El Mito de la Tumba Equivocada.

—Déjame que te cuente, Eli, ¡fue la cosa más rara! Estábamos yo, la otra María… déjame ver… ah, sí, Salomé y… lo tengo en la punta de la lengua.

—Anda, sigue, ¿qué pasó? —dijo Elisabet.

—Bueno, ¿quién es la que lo está contando? Con calma. Pues fuimos a la tumba después que había salido el sol, todavía no era de día, ya sabes cómo se pone, que no es ni muy oscuro ni muy claro; que no es de noche pero que tampoco es de día…

Elisabet la miró con exasperación.

—Está bien, está bien —dijo María—. Bueno, como te estaba diciendo, fuimos y encontramos vacía la tumba donde justo la noche anterior habían puesto a Jesús. ¿Escuchaste lo que dije, Eli? ¡Estaba vacía! No había nada. Ni un alma.

—¿Estás segura que era la misma tumba? —dijo Elisabet mirando a su amiga.

—¿Que si estoy segura? Por favor Eli, ¿qué clase de pregunta es esa? ¿Que si estaba segura de que era la misma tumba? Tenme un poquito de confianza, ¿no? Ni que hubiera sido yo la única que estaba ahí… fuimos juntas, y María y yo habíamos estado ahí la noche anterior. Si hubiéramos ido a la tumba equivocada, ¿no crees que una de nosotras se hubiera dado cuenta? ¿Crees que somos tontas o qué?

—Y si crees que andábamos perdidas, ¿qué onda con los ángeles? Ni siquiera te dije de los ángeles, ¿o sí? ¡También estaban en la tumba vacía brillando como rayos! Nos dijeron que no tuviéramos miedo, que Jesús había resucitado como Él nos lo había dicho antes. Me imagino que también crees que los ángeles se equivocaron de tumba, ¿no?

—No quise insinuar nada, pero es que yo solamente…

—Y ya que me dijiste que era una tonta, entonces, ¿puedes decir que Pedro y Juan son unos payasos? Porque después que corrí y se los dije, salieron como una flecha a la tumba vacía. Es más, me ganaron en llegar allá.

»Y todavía más claro, señorita dudalotodo, ¿cuántas tumbas en Jerusalén crees que tienen roto los restos del sello romano?

—Bueno, yo, es que…

—Y ¿qué hay del sumo sacerdote y de los soldados? ¿No crees que ellos sabían cuál era la tumba correcta? Si nosotros hubiéramos ido a la tumba equivocada ¿no crees que nos hubieran dicho: «¡Lero, lero! Fueron a la tumba equivocada, aquí está el cuerpo»? ¿O qué?

—Está bien, lo siento —dijo Elisabet levantando las ma­nos—. No quise insinuar nada tonto.

Desafortunadamente, Elisabet no es la única que hizo tal sugerencia. Kirsopp Lake propuso la teoría de que las mujeres, que reportaron que el cuerpo de Jesús no estaba, fueron a la tumba equivocada. Pero, como María tan firmemente le sugirió a Elisabet, una caminadita de 15 minutos del palacio del sumo sacerdote o de la fortaleza romana en Jerusalén hubiera acabado efectiva y rápidamente, y de una vez por todas con el rumor de una resurrección. Por supuesto, eso no sucedió. Porque en realidad fue la tumba de Jesús la que las mujeres encontraron. Y la encontraron vacía.

Ejercicio.

Desarrolla tu capacidad para enfrentar el mito de la tumba equivocada con este ejercicio:

Lee Mateo 27.57 al 28.15. Haz una lista de los individuos o grupos de personas que sabían de la ubicación correcta de la tumba:

Mateo 27.59-66.

Mateo 27.61.

Mateo 27.62-66.

Mateo 28.2-4,11.

Juan también menciona a alguien que sabía la ubicación exacta de la tumba de Jesús (Juan 19.38-41). ¿Quién era?

Nota que tanto Mateo como Marcos y Lucas mencionan que las mujeres vieron el sepulcro de Jesús (Mateo 27.61; Marcos 15.47; Lucas 23.55). ¿Por qué razón todos tomaron nota de esto?

Extracto del libro “No Dejes Tu Cerebro en la Puerta”

Por J. McDowell y B. Hostetler

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