Cuando creemos que somos el centro de todo, vivimos para recibir. Cuando ponemos al centro a todos, vivimos para dar. Quien vive para recibir, es incapaz de compadecerse de las desgracias de otros, suficiente desgracia es no ser el centro y la atención de los demás. Por el contrario, el que vive para dar, a donde mira, encuentra una necesidad y hace algo al respecto.

Existe una adoración al yo. Yo soy, yo puedo, yo tengo, yo merezco y yo todo. Egoísta es aquel que se ama tanto y se interesa tanto en sí mismo, que no tiene ni tiempo para ver qué pasa en la vida de los demás, por lo que vive con indiferencia. El egoísta atiende a sus deseos mientras ignora las necesidades de un mundo que gime por ayuda. El sueño de muchos es construir un altar al yo, que se demuestra con la riqueza acumulada, ostentada y publicada ante todos, especialmente ahora que es tan fácil proclamarlo desde un celular y a las redes sociales.

Dios no está en contra del que tiene riquezas, sino del que ama las riquezas. La Biblia nos dice: “A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos” (1 Timoteo 6:17). El rico no sólo debe cuidarse de no ser arrogante porque tiene mucho, sino también porque a las riquezas les salen alas y vuelan. ¿Quién no ha visto a alguien tenerlo todo y después perderlo todo? Dios es el que nos provee de todo para que lo disfrutemos. Disfrutar de lo que Dios nos permite producir con el fruto de nuestro trabajo, no es pecado. Pero sí es pecado el saber hacer lo bueno y no hacerlo. Estos son los pecados de omisión, aquellas acciones que no hago cuando debí hacerlas. La segunda parte de este versículo habla precisamente acerca del llamado al rico, Dios no condena que disfrutemos nuestras riquezas, pues nos las da para ello. Pero también hay una orden bien clara que el apóstol Pablo le da a Timoteo su hijo en la fe: “Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. 19 De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera” (1 Timoteo 6:18 y 19).

El rico conforme al corazón de Dios, hace el bien, es rico en buenas obras, es generoso y está dispuesto a compartir lo que tiene con el necesitado. Sólo de esta manera estaremos haciendo depósitos para el futuro celestial. Estaremos sembrando en lo único que trasciende a lo terrenal, la vida eterna. Y es más, no sólo tiene promesa para el futuro, sino que en el presente, se obtiene la vida verdadera.

Creemos que la vida verdadera se encuentra en el tener. Pero la vida verdadera se encuentra más allá que en tener y disfrutar, en compartir con el necesitado de lo que Dios nos ha dado. Pareciera una contradicción pero así funcionan los caminos de Dios. A Él no lo impresionamos con nuestro dinero, Él es el dueño de todo. A Él sólo lo impresionamos con una actitud humilde que reconoce su pobreza espiritual, que posee un corazón arrepentido por vivir rebeldemente ante su perfecta voluntad y que cree que Jesús dejó la riqueza del cielo para salvar lo peor del suelo al morir en la cruz del Calvario. Pero no lo impresiona sólo esto, le impresiona quien imita a Jesús y muere por los demás. (1 de Juan 3:16).

¿Cuándo dará la vida por otros? Difícilmente tendrá la oportunidad de dar como Jesús, la vida por otros. Pero lo que Dios nos está diciendo es que dar la vida es el límite, la máxima expresión de amor. Pero de ese límite para acá, todo. Difícilmente va a dar la vida, pero puede dar todo aquello que sea de menor valor por los demás y esto incluye como se nos ha enseñado, dar de su tiempo, de su talento y de su tesoro.

Existen unas palabras que dijo Jesús y que no se encuentran en los libros conocidos como los evangelios… En el libro de Hechos, leemos al apóstol Pablo enseñar: “Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir” (Hechos 20:35).

Cómo así que ¡Hay más dicha en dar que en recibir! Si a nosotros nos gusta que nos den, no nos gusta dar. De hecho existen muchos predicadores que enseñan que aquel que viene a Dios va a prosperar como que por arte de magia. Un evangelio de Jesús, que apela a la avaricia del ser humano, podrá ser cualquier cosa menos el evangelio puro. Dios prospera, pero nunca al perezoso. Dios prospera, pero no sólo para que vivamos mejor. Dios prospera y lo hace con un propósito de bendecir a otros a través de nosotros.

“Haga todo el bien que pueda, por todos los medios que pueda, en todas las formas que pueda, en todos los lugares que pueda, a toda hora que pueda, a toda persona que pueda, tanto tiempo como pueda” Paul J. Meyer adoptó estas palabras que algunos atribuyen al teólogo Juan Wesley y las vivió a plenitud.

Los cristianos vivimos como máximo con el 90% de nuestros ingresos. Contrario a lo que muchos creen, las iglesias cristianas no obligan a sus miembros a diezmar. Voluntariamente y en obediencia a Su Palabra damos de todo lo que Él nos ha dado. Al dar a Dios, nuestro piso, el mínimo, es el diezmo. Pero dar para el sostenimiento de la obra de Dios y la proclamación de su evangelio no basta. Qué bueno que usted como cristiano sea un fiel diezmador. Pero nunca se olvide del necesitado. Sea rico en buenas obras, se generoso, porque hay más dicha en dar que en recibir. Cuando usted recibe algo usted sonríe, cuando usted da, ambos sonríen.

No sólo puede dar dinero. ¿Tiene talentos?, ¿Es profesional?, ¿Tiene una empresa? Ponga sus talentos, su profesión, su empresa y los servicios que presta sin costo alguno para bendecir generosamente a aquellos que puede bendecir. Si lo da todo gratis quebrará. Pero si aparte de lo que vende decide hacer buenas obras con lo que tiene a hogares de niños, hogares de ancianos, hospitales y más… estará no sólo siendo rico en buenas obras, sino que conocerá la vida verdadera.

Todo lo que tiene viene de la sociedad. Ellos son los que compran bienes y servicios con los que usted puede tener un trabajo. Devuélvale a la sociedad, algo de lo que ella le ha dado. No sólo conocerá la vida verdadera, experimentará la enseñanza de Jesús: “Hay más dicha en dar, que en recibir”. Sueñe con tener, también para devolver.

Recuerde que el dinero tiene poder en este mundo, pero en el cielo las calles son de oro. Ni con todo el dinero del mundo, ni con todas las buenas obras del mundo, podemos comprar nuestra entrada al cielo. Sólo el arrepentimiento de pecados y la fe en el sacrificio de Jesús en la cruz, nos dan el perdón de pecados, la vida verdadera y la promesa de la vida eterna.

Meta de vida #11: Sea generoso. Devuélvale a la sociedad de lo que ella le ha dado.

Desafío #11: Cada mes sea generoso por lo menos con una persona necesitada. ¿Qué de su tiempo y de su talento donará a alguna entidad no lucrativa?

Extracto del libro Metas de la Vida

Por Alex López

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