¿Qué cárceles podemos tener los cristianos? ¿Existen razones para estar preso?

Una vez yo estaba esperando el colectivo, y un flaco se acercó y todo simpático me pre­guntó: «¿Vas a trabajar?», nada más que por comenzar una conversación, porque eran las 9.30 de la mañana de un día domingo…

«No», le contesté, «voy a la iglesia».

«¡Qué!» reaccionó haciéndose el espantado, y me preguntó: «¿En quién crees vos?».

«En Cristo» le dije. Y seguimos conversando, él decía: «No me vas a convencer…».

Yo no quería convencerlo, y se lo dije, la vida cristiana es una experiencia personal, «tenés que vivirla vos». Pero me quedó algo que él dijo: «Si en una de esas me enfermo y estoy por morir, o si me meten preso 25 años en la cárcel, ahí recién voy a pensar en Dios…»

Y pensé, “¡qué cosa, esperar al encierro o la enfermedad para descubrir la plenitud de vida!”

Muchos conocen a Cristo en esos momen­tos… Algunos desde la cárcel proclaman su libertad espiritual, pero que hermoso es disponernos a conocer a Dios y vivir en su presencia mientras tenemos todo por delante, las posibilidades, el futuro ¿No es cierto?

Dejando al pibe en la parada de colectivo, pensé dos cosas:

¿Cómo será estar en una cárcel?

¿Qué «cárceles» podemos tener los cristianos?

En cuanto a la primera pregunta recordé al apóstol Pablo, ¡él sí que sabe de cárceles! formaron parte importante de su vida de cristiano. Estando encerrado, sin embargo escribió una de sus cartas más hermosas: Filipenses. Y su tema principal: ¿cuál podrá ser? ¿Las pruebas y las luchas? NO, ¿El sufrimiento del cristiano? TAMPOCO.

El tema que más resalta en toda la carta es: ¡EL GOZO! Qué increíble no es cierto, podemos experimentar verdadera alegría y gozo genuino, aún en los peores momentos de nuestra vida. Nueve veces aparece la idea del gozo en toda la carta.

Relacionado con esto de la cárcel está la segunda pregunta: ¿De qué maneras podemos los cristianos vivir encerrados en una prisión, sin disfrutar la plenitud del gozo que Cristo prometió? Seguramente habrá muchas alternativas, pero me parece que una habitación que fácilmente se puede transformar en cárcel, es nuestra mente. Lo que pensamos deter­mina lo que somos, se suele decir. La mente tiene la habilidad, otorgada por Dios de crear o destruir, de inventar o de arruinar.

Ella es como un rincón en el que nos ocultamos de los problemas de la vida, algo así como una cuevita, y también puede transformarse en un salón de diver­siones, en el que nos encerramos para «pasar un rato divertido», también puede ser una sala de experimentos donde trata­mos de imaginarnos cómo serán las cosas, una sala de arte, o un salón de vicios, bíblicamente sabemos que ella es un templo en el que habita nada más ni nada menos que nuestro Dios Todopoderoso.

Pero fijáte, en nuestra mente no puede meterse nada que nosotros no permitamos. Tenemos la llave. Nadie puede obligarnos a pensar de un modo u otro, nosotros lo hacemos. Ningún ser humano, espíritu, ni aún Dios, entrará en nuestros pensamientos si nosotros no cedemos nuestra voluntad. ¡Es bueno no! Dios fue tan creativo que hizo de nosotros seres pensantes y libres, a esto se lo llama libre albedrío. Ello por supuesto, acarrea una respon­sabilidad. Lo que permitamos entrar en nuestros pensamien­tos, moldeará nuestra vida nuestro carácter y nuestras decisiones. Por eso dije al principio, que me parece que la peor cárcel que puede tener un cristiano es la de su mente.

(CONTINÚA…)

Por Laura Bermúdez

Revista Nivel 17. Año 4. Nº 20.

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