Muchos, muchos años después se celebró otra cena, en Jerusalén, que recordaba a aquella que se celebró en Egipto. Era la Pascua, la Fiesta de los panes sin levadura, durante miles de años se había celebrado recordando que era Dios el que salvaba, que nadie podía hacer nada para ser libre, sólo Dios los podía rescatar, y lo hizo con toda su fuerza en Egipto. El cordero sobre la mesa sin un hueso roto como marcaba la tradición, y ese pan sin levadura recién hecho todavía estaba caliente, recién sacado del horno. Y nada como un buen vino mediterráneo para acompañar una buena carne. Y ese Dios que en el pasado los liberó, ahora estaba sentado en la mesa con ellos, disfrutando de aquel banquete.

Su Pascua. La que el instituyó para que recordáramos.

Jesús sabía que después de esa fi esta, en la madrugada, lo iban a apresar, sería traicionado por uno que compartía mesa y plato con Él.  Y en unas horas moriría en una cruz. Era su última cena. Su última fi esta, y quería aprovechar ese momento con sus amigos. Él vino a esta tierra a por su novia, una novia que había sido esclava por mucho tiempo. Por eso dejó la gloria del Padre. ¡Jesús vino a la tierra para buscar novia! Pero sabía que eso le iba a costar muy caro. Quería traer salvación a este mundo, a todo el que clamara a Su Nombre. Todos habíamos decidido negar su amor, intentar hacer las cosas por nuestra cuenta sin contar con Él. Pero, a pesar de todo, Él vino por nosotros. Para librarnos del temor a la muerte.

“… y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”. (Hebreos 2:15).

Pero sabía que igual que en aquella pascua de antaño, alguien tenía que pagar para salvar a los esclavos. Alguien tenía que morir.

En aquella despedida de soltero Jesús les estaba diciendo a sus amigos que Él iba a pagar por nuestra redención (El pago que hace falta para que un esclavo sea libre), y que nos esperaría para celebrar la boda pronto.

“Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios”. (Lucas 22:15-16).

Aquellos que estaban en la mesa tomaron pan, el pan de la Pascua, y vino (del bueno, ¿Qué exégeta serio puede defender, a día de hoy, que era mosto?). Jesús les dijo que eso representaba su Vida. En el texto falta el ingrediente principal de la mesa, El Cordero. EL que de verdad iba a sufrir.

El Señor les dio a entender que aquella salvación que se había celebrado durante años, aquel símbolo repetido cada Pascua, se iba a hacer realidad delante de ellos. Y no sólo para un pueblo, sino para Todos los pueblos. Y que no iban a ser libres solo de un sistema, iban a ser libres del sistema que gobierna todo el mundo. La esclavitud de la muerte, el destino de todos.

“Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte”. (1º Corintios 15:26).

Porque, cuando uno vive en ese Egipto, cree que no tiene opción, que nació para ser esclavo y al fi nal morir. JHVH vino a romper con eso. A salvarnos a cada uno de nosotros para hacer un nuevo pueblo, a rescatarnos de nosotros mismos, de nuestros pecados, de nuestra vida sin sentido, y a darnos verdadera libertad.

Jesús pagó por nuestros pecados, sufrió injustamente, como aquel cordero de la Pascua. Por eso lo llaman el Cordero de Dios. El primogénito que iba a morir a cambio de los demás. “Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios”. (Juan 1:36).

En aquella cena, Jesús estaba celebrando la libertad que iban a vivir aquellos que estaban con Él. Pero, a la vez, por dentro, su alma estaba angustiada. Sabía que ahora le tocaba a Él. Él era la verdadera Pascua, Él era el verdadero Cordero, el que fue inmolado antes de la fundación del mundo. (Apocalipsis 13:8).

Él era el plan de Dios, incluso antes de Adán, no lo improvisó. Fue su eterno plan, lo que iba a ocurrir desde un principio. ÉL mismo, el Ser perfecto se iba a entregar por su creación. El amor elevado al infi nito, el Creador que muere por su creación. La humildad del Ser más grande del universo. Y así, Jesús me salvó, y por eso me siento en su mesa, y recuerdo (celebro) con el pan y el vino, que Él es el Cordero que murió por mí, que no lo merecía, pero me sacó de mi Egipto para llevarme a vivir una aventura eterna. Por eso recuerdo aquella despedida de soltero, cada vez que me siento con mis amigos a recordar aquella pascua, esperando el día en el que me siente en la boda de mi amigo Jesús, lo que la Biblia llama “las Bodas del Cordero”. Aquel día Jesús volverá a tomar vino conmigo.

“Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado”. (Apocalipsis 19:7).

Mientras tanto, como amigo del novio que soy, sigo buscando a quién más puedo invitar a esa boda. ¿Te apuntas? Hoy disfruto de su libertad, disfruto de mi familia, disfruto del pan y el vino.

Mientras tanto, en los postes, el vertical y el horizontal, la sangre del Cordero.

POSTRES

  • ¿Qué relación tiene la historia de la Pascua en Egipto con la última Cena del Señor?
  • ¿Qué representa esa Cena para nosotros hoy?
  • ¿Qué significa que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo?
  • ¿Cómo me afecta esta Cena a mí?

Extracto del libro Igleburger

Por Alex Sampedro

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