Continuemos.

Pasan algunos días. La mamá felicita a su otra hija cuando regresa del colegio, por sus buenas notas. Ella también había sacado buenas notas el día anterior pero la madre no le había dicho nada (tal vez no se dio cuenta). El mentiroso aprovecha esta nueva circunstancia y le susurra en sus pensamientos: “¿Te das cuenta? Tu mamá no te quiere. Ella prefiere a tu hermana”. La segunda piedra fue astutamente colocada en su mente.

En ella se forma un prejuicio. De ahora en más la niña juzgará las conductas de su madre desde su propio prejuicio: “Mi mamá no me quiere”. A la semana siguiente, como siente que su mamá no la quiere, comienza a actuar con más rebeldía. Su mamá vuelve a retarla. “¿Ves? Te pega porque no te quiere. Tu hermana también se portó mal pero a ella sólo la puso en penitencia. A ti no te quieren”. Satanás colocó la tercera piedra.

Uno de esos días la madre disciplina bien fuerte a su hermana, pero ella ya no lo toma en cuenta. Actúa según lo que tiene en su interior. Sigue creyendo que su hermana es la favorita de la madre y del padre y que ella no es querida. A medida que pasan los años se vuelve cada vez más sensible. Comienza a sospechar que su hermana tampoco la quiere, que su papá no le muestra interés, que sus tíos prefieren a las otras sobrinas, que para su mamá ella no cuenta, etc.

Se siente no amada, no tenida en cuenta. Siente que no vale para sus padres. Se siente fracasada e incapaz de recibir algo de ellos. Procura entonces tratar de demostrarles que lo que dicen de ella no es así, hace esfuerzos por cambiar, intenta ser diferente a lo que dicen de ella. Pero la mentira en su mente es muy fuerte: “Mi familia no me quiere, ellos no me entienden”. Fracasa en sus esfuerzos por cambiar, se porta peor, se pone más rebelde, trata de irse de la casa. Pero sólo consigue que los demás de enojen con ella y la comparen con la buena conducta de su hermana. “Soy una rebelde. Soy un desastre. Merezco que nadie me quiera”, se dice a sí misma. Otras piedras de mentiras son colocadas en su mente y su fortaleza interior se agiganta.

Comienza a hundirse en su problema, se deprime, no tiene ganas de hacer nada. Acepta todo lo que los demás dicen de ella, o todo lo que le demuestran. Alguien, mentiroso y astuto, le susurra en su mente: “Todo está perdido. Nada va a cambiar”. Siente que es así. Que todo está perdido en ella. Se deprime aún más y sigue creciendo su fortaleza interior. Lo que comenzó siendo una mentira sin fundamentos, con el paso de los años se transformó en una fortaleza mentirosa, en un complejo. La historia de cada uno de nosotros puede ser diferente, pero toda fortaleza en nuestro interior comienza con las mentiras de Satanás.

¿Qué cosas piensas o sientes de ti mismo? ¿Cuánto tiempo hace que lo piensas o sientes?

Nuestro sentido de inferioridad, de incapacidad, de desamor o de no aceptación se agranda cuando nos comparamos con otros y pensamos que ellos sí tienen y reciben todo lo que a nosotros nos falta. Pero esto no es verdad. Si estuviéramos en la vida de ellos nos daríamos cuenta que además de sus cosas buenas, también tienen sus propios problemas no resueltos, sus historias, sus momentos desagradables, sus complejos. El problema es que sólo miramos en los demás lo que nos conviene.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro: “Verdades Que Sanan”

Por Edgardo Tosoni

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