El Mito del Soponcio.

De joven me propuse refutar el cristianismo y probar que era solamente un cuento. Por supuesto, eso no sucedió, por la sencilla razón de que no pude explicar un hecho histórico: la resurrección de Jesucristo.

La resurrección es un punto central y básico del cristianismo. Como Michael Green escribió en su libro Man Alive (El hombre vivo): «El cristianismo no coloca a la resurrección como uno de los múltiples dogmas o credos. Sin fe en la resurrección no habría cristianismo. La iglesia cristiana nunca hubiera comenzado y el movimiento cristiano se hubiera desvanecido en el aire. El cristianismo se sostiene o se derrumba con la verdad de la resurrección. Una vez que se desaprueba, se desecha el cristianismo». Es por esto que tanta gente ha atacado a la resurrección y ha querido probar que fue falsa.

El doctor Hugh Schonfield en su libro The Passover Plot (La conspiración de la pascua) causó una controversia volcánica cuando apareció a mediados de la década del setenta. El libro de Schonfield causó tal alboroto porque discutía una vieja explicación de la resurrección de Jesucristo que llamaron la «Teoría del soponcio».

La «Teoría del soponcio» la popularizó un hombre llamado Venturini varios siglos atrás, y da por sentado que Jesús no murió en realidad, sino que se desmayó (o le dio un soponcio) por cansancio y pérdida de sangre. Todo el mundo pensó que estaba muerto, según esta teoría, pero más tarde recuperó el conocimiento y sus discípulos pensaron que había resucitado.

Schonfield añadió una inteligente variante a la «Teoría del soponcio», concluyendo que Jesús planeó su arresto, juicio y crucifixión, haciendo los arreglos para que fuera drogado en la cruz y entonces fingir estar muerto para recuperarse posterior­mente de los latigazos, de la pérdida de sangre por la lanza en su costado y por los agujeros en sus manos y pies. Pero la «Teoría del soponcio» es un mito.

Jesús fue sometido a azotes con un instrumento conocido como «flagrum», el cual cortaba y rasgaba a la víctima en tiras. A veces los prisioneros no se podían ejecutar porque no sobre­vivían a los azotes. Después de tan intenso castigo Jesús fue sometido a una caminata hasta el lugar de su muerte. Sufrió tanto que no pudo concluir el viaje. Mateo y Lucas relatan que a Simón de Cirene lo obligaron a cargar la cruz después que Jesús se desmayó. Marcos dice en su libro: «Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota…» (Marcos 15.22). Esto bien puede indicar que ni siquiera pudo caminar Él solo hasta allí.

(CONTINÚA…)

Extracto del libro “No Dejes Tu Cerebro en la Puerta”

Por J. McDowell y B. Hostetler

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