Yo —Dave— recuerdo una de mis primeras experiencias con la tentación. Un día, cuando era niño, salimos, dos amigos y yo, en bicicleta de paseo a la tienda del barrio que no estaba cerca, lo cual nos daba tiempo para conversar. Primero, hablamos de lo que queríamos comprar: paquetes de municiones explosivas para pistolas de municiones, pero, a medida que nos acercábamos a la tienda, la conversación tomó un mal giro. Empezamos a estudiar cuán fácil sería robar las municiones. La idea de conseguir algo sin pagarlo resultaba tentadora y decidimos hacerlo.

Entramos a la tienda y fuimos, derecho, a la sección de juguetes. Yo estaba excitado y asustado a la vez por el robo, mientras mis amigos se echaban un paquete de municiones cada uno en su bolsillo. De pronto llegó mi tumo y ellos se corrieron para que yo viera claramente la presa. Mi corazón latía tan fuerte que pensé que se iba a reventar saliéndose de mi pecho. Sabía que era malo, pero no quería que me tildaran de gallina (cobarde), así que estiré mi mano para tomar el paquete… y me detuve. Me acordé de las cámaras escondidas. Eché un vistazo a la inmensa burbuja de vidrio brillante que pendía del techo. Había una cámara adentro. Mi cuñado trabajaba en la tienda y me había contado todo sobre el sistema de las cámaras. Sería locura tratar de robar algo; ¡estábamos vigilados!

Tímidamente dije a mis amigos que yo no iba a hacerlo; ellos me gruñeron y me llamaron gallina, y nos dirigimos a la salida. Dos hombres del sistema de seguridad de la tienda bloquearon nuestro escape repentinamente, y nos preguntaron, «¿dónde están las municiones, chicos?» mientras nos fulminaban con la mirada. «¿Cuáles municiones?» —replicaron mis amigos al unísono, fingiendo inocencia.

«Vamos, niños, los vimos cogerlas» —contestaron los de seguridad. Mis dos amigos se asustaron y se pusieron a llorar como bebés. Yo traté de ocultar mi alivio por haberme acobardado a último momento. Esa fue una ocasión en mi vida en que, debido a la gracia de Dios y a una cámara de seguridad, yo no me rendí a la tentación.

Queremos hablarte de la tentación en este capítulo para que puedas reconocerla con facilidad y rechazar rápidamente la invitación de Satanás a hacer las cosas a tu manera.

¿QUE ES LA TENTACION?

La tentación es la incitación a satisfacer legítimas necesidades humanas mediante los recursos del mundo, la carne y el diablo en lugar de Cristo (Filipenses 4:19). Cada tentación es una invitación para hacer las cosas a nuestra propia manera en lugar de hacerlas como Dios manda.

La mayoría de nosotros no será frecuentemente tentada a cometer pecados obvios, como robar a mano armada, matar o violar. Satanás es demasiado astuto y retorcido para hacer eso pues sabe que reconoceríamos esos evidentes males y rechazaríamos comportarnos así. En cambio, el diablo nos tienta a exagerar algo bueno y aceptable más allá de los límites de la voluntad de Dios hasta que se vuelve pecado.

Pablo escribió «Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, más yo no me dejaré dominar de ninguna (1 Corintios 6:12). Pablo veía solamente luces verdes en todas las direcciones de la vida cristiana. Todo es bueno y legítimo para nosotros porque somos libres de pecado y ya no estamos bajo la condenación de la ley pero Pablo también sabía que si vamos a doscientos kilómetros por hora en cualquiera de esas direcciones buenas y legítimas, a fin de cuentas nos vamos a pasar la luz roja de la voluntad de Dios, y esto es pecado.

Las siguientes declaraciones muestran los resultados pecaminosos en varios aspectos cuando somos tentados a llevar las cosas buenas que Dios creó más allá de los límites de Su voluntad:

  • El descanso físico se vuelve pereza.
  • El silencio se vuelve incomunicación.
  • La habilidad para ganar se vuelve avaricia y ambición.
  • El placer de vivir se vuelve irresponsabilidad.
  • El placer físico se vuelve sensualidad.
  • El interés por lo que tienen las otras personas se vuelve codicia.
  • El disfrute de la comida se vuelve glotonería.
  • El cuidado de sí mismo se vuelve egoísmo.
  • El respeto por sí mismo se vuelve altanería.
  • Conversar con los demás se vuelve chisme.
  • El enojo se vuelve furia y mal genio.
  • El juicio se vuelve crítica.
  • La amistad con gente del mismo sexo se vuelve homosexualidad.
  • La amistad con gente del sexo opuesto se vuelve inmoralidad.
  • La generosidad se vuelve despilfarro.
  • La precaución se vuelve miedo.

Algunos cristianos confunden tentación con pecado. La tentación no es lo mismo que el pecado. Hasta Jesús fue «tentado en todas las cosas como lo somos nosotros» pero, termina el versículo «mas sin pecado» (Hebreos 4:15). Estamos expuestos a la tentación igual que lo estuvo Jesús mientras estemos en el mundo. Jesús no pecó y nosotros tampoco tenemos que pecar (1 Corintios 10:13). La tentación es como ver la cara del diablo por la ventana; el pecado es sacar la llave y abrir la puerta, dejando que el diablo entre. Recuerda que los límites que pone Dios no son restricciones sino protecciones.

Extracto del libro Rompiendo Las Cadenas Edición Para Jóvenes

Por Neil T. Anderson y Dave Park

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