El fundamento de la koinonia es la relación con Dios que tenemos por medio de Cristo y se manifiesta en la relación que tenemos con otros miembros de su cuerpo: …si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros… (1 Juan 1:7). En los versículos antes mencionados de Hechos 2, vemos que los creyentes estaban unidos por sus relación con Dios (habían sido bautizados y crecían en su conocimiento y práctica de la fe) y manifestaban esa unión con muestras prácticas de amor los unos por los otros. Pasaban tiempo juntos y compartían sus vidas y hasta sus bienes con alegría y generosidad.

La «comunión de los santos» es una realidad espiritual que necesita manifestarse en la vida cotidiana. Nuestra comunión es el testimonio que damos al mundo de nuestra fe y constituye una de las herramientas educativas más importantes. Como lo señala Sandra Wilson en Into Abba’s Arms [En los brazos de Abba]: «Antes de que podamos entender una verdad en un nivel que nos transforme y produzca cambios profundos, tenemos que experimentarla en el contexto de una relación». Por ejemplo, para que un joven entienda que el amor que Dios le ofrece es incondicional, necesita tener una experiencia de ser amado sin condiciones y sin un interés.

La koinonia no se desarrolla de forma automática; hay que cultivarla. Hay que crear espacios en los que pueda crecer por medio de conversaciones y actividades que fomenten el conocerse y el compartir mutuo de aquellos que son cristianos, y dé cabida a expresiones de amor hacia los demás. El libro Creando comunidad en grupos de jóvenes por Denny Rydberg señala cinco pasos en el desarrollo de la comunión:

  1.  Crear compañerismo: El primer paso es romper las barreras que existen y establecer una relación más cercana entre los miembros del grupo. Eso se consigue asignando tareas que requieran que trabajen juntos como grupo. A medida que trabajan juntos y se ayudan en la realización de esa tarea, se van creando vínculos entre ellos y llegan a integrarse como un equipo.
  2.  Conocerse más: A medida que las barreras se van rompiendo y se empiezan a crear vínculos entre los miembros del grupo, cada integrante necesita compartir cosas de sí mismo con el resto del grupo. Cuando alguien le da participación a otras áreas de su vida en las que no se siente amenazado y percibe genuino interés en los otros miembros del grupo, empieza a confiar más y muestra entusiasmo por el desarrollo de amistades más profundas. Por supuesto, si la persona se siente rechazada y percibe que a su grupo en realidad no le interesan sus cosas, no mostrará sus verdaderos sentimientos.
  3.  Afirmarse como persona: A medida que los jóvenes comienzan a abrirse al grupo, resulta crucial animar y afirmar esa apertura. Cuando un estudiante ve que se le da importancia, disfruta de participar en el grupo y se anima a expresar sus sentimientos y pensamientos más profundos.
  4.  Ampliar los horizontes: La mayoría de las personas vive dentro de una «zona confortable» en la que no crece porque no enfrenta nuevas experiencias ni nuevos retos. Cuando los miembros del grupo adquieren confianza, pueden crecer juntos por medio de actividades que los sacan de su «zona de confort» y les permiten enfrentar y vencer obstáculos como el miedo, las dudas, las debilidades, y otros. Dios nos provee muchas experiencias en la vida cotidiana que amplían nuestros horizontes y que nos enseñan acerca de su amor y su poder. Pero el líder debe esforzarse y ser creativo para que el grupo pueda madurar por medio de actividades que les presenten desafíos. La clave para que las experiencias lleven a los jóvenes a un crecimiento es el análisis y la evaluación después de un evento.
  5.  Apoyarse en los anhelos personales -Dios nos indica las áreas en las que debemos crecer y cambiar, y el grupo puede constituir un apoyo en ese proceso, si es que se ha desarrollado un ambiente de confianza y de reafirmación mutua. El grupo puede ayudar a sus integrantes proveyéndoles un espacio en el que pueden expresar sus inquietudes, necesidades y sueños, y recibir apoyo, ánimo, consejos y hasta un lugar en el que rendir cuentas. Es importante recordar que el crecimiento se representa mejor con una espiral que con una línea recta en ascenso continuo. Los anhelos y metas que los miembros establecen, sirven de blanco y de inspiración. No deben crear culpa ni ser motivo de frustración si un joven no los logra en el tiempo o de la forma que esperaba.

No pierdas de vista que la meta que buscas es que los integrantes de tu grupo experimenten relaciones cada vez más profundas con Dios y entre ellos.

Extracto del libro “Raíces” .

Por Félix Ortiz.

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