“No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7).

¿Te imaginas poder volver a nacer? Algunos dicen que cambiarían muchas cosas de su vida. Sería una oportunidad de oro: volver a aprender, caminar, tropezar, empezar a hablar quizás de otra manera, ser educado diferente, volver a crecer de una manera más sana y alimentarse mejor. La invitación de Jesús nos lleva a nacer de nuevo, a darnos una nueva oportunidad por Voluntad de Dios. Muchos se llaman Hijos de Dios, pero para serlo hay que volver a nacer de Él. Ser cristiano no tiene nada que ver con afiliarse a alguna iglesia de manera nominal, o estar en una familia cristiana. Tampoco sirve de nada tener un nombre u otro, ser de una denominación u otra. Lo importante es si has nacido de nuevo y si eres hijo de quien dices ser.

Ninguna institución salva, solo Dios salva. ¿No?

Tampoco tiene que ver con una frase que pronunciaste hace un montón de tiempo diciendo que querías que Jesús entrase en tu corazón. Si lo hiciste, pero no naciste de nuevo tampoco importa. Mucho menos es una creencia solo intelectual en un Dios que se hizo hombre y murió por nosotros. Tiene que ocurrir algo más, algo que solo Dios puede hacer, tienes que nacer, otra vez. Dios te tiene que salvar a TI. Y eso implica muchas cosas.

“Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).

Por lo que a nosotros respecta, nacer es decidir empezar de cero, hacer que tu vida tome otro rumbo y reconocer a Dios como tu Padre. Amarle. En la iglesia actual parecemos más interesados en una filiación escrita en un papel que en que la gente reconozca a Dios como Padre y a Jesús como Señor. La relación con Dios que nos enseñó Jesús es una relación de padre a hijo, con todas las consecuencias que ello conlleva: conocerle, escucharle, ser corregido y parecerte cada vez más a tu padre en la medida que creces (eso dicen que me pasa a mí con mi padre, es pura genética).

Otro aspecto de nacer de nuevo, es que nadie nace mayor, sabiendo las cosas. Nacemos bebés, y debemos alimentarnos bien si queremos crecer y recibir los cuidados necesarios. En una igleburger se está alimentando a los bebés con perritos calientes espirituales.

¡Qué importante es dar el alimento correcto en el momento correcto! No podemos permitir que el amor de Dios, su perdón, su llamado al arrepentimiento y la comprensión de los hermanos, sea sustituido por un mensaje acerca de cómo hacer crecer una empresa que tiene nombre de iglesia, pero que en realidad está más pendiente de las cuentas económicas que de las cuentas con Dios. No es iglesia lo que se parece a una iglesia externamente.

“Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto” (Apocalipsis 3:1). Es nuestra responsabilidad conocer qué es lo que necesitan los recién nacidos, responsabilidad de todos. Recuerda cuando tú naciste de nuevo.

¿Qué era lo que necesitabas? ¿Lo que de verdad necesitabas en lo más profundo de tu ser? ¿Ya lo sabes? Dáselo también a los demás.

“El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Santiago 1:18). El punto de partida es Él, no nosotros. Es Dios quien nos hizo nacer, quien hizo el milagro de que le creyéramos y se esforzó en hacernos entender su amor. Así que descansa en él, sabe los hijos que quiere tener.

Ahora bien, parte de nuestra responsabilidad es hacer crecer lo que Dios ha hecho nacer. Así que no nos durmamos en los laureles y alimentémonos bien y crezcamos como debemos. Y para crecer en la iglesia debemos entender que no basta con lo que nos dan el domingo. El crecimiento depende sobre todo de nuestra relación con Dios y con los demás.

Cada día.

POSTRES

  • ¿Si volvieras a nacer que cambiarías?
  • ¿Cómo sé que soy un hijo de Dios?
  • ¿Qué significa para ti Romanos 10:9?

Extracto del libro “Igleburger”

Por Alex Sampedro

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