SEGUNDO: ESTA ETAPA SE ACABARÁ

Hay un dicho que reza: «El camino al infierno está pavimentado con buenas intenciones». Es verdad, la tentación en el ministerio es dar allí todo lo que pode­mos, y creer que Dios cuidará de nuestra familia. Que­remos pasar más tiempo con los nuestros, pero bueno, la iglesia nos espera. Todas estas buenas intenciones, si no se cumplen, nos llevan a un infierno de remordi­mientos y dolores. La cierto es que el tiempo que no le des a tus hijos, no lo recuperarás jamás. Por tanto, si Dios te dio tu familia, hazte responsable de la misma como tu primer ministerio. Y aunque Dios los cuida a través de ti, recuerda que la etapa de la niñez de tus hijos no durará para siempre.

Ahora bien, no me malinterpretes. El hecho de inver­tir tiempo con tu familia como prioridad no es garantía alguna que serán cristianos perfectos. Aunque haga­mos lo que pensamos es lo correcto delante de Dios, es decir, amarles y enseñarles cómo amar, al fin y al cabo solo Dios es el que hace la obra. No obstante, lo impor­tante es reconocer que nuestros hijos nos necesitan, es­pecialmente a una edad tierna. No queremos que tengan su corazón duro porque sientan que los hemos abandonado. En unos años nuestros hijos serán grandecitos y no nos necesitarán tanto. Para ese entonces, tendremos el tiempo suficiente para trabajar completa­mente en el ministerio. Así que aprovechen este tiempo, ¿pero cómo lo podemos hacer? Bueno, abajo les diré.

TERCERO: CALIDAD Y CANTIDAD SON IGUALES DE IMPORTANTES

Siempre escuchamos decir que no importa la canti­dad sino la calidad de tiempo que pases con tu familia. Eso no es cierto, o por lo menos eso es lo que pienso. Cuando era niña y estaba en la primaria, un día le pedí a Dios que alguno de mis padres me recogiera, pues había tenido un día muy difícil. Solo quería estar con ellos. Y aunque casi nunca lo hicieron, ese día fue la ex­cepción. Entonces lloré hasta llegar a casa; y quizá es por esa experiencia que ahora tenemos como prioridad siempre recoger a nuestros hijos cuando salen del colegio. Todavía nos cuentan lo que hicieron y nos enteran de cosas que quizás no nos dirán en otro momento.

Como no solo los recogemos sino también los lleva­mos, los dos más chiquitos se están acostumbrando al día escolar y necesitan que les llevemos de la mano hasta su aula. Sabemos que esta etapa pronto acabará, por eso les dedicamos con mucho amor esos minutos de nuestro día.

Leímos un estudio que afirma que justo antes de que se duerman los niños son más propensos a hablar y contar las cosas que están pensando. Es el momento donde quieren confesar o contarnos sus preocupacio­nes. Y bien, justo esta noche mi hija menor me dijo: «Mami, ¿por qué es que cuando le pido a Dios algo, no me hace caso?» ¡Mama mía… qué pregunta más com­pleja! Esa es una de las razones por las que no quiero perderme de esos momentos; y esto no solo exige cali­dad, también cantidad.

Del mismo modo lo hacemos con nuestro grupo de jóvenes. Cumpleaños, graduaciones, reuniones, esos son instantes que no perdemos con ellos. Aquí es donde muchas veces podemos disfrutar de la cantidad.

Junto con mi esposo entendemos que el ministerio implica que muchas veces debemos sacrificar tiempo familiar para dedicárselo a esto. De modo que aquí es donde calidad toma su rol importante. Algo que hace­mos cada noche en familia es preguntarnos por nues­tros «altos» y «bajos», es decir, por las cosas buenas o malas que vivimos. Creo que lo empezamos a hacer porque lo vimos en una película. Si no estamos en casa, llamamos a nuestros pequeños por teléfono para preguntarles.

Ahora bien, calidad también es programar vacaciones donde toda la familia disfrute de estar y descansar jun­tos. Y no importa tanto el lugar sino que compartan * juntos de este espacio en mente, alma y espíritu. Al margen de lo dicho, está comprobado que un retiro tiene muchas ventajas para los grupos de jóvenes. Allí suelen unirse, disponerse, y sentirse más libres mien­tras disfrutan de estar lejos de lo normal. Si ellos la pasan así de bien, también tu familia lo podrá hacer. De modo que separa al menos una vez por año una salida de este tipo con los tuyos.

Recientemente uno de nuestros jefes nos dijo que si realmente creemos que la familia toma prioridad antes del ministerio, deberíamos programar nuestro calen­dario principal basados en nuestros planes familiares. Sin embargo, la realidad es que todos hacemos lo con­trario: planificamos todo nuestro trabajo y luego sí mi­ramos dónde podemos encontrar un espacio para nuestra familia. Debemos cambiar esa actitud.

A mi esposo le encanta decirme, cuando no quiere acompañarme a realizar las compras o algún quehacer para él desagradable: «Mejor dividimos y conquistamos».

Quizá tiene razón en cuanto a las cosas rutinarias que hay que hacer todos los días, pero cuando tiene que ver con la familia o con nuestro grupo de jóvenes, la verdad es que «unidos triunfamos».

Extracto del libro “Consejos desde el Frente”

Capítulo por Lisa Brown


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