras.
Mucha gente a la que aconsejo financieramente se la pasa tratando de solucionar sus problemas con un parche por aquí y otro por allá. No se dan cuenta que la raíz de sus dificultades está en su ser. Deben cambiar el ser, para, luego, ser totalmente efectivos en el hacer.

Primer pilar «P»: la paciencia, acompañada de perseverancia.

Había una vez dos amigos. Uno se llama Ricardo Rápido y otro se llama Pedro Paciente. Ricardo Rápido, con un carácter típico de nuestras tierras quiso tenerlo todo lo más rápido posible. Pedro Paciente, por su lado, supo esperar y sufrir por diez años en una casa más pequeña y en un barrio con menos «estatus» que el de Rápido, pero ese planeamiento económico a largo plazo trajo sus beneficios. Aun más: su dominio propio y su carácter maduro le ayudaron a invertir el dinero que muchos de nosotros gastaríamos en nuevos «proyectos» familiares. Pero Pedro Paciente no está pensando solamente en sí mismo. Paciente está acumulando capital para la siguiente generación: para sus hijos y sus nietos. Él ha sacrificado parte de su satisfacción personal por el bienestar de las generaciones futuras. Este tipo de actitud está desapareciendo de nuestro continente en la medida en la que los medios de comunicación social nos condicionan a disfrutar del «aquí y ahora» sacrificando en el proceso el futuro personal y familiar.

Segundo pilar «P»: el contentamiento y el principio de la verdadera felicidad.

Con excepción de aquellos que viven en condiciones de extrema pobreza (aproximadamente entre una quinta y una sexta parte de la población del mundo), todos los demás hemos recibido lo suficiente como para sustentarnos y proveer para nuestras necesidades básicas.
Este es el principio de la verdadera felicidad, del contentamiento: cada uno de nosotros necesitamos aprender a ser felices dentro del estrato socioeconómico en el cual nos toca vivir. Debemos, también, aprender que «felicidad» es un estado del alma, y tiene muy poco que ver con la cantidad de dinero que ganamos o que hemos acumulado a lo largo de los años.
La violación al principio de la verdadera felicidad es la raíz más común del problema de deudas y presiones financieras que viven las familias y los negociantes de nuestro continente el día de hoy.
Siempre he dicho que si alguna vez dejara de vivir en Estados Unidos habría dos cosas que extrañaría profundamente: el pastel de queso (cheesecake) y el de manzanas (apple pie). Cuanto más viajo y hablo con gente, más me doy cuenta de que el concepto de la «prosperidad» tiene mucho que ver con un pastel de manzanas.
Si bien es cierto que las manzanas son un componente importantísimo para disfrutar del famoso pastel, no son el único ingrediente.
Cuando hablamos de mi querido pastel de manzanas… por supuesto que estamos hablando de esa famosa fruta. ¡Sería imposible tener un pastel de manzanas sin manzanas!… pero las manzanas no lo son todo. El pastel necesita también tener cosas como harina, sal, canela, agua… Sin esas cosas, uno nunca tendría un pastel al final del proceso.
Me da la impresión de que cada vez son más los que creen que la vida abundante (otra manera de llamar a la prosperidad integral), está de alguna manera directamente relacionada con la cantidad de dinero que uno gana. Actúan como si el dinero y las cosas materiales estuvieran en el corazón de la buena vida, de nuestro bienestar. Se enfocan en las manzanas y se olvidan de todos los demás ingredientes.
Desde los profetas de la prosperidad, pasando por los profesores del materialismo y los periodistas de noticias internacionales, muchos de los influyentes del mundo de hoy están muy afectados por una filosofía que nos ha fallado de forma miserable: la filosofía del materialismo. Es imposible alcanzar la verdadera felicidad en la vida si uno adopta el materialismo. Hace más de dos mil años que alguien nos enseñó: «La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee».³ Esa es una gran verdad.
El bienestar requiere de dinero, pero no es el ingrediente esencial para la buena vida. Aprende a ser feliz con los recursos económicos y las cosas que tienes el día de hoy.

Tercer pilar «P»: la vida y la prosperidad en perspectiva.

El camino hacia la prosperidad integral no es una carrera olímpica de 100 metros llanos. La verdad es que la ruta más segura hacia el bienestar personal y familiar es, en realidad, una carrera cross-country [a campo traviesa] de cinco kilómetros de largo y, además, ¡con obstáculos!
Debido a las grandes dificultades económicas que han pasado nuestros países en los últimos decenios, se nos ha entrenado desde pequeños a pensar en soluciones rápidas, enfocadas en el hoy. Sin embargo, la verdad, es que si te enfocas solamente en el hoy, quizás pierdas una tremenda oportunidad mañana. Las decisiones económicas que tomas hoy, grandes o pequeñas, tendrán un profundo impacto en tu futuro.

¿Estás dispuesto a tomar decisiones difíciles el día de hoy, para poder cosechar los beneficios de la prosperidad integral en ti y en tu familia hasta la tercera y cuarta generación?

La vida es larga y tiene muchas vueltas. Uno nunca sabe cómo es que las acciones de integridad, compasión, entrega personal y compromiso que tomamos el día de hoy impactarán nuestra supervivencia el día de mañana. Actúa el día de hoy, con una mirada hacia la eternidad.

PARA HABLAR CON TUS AMIGOS

La sociedad te dice: «¡Compra ahora y paga después!». Eso, por supuesto, te llevará a perder una gran cantidad de dinero pagando intereses a lo largo de los años.
Lo mejor es: «Ahorrar ahora y comprar después». Piensa: ¿cuáles son las cosas para las que te gustaría ahorrar ahora y comprar cuando tengas el dinero en efectivo?

Extracto del libro «Una Esperanza y Un Futuro»

Por Andrés Panasiuk

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