Pasaje bíblico: 1 Samuel 24 y 26.

Idea principal

David nos ilustra el enfrentamiento entre dos paradigmas del tiempo: cronos y kayros.

Desarrollo

David era tan sólo un adolescente cuando fue elegido rey de Israel por el Señor y ungido como tal por Samuel, todo ello en un contexto totalmente sorprendente. Sorprendente, porque por un lado, ya había un rey en Israel, Saúl. También porque David no estaba relacionado con los círculos del poder de la época. Del mismo modo nuestro héroe carecía de todo tipo de experiencia militar y/o política. Nada pues en sus antecedentes hacía previsible semejante elección.

David fue escogido por dios no por lo que era, sino más bien y como hemos visto a pesar de todo lo que no era. Únicamente la voluntad soberana de Dios que obró en esa dirección explica que David fuera llamado a ser el sucesor de Saúl.

Después de su ungimiento tiene lugar el ya conocido episodio del combate con el gigante Goliat. La derrota y muerte del filisteo lo convierte en un héroe nacional y permite a David entrar a formar parte del entorno del rey Saúl. Primero, como capitán de su ejército, posteriormente como yerno del rey al casarse con su hija Mical. Todo parecía indicar que David se iba moviendo en la dirección y el ambiente correctos para acabar como nuevo monarca del pueblo escogido.

Pero el éxito de David despertó los celos, la ira y la enemistad del rey Saúl. Como bien sabemos, éste buscó activamente el acabar con su vida por todos los medios directos e indirectos a su alcance.

El resultado fue que David hubo de convertirse en un proscrito huyendo de su suegro que quería eliminarlo al verlo como un claro competidor al trono.

La huida de David fue estratégica, no tenía ni los medios políticos ni militares para oponerse a su adversario y acabar con él, y si algo estaba claro era que David jamás sería rey de Israel mientras Saúl viviera.

El acoso del rey Saúl se hizo cada vez más intenso hasta el punto que David y sus seguidores tuvieron que abandonar el territorio judío y refugiarse en tierra filistea y trabajar como mercenarios al servicio de los enemigos de Israel.

En este contexto de persecución y acoso y, sin olvidar lo anteriormente dicho acerca de la necesidad de que Saúl muriera para que David reinara, se producen los dos episodios que narran los pasajes que se indican en el texto base.

David tiene dos oportunidades de oro para quitarle la vida a Saúl. En primer lugar, hubiera sido defensa propia, ya que el rey quería acabar con su vida.

En segundo lugar, la eliminación física de Saúl aceleraría el cumplimiento de la promesa hecha por Dios a David de que llegaría a ser rey de su pueblo. De hecho, así fue percibido e interpretado por los compañeros de armas de David que una y otra vez le animaron a terminar para siempre con Saúl.

Sin embargo, no fue percibido del mismo modo por David. Él sabía que Dios tiene su tiempo para cada cosa y para cada persona. Sabía y estaba convencido que la voluntad del señor se cumpliría, pero se cumpliría en su momento, cuando él decidiera en su soberana voluntad y, por tanto, David no pretendió ni acelerarla ni alcanzarla por sus propios medios. El futuro monarca era consciente que aquel que le había llamado sería quien le daría el poder y el acceso al trono en su momento, cuando él lo considerara. Como consecuencia, David no tocó y respetó la vida de Saúl. Alargando de ese modo su exilio y postergando su subida al trono israelita. David fue coronado como rey de Judá cuando tenía 30 años, pero no lo fue de todo Israel hasta la edad de 37 años. Desde su ungimiento siendo todavía un adolescente probablemente pasaron más de 20 años hasta que la promesa, en su tiempo, se cumplió.

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