«Sino transformaos» (Ro.12:2)

Para ser diferente hay que cambiar. ¿Estamos dis­puestos a transformarnos? ¿En qué consiste esa transformación?

En mi niñez, durante algunos años, me dediqué a criar gusanos de seda -más de uno de vosotros lo habrá hecho también-. Lo más sorprendente de la crianza de gusanos es cómo fabrican el capullo. Se envuelven en él y más tarde aparecen nuevamente, esta vez, como mariposas. El término científico que define esta trans­formación se llama «metamorfosis». Te cuento esto porque en su texto original la palabra que aparece es «metamorfosis», bueno, exactamente no como sustan­tivo, sino como verbo. Si tuviéramos que traducirlo de forma literal, diría algo así como: «metamorfoseaos», en imperativo. Lo que Dios nos pide no es una opción, es un mandamiento. Somos llamados a transformar­nos, mutarnos, a sufrir una auténtica metamorfosis. Así que el reto de ser diferente no es porque me gusta ser un «friki», sino porque mi Dios me lo pide de forma explícita. La metamorfosis, según el dicciona­rio de la Real Academia de la Lengua Española, es el cambio que se experimenta no sólo en la variación de la forma, sino también en las funciones y en el géne­ro de vida. También indica que la metamorfosis es complicada, ya que la forma al nacer no tiene ningún parecido con la que tiene en su estado adulto. Esto ocurre con los gusanos y otras especies animales; se produce un cambio total, integral, en todos los aspec­tos. Desde luego un gusano y una mariposa no tienen nada en común, cambian sus órganos internos, su aspecto externo y cambia su forma de vida. Pasan de arrastrarse por el suelo a vivir volando.

Cuando pienso en esta ilustración aplicada a mi vida me doy cuenta de que la opción de seguir a Jesús es mucho más que la aceptación intelectual de su mensaje. Se trata de cambiar mis hábitos, mi forma de vida, mi ca­rácter, el enfoque que doy a todas las cosas. El cambio que nos pide Dios no es un cambio pequeño ni a medias, sino algo realmente complicado. Dios nos pide un cam­bio radical, un cambio completo, una entrega total, y él mismo señala en la Biblia que «le dan náuseas aquellos que no son ni fríos ni calientes», aquellos que han decidi­do vivir una fe mediocre, a medias, sin entregarse total­mente. Creo que el problema principal que enfrenta el cristianismo hoy día, y especialmente los jóvenes cristia­nos, es precisamente no dejar que su vida sufra una me­tamorfosis. Somos cristianos a medias, cristianos que no queremos renunciar a nuestra vida de bienestar, a nuestro sillón, a nuestro fútbol, a nuestra partida con la videoconsola, a nuestro tiempo, dinero o placer.

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