LA DIFERENCIA ENTRE UNA HAMBURGUESA Y UN BISTEC
¿Estás dispuesto a pagar el precio? Sí, hay un precio que pagar. Aunque Jesús nos salvó por gracia, seguirle cuesta y cuesta mucho. El nos lo dijo así: “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. (Lucas 14:27).
“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”. (Romanos 8:17).
Jesús lo tenía todo, era el Hijo de Dios. Podía haberse hecho el rey del mundo sin necesidad de sufrir, pero eso no nos hubiera salvado. Tuvo que pagar un precio, pero no por Él, sino por los demás. Por eso la pregunta es ¿Estoy dispuesto a pagar el precio por los otros?
Todos, si somos más o menos inteligentes, estamos dispuestos a sacrificar algo de nosotros por un bien mayor para nosotros. Por ejemplo, aunque me apetezca mucho salir esta noche con mis amigos, me sacrifico, me quedo a estudiar, sabiendo que mañana en el examen lo podré hacer bien, aprobaré y tendré la recompensa de mi terrible sacrificio. Es algo que hago por mí. Pero, ¿Me quedaría, no para aprobar yo, sino para que aprobara otro? ¿Estaría dispuesto a pagar el precio si la recompensa fuera para un tercero?
Pues ese es el llamado de Dios. El Señor nos ha llamado para servirle, pero ¡No se puede servir a Dios directamente! Él no necesita nada de mí, lo tiene todo, sólo puedo servir a Dios a través de servir a los demás.
Y es que mi vida, después de la conversión, cambia de enfoque. Y aunque debo seguir esforzándome para ser cada vez mejor hijo de Dios, para buscar su Voluntad, estar con Él, formarme como Dios quiere, etc. debo enfocarme en lo que puedo hacer por los demás: Cómo buscar nuevos hijos de Dios, buscar su Voluntad en otros, ayudar a otros a estar con Él, formarlos como Dios quiere, y traer su Reino a esta tierra.
Y entonces, lo que hago ya no me tiene a mí como protagonista, sino a Dios y a los demás.
“Aquél, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. (Lucas 10:27).
Estos son los mandamientos que Jesús nos enseñó como los más importantes. Y alguno podría decir: Entiendo que tengo que amar al Señor, y también lo haré con mi prójimo, pero ¿Qué hay de mí?
El Señor sabe que somos capaces de hacer muchas cosas para nosotros. ¿Somos capaces de hacer lo mismo por Dios y por los demás? Ese es el precio a pagar al que nos llama el Señor.
Dios ya ha hecho todo lo necesario por nosotros, ya pagó el precio que hacía falta para rescatarnos, ahora es nuestro turno. Y en realidad, pagar el precio, trae consigo una vida cristiana plena, justicia, paz y gozo. En el fondo, ésta es la verdadera felicidad, lo que realmente alimentará tu alma. No hay mayor alegría que cumplir con estos dos mandamientos.
Por eso debes escoger entre vivir con la mentalidad de igleburger y disfrutar del evangelio solo para ti, o decidir probar el bistec de vivir para Dios y para los demás.
POSTRES
- ¿Qué significó la cruz para Jesús?
- ¿Qué significa la cruz para nosotros hoy?
- ¿Por qué tenemos que pagar el precio si Él nos salvó gratuitamente?
- ¿En qué medida estamos pagando el precio por los demás? ¿Cómo?
Extracto del libro Igleburger
Por Alex Sampedro