Y… Llegado a este punto he de reconocer que me gustan las hamburguesas.

Claro que sé que no me harán mucho bien, pero es lo que me apetece. Tengo lo que la Biblia llama “los apetitos de la carne” no sólo para tener un dios a la carta sino para hacer lo que quiera con mi vida. La Biblia nos enseña en algunos sitios cuales son esos apetitos, esas cosas que a veces nos apetece probar:

“Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3:5).

“Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca” (Colosenses 3:8).

Pablo de Tarso era un experto en hacer listas, tenía listas para todo, el fruto del espíritu, dones, ministerios y también pecados, etc. Era como un hobby para él, hacer listas. Aquí hay otra: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21).

Ahí es nada. En este caso nos habla acerca de que hay cosas que de forma “natural” nos llaman la atención, desde cuestiones sexuales, relaciones personales, nuevas sensaciones y las consecuencias del orgullo: envidias, disensiones, partidismos, celos, pleitos, enemistades.

Y nosotros, los cristianos creemos que esas cosas ya no nos afectan. ¿Cómo nos van a afectar si hemos nacido de nuevo? ¿No ha muerto Jesús en una cruz para librarnos de esas cosas? Sí, pero, mira lo que le pasaba al de Tarso: Romanos 7:15-21.

Intenta leer este texto de nuevo lo más rápido que puedas, y luego párate a pensar cada frase, es un verdadero trabalenguas, un mundo interior confuso del que Pablo no estaba exento.

¿Cómo? ¿A Pablo le pasaba esto? ¿El de las cartas a las iglesias?

Él estaba en una lucha contra sí mismo, contra su carne, esos apetitos que le molestaban y querían que volviera a comer hamburguesa. Seguir a Jesús no significa que ya no querrás probar nada más. Tampoco significa que no tenemos remedio, y por eso no podemos abandonarnos a nuestra carne sin pensar en las consecuencias, Dios nos va a dar la capacidad para luchar y vencer si vivimos de acuerdo a Él. Pero recuerda:

Tu carne, que está vendida al pecado no se convierte nunca. Hay que luchar contra los deseos de la vieja manera de vivir, lo que la Escritura llama las pasiones. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gálatas 5:24-25).

Muchos podrían decir que hacer eso es reprimirse, y lo ven como algo negativo. Imagina a una persona con problemas con la comida y conviviendo con una de sus consecuencias, la obesidad. Aunque entrara en razón y supiera que no debe comer demasiado, que debe cuidarse, comer a sus horas, tomar más verduras y menos carbohidratos, ¿No se negaría a sí mismo cada vez que pasara por un restaurante de comida rápida o cuando viera un bocadillo de calamares con mahonesa? ¿Diríamos que eso es reprimirse? ¿No sería más bien cuidarse? ¿Cambiar unos apetitos por unos deseos más profundos de salud física y emocional?

Te lo dice alguien que tiene problemas con la comida. Aunque sé lo que está bien y lo que es mejor para mí, muchas veces no hago caso a mi verdadero yo y me dejo llevar por esa carne, en todos los sentidos posibles de la palabra.

Por eso, a veces en nuestra vida espiritual usamos esos apetitos, nos creamos nuestro propio dios, para que se adapte a nuestros deseos. Un dios que nos dice: “Haz lo que quieras, no trates con tu carne, con tu carácter, no es para tanto”. Pero eso puede tener consecuencias terribles para nosotros.

Debemos reconocer nuestra condición de pecadores, (que es una de las señales de que hemos nacido de nuevo) y no poner nuestra confianza en nosotros, nuestros sentimientos, ni siquiera en nuestros pensamientos, que viven influenciados por el corazón, sino por lo que hizo Jesús por nosotros.

Sí, muchas veces me apetece una hamburguesa, y yo, que tengo problemas con la comida, podría decir que estoy en mi derecho, que no debo reprimirme, que es lícito, pero eso no significa que me convenga.

“Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” (1º Corintios 10:23).

Mi vida cristiana es también una lucha contra mi Yo, contra mis apetitos, y debo aprender que lo que me apetece no es siempre lo que me conviene. Seguir una dieta puede ser duro al principio, pero después me ayudará a tener mejor peso.

“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2º Corintios 4:17).

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12:1).

Reconozcamos que nos gusta la comida basura. Tristemente, hasta que no vemos claramente las consecuencias de vivir así, no tomamos la decisión de empezar a cambiar nuestros hábitos. Pero hoy puedes decidir reconocer tu condición y permitir que tu nueva naturaleza escoja comida de calidad y no la que estabas acostumbrado a consumir, y dejar de ser guiado por la carne y empezar a vivir en el espíritu. Andar como Jesús.

POSTRES

  • ¿Qué cosas nos atraen aunque sabemos que no nos convienen?
  • ¿Por qué crees que cedemos ante esos impulsos?
  • ¿Qué solución da la Palabra de Dios a esto?
  • ¿Cómo lo podrías aplicar a tu vida de manera práctica?

Extracto del libro “Igleburger”

Por Alex Sampedro

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