2. El ser humano experimentó una ruptura interior (v.7-10). Comenzó a experimentar sentimientos y estados emocionales que eran ajenos a la experiencia humana previamente. La culpa, la vergüenza, el miedo, la ansiedad y otros estados similares se hacen presentes en la realidad humana como consecuencia del pecado.

3. El ser humano rompe con otros seres humanos (v.12-16). La solidaridad entre Adán y Eva se rompe. La ayuda mutua es sustituida por la acusación mutua y el enfrentamiento. El enseñoreamiento de unos seres humanos sobre otros en virtud de diferencias de sexo, religión, cultura, nacionalidad, recursos, raza, etc., se hace presente en la humanidad.

4. El ser humano rompe con su entorno (v. 17-24). Éste se vuelve hostil, ya no será el lugar ideal que edén representaba. El ser humano se convierte en un depredador del medio natural y, tal y como dice Romanos, toda la creación queda sometida a las consecuencias del pecado.

Aplicación en un mundo postmoderno.

La experiencia de Adán y Eva -con todo y separarnos miles de años- no es diferente a la experiencia que cualquier joven postmoderno cristiano tiene que enfrentar hoy en día. La tensión sigue siendo la misma, es universal y, por tanto, no ha cambiado en el fondo aunque las formas puedan ser totalmente diferentes y más puestas al día. Cualquier joven tiene que resolver hoy en día la tensión entre obedecer la voz de Dios y obedecer la voz de la sociedad en la que le ha tocado vivir y llevar a la práctica su experiencia cristiana.

El reto continúa siendo el mismo. Por un lado la voluntad expresa de Dios y su clara advertencia de que el pecado siempre conlleva la muerte, aunque sus resultados tal vez no sean visibles ni experimentables sino a medio y largo plazo.

Por otro lado la tentación de parte de Satanás de ser libres y autónomos, independientes de Dios y sus mandatos. La promesa de que el pecado no sólo no pasará factura de muerte, sino antes al contrario nos producirá gratificación y placer.

El problema, como en el caso de los primeros seres humanos, se agrava por nuestra propia percepción de la realidad. Hacer caso a Dios y sus consejos es una cuestión de fe, de confianza, y para ello hay que conocer su carácter y haberlo experimentado. Hacer caso de Satanás es, digamos, más fácil porque nuestra propia percepción de la realidad, nuestros sentidos y nuestros deseos nos hacen ver el pecado y el vivir autónomos de Dios como algo más agradable, gratificante y positivo para nosotros.

La tensión sigue siendo la misma. Adán y Eva son para nosotros un ejemplo y un referente de cómo podemos y debemos resolver el conflicto entre nuestra percepción de la realidad y la percepción de Dios.

Extracto del libro “Personajes Bíblicos en un Mundo Posmoderno”

Por Félix Ortíz

 

 

 

 

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