ESTE ARTICULO ESTÁ DIVIDIDO EN DOS PARTES. POR FAVOR, LEE AMBAS PARA ENTENDER COMPLETAMENTE EL MENSAJE. DIOS LOS BENDICE 🙂

TIEMPO DE LECTURA PARA AMBAS PARTES: 10 MIN.

Preparación: Primero que todo sintonízate con Dios. Si lo que quieres decir no viene de su corazón no vale la pena decirlo. Usualmente los mensajes que compar­to son fruto de tiempos de meditación y oración. En términos generales hay dos tipos de mensajes. Uno son los expositivos y otros los temáticos. Los expositivos son aquellos que exponen un pasaje de la escritura y comunican lo que el pasaje le comunicó a sus lectores originales y lo que puede significar hoy. Los temáticos ron­dan alrededor de un tema y usan diversas fuentes bíblicas para la exposición. Es muy obvio que más y más la predicación en Hispanoamérica es de índole temática y no expositiva, lo cual puede ser un peligro ya que la segunda opción se presta más a que le hagamos decir a la Biblia lo que nosotros queremos que diga y no lo que dice. Pero ambos estilos pueden realmente comunicar algo que Dios quiere comu­nicar. Sea cual sea el caso, es indispensable investigar, leer libros relacionados con tu tema, buscar recortes, frases e ilustraciones que te ayuden a crear una imagen clara de lo que vas a comunicar.

Foco: ¿A dónde quieres llegar? Tienes que poder definir el propósito de tu men­saje. En toda buena escuela de homilética (el arte de predicar y preparar sermones) te van a enseñar que si no puedes resumir lo que quieres comunicar a una sola frase, entonces no puedes dar ese sermón. No tienes foco. Sin un foco claro la pre­dicación es cubrir un bache de silencio y cumplir con una tradición. No es suficien­te con tener un tema, un par de puntos y versículos y alguna ilustración. Tienes que definir cuál es el objetivo central de tu mensaje.

Aplicación: ¿Qué quieres que tus oyentes hagan como resultado de tu mensa­je? La respuesta a esta pregunta debe ser evidente en tus palabras. No supongas que tus oyentes van a hacer una conexión automática de lo que dices con su reali­dad. Dales ejemplos concretos de cómo aplicar lo que estás comunicando. Si tu mensaje no tiene aplicación es simplemente una declaración intelectual argumen­tativa. Esta es una buena posibilidad cuando estás solamente enseñando, pero en el caso de un público adolescente ellos necesitan más que eso. Sin conducir a los oyentes a una aplicación producimos oidores y no hacedores.

Primera frase: Los primeros dos minutos de tu mensaje son vitales. Si comien­zas disculpándote o contando algo grandioso de tu ministerio sin ir a un punto de los que traes pensarán que no tienes nada importante para decir o que vienes a que­dar bien. La primera frase es importantísima. Debe ser simple, lo más corta posible, dar evidencias del propósito que tienes en mente y apropiada para tu público. En la práctica aprendí que si empiezo un mensaje en falso luego me cuesta mucho más recuperar la atención del público y encauzar la lógica del mensaje que tengo. Algunos ejemplos de buenas primeras frases son: una declaración original, una pre­gunta, una experiencia fresca, una oración (siempre que no hayan acabado de orar recién), el título de tu mensaje, contar cuando Dios te dio ese mensaje y una pre­dicción. Si estás predicando en otra iglesia o auditorio es bueno saludar y agrade­cer pero mantenlo lo más corto posible. No uses frases “evangeloides” para empe­zar. Comunican que no tienes nada fresco para decir y te hacen predecible en un instante. Ve al grano lo más pronto que puedas.

Público: ¿Quiénes son tus oyentes? Este libro se interesa primordialmente por los líderes juveniles de iglesias locales, pero en este apéndice estamos haciendo consideraciones generales. Si tu público es siempre el mismo no tienes excusa para no conocerlos y adaptarte a tu ámbito. Sus problemas, cuestiones y temas deben estar en tu agenda. Si tu público cambia debes intentar saber lo más posible de ellos. La metodología del mensaje debe adaptarse a cada público. No es lo mismo hablarle a una multitud que a un grupo reducido. Tu tono y tus gestos no pueden ser manejados igual. Mientras que la voz fuerte y el mucho movimiento pueden ayudar en un auditorio grande, las mismas cosas pueden distraer en un ambiente chico y quitarte autoridad al perder naturalidad. El lenguaje también debe adaptarse a ese público. Muchos excelentes oradores de eventos cristianos no pueden comunicarse con un público inconverso porque no saben adaptar su lenguaje. Cuando en nues­tra anterior congregación decidimos enfocar nuestro esfuerzo en alcanzar a jóvenes no cristianos tuvimos que alterar drásticamente nuestro lenguaje. No fue tanto que lo hice porque sabía que debía hacerlo sino porque me di cuenta de que no me entendían. No entendían mis referencias bíblicas ni muchas de mis palabras y por eso empecé a trabajar duro para hablar distinto. No te puedo contar cuanto eso me ayudó a que hoy pueda hablar también en ámbitos seculares.

Extracto del libro “El Ministerio Juvenil Efectivo”

Por Lucas Leys


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Lee el siguiente devocional de la serie: TIPS PARA ARMAR UNA PRÉDICA (PARTE 2)

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