“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. (Filipenses 3:7-8).

Pablo, el de Tarso, estaba en la misión. En su mente no cabía una igleburger de ningún tipo. Él se dedicaba a fundar iglesias a lo largo y ancho del Imperio Romano, sin aviones, sin Internet, sin CDs de música ¡Sin powerpoint! Dios lo había llamado tirándolo al suelo, con una luz fulgurante que lo dejó ciego temporalmente. La conversación que tuvieron es interesante, hablaron de coces, aguijones y demás. La típica conversación que solemos tener con Dios…

“Mas yendo por el camino, aconteció que, al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”. (Hechos 9:3-6).

Dios lo llamó para salvarle y para que Él viviera la aventura que jamás soñó. Mira lo que le dijo Dios a un profeta que tenía que curarle la vista a Pablo, después de su conversión.

“El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”. (Hechos 9:15-16).

Sí. Pablo iba a descubrir una vida entregada a Dios, una vida en medio de un huracán. Realmente apasionante.

Antes, Él había logrado muchas cosas. Tenía un curriculum digno de admirar en su época, había tenido los mejores profesores: “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible”. (Filipenses 3:4-6).

“Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros”. (Hechos 22:3).

Nosotros hoy también queremos conseguir muchas cosas parecidas. Un nombre, una posición, una buena formación, un buen trabajo, una carrera profesional que ascienda vertiginosamente, una familia acomodada, recursos y caprichos.

Cuando nos convertimos en cristianos y no dejamos atrás esos deseos nos acercamos a Dios pidiéndole que nos dé todas esas cosas que no tienen porque no ser lícitas. Y una y otra vez le pedimos y le rogamos por todas esas cosas. Pero Pablo, que vivía sólo para Dios, dice que estima todo eso como basura.

Estiércol podría ser una buena traducción. Y no es que Pablo crea que todo eso no sirva para nada, sino que, en comparación con el conocimiento de Dios, es como basura. Lo tiene como pérdida, como algo que no le aporta en comparación con el amor de Jesús y el poder conocer a Su Señor.

Y de una forma muy real, Pablo perdió todo eso y lo tuvo por basura para ganar a Cristo. Es decir, para tenerlo a Él. Antes de ganar un buen trabajo, una buena reputación, ser el mejor en los estudios, o antes de ganar un buen sueldo, prefería ganar a Cristo y estar en Él y con Él.

A la comida rápida, también se le llama comida basura, no porque sea algo imposible de comer, sino porque comparado con otros platos la verdad es que dejan mucho que desear. Aparte no es comida muy saludable, sólo hay que ver el documental “Super Size Me”. Acabas teniendo problemas de colesterol, sobrepeso, etc. Y, aunque engorda, no es muy nutritiva. ¡Pero cómo nos gusta!

Y a pesar de que lo sabemos, hoy nos acercamos a nuestro Dios y la oración que más le repetimos es: ¡Oh Señor! ¡Dame más de todo esto que quiero! ¡Más comida basura! ¡Aumenta mi contenedor para que pueda albergar más basura! ¡Por favor! Te lo pido, en el nombre de Jesús. Amén.

Nuestra oración es un reflejo de lo que hay en nuestro corazón. Si en nuestro interior nuestras mayores preocupaciones son las que he mencionado más arriba, nuestra oración se parecerá bastante a esta. Y gracias a Dios, estas oraciones no siempre son respondidas. Dios no quiere darnos comida basura, quiere darnos lo que necesitamos. Y lo que necesitamos es conocerle, vivir en su Reino, y que se haga Su Voluntad en nuestras vidas de una forma real, porque Su Voluntad es la única que es buena, agradable y perfecta. (Romanos 12:2).

Por eso te recomiendo que no pidamos más comida basura y dediquemos nuestra vida a vivir buscando lo mejor para ganar a Cristo.

POSTRES

  • ¿Qué cosas son las que Pablo considera basura?
  • ¿Por qué las consideraba basura?
  • ¿Qué cosas importan ahora en nuestra sociedad que podrían considerarse como basura, comparado con el conocimiento de Dios?
  • ¿Cómo deberían ser nuestras oraciones, qué deberíamos pedirle a Dios?

Extracto del libro Igleburger

Por Alex Sampedro

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí