Cuando uno siembra, lo normal es que, si cuida la semilla, la siembra en un buen lugar, la riega como Dios manda y cuando toca cambiar y a su tiempo arranca las malas hierbas que crecen alrededor y que intentan robarle los nutrientes, dé fruto.

Lo que no es normal es que no dé fruto. Hay muchos cristianos “normales” por el mundo, se supone, o así nos llamamos, pero sin fruto. Esto es simplemente insostenible. La semilla de la Palabra de Dios debe dar fruto, sí o sí; si ha caído en buena tierra que ha sido cuidada, da fruto.

Miremos a la iglesia, y a nosotros. ¿Qué es un cristiano normal? Alguien que va a la iglesia y que más o menos se comporta como un cristiano más, como los demás, como la cultura evangélica le ha enseñado, cristianos domados, acomodados, cristianos burgueses. Que pecan poco 🙂 y a veces hacen algo, siempre y cuando no les venga mal con su trabajo, o no les coincida con sus vacaciones, puente, tardes libres para ver la televisión, siesta o Play Station.

Y yo me pregunto: ¿Será ese el fruto que Dios nos ha llamado a dar al 30, 60 y 100 por 1?

¿Qué fruto es el que espera Dios que demos como buena tierra?

Cuando hablamos de fruto, lo primero que nos viene a la cabeza es el fruto del Espíritu que es “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza” (Gálatas 5:22-23).

Y eso está muy bien. Debemos buscar dar ese fruto en nuestras vidas. Pero me atrevería a decir que el fruto del espíritu se da dentro de una vida cristiana de verdad, nunca al margen de ella. Una vida dinámica, una vida en comunidades activas de fe, arriesgada, que lucha contra las obras de la carne.

Si leemos el resto de gálatas 5 y 6 (esto sería un ejemplo de referencia, cuando puedas échale un vistazo a la carta de Pablo) verás que después del fruto nos habla de no cansarnos de hacer el bien, no desmayar, seguir luchando, cuidar de todos, especialmente de los de la familia de la fe.

Y también nos habla de seguir sembrando. (Gálatas 6:7) Seguir sembrando ¿Qué?

Si volvemos a la parábola del sembrador, lo que se siembra es Palabra de Dios. Jesús lo explica en Lucas: “Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios” (Lucas 8:11). Por lo tanto en el contexto de la parábola, si hacemos una interpretación natural es que el fruto debe ser también Palabra de Dios.

Si siembro con la semilla de la naranja, el árbol dará naranjas, si siembro con la semilla de la Palabra de Dios, el árbol dará Palabra de Dios. ¿No?

Si somos buena tierra debemos dar como fruto más Palabra de Dios, para mí y para otros, ayudando así a extender el Reino de los cielos. Comprender la Palabra, ponerla por obra, vivirla, extenderla y sembrarla en más y más tierra.

Si estamos plantados en el lugar correcto y no junto al camino, la semilla no será devorada por esos pájaros que tantas veces revolotean nuestra cabeza.

Si ahondamos bien nuestras raíces en Su Palabra, lo que quema a otros, ese sol abrasador que son las pruebas, para nosotros será un factor de crecimiento.

Es interesante que el mismo sol, las mismas pruebas, no tengan los mismos efectos para todos. Si la semilla no ha profundizado en sus raíces se quemará rápidamente pero si ha ahondado lo suficiente en su Palabra, las pruebas ayudarán a la fotosíntesis, al crecimiento. Las pruebas son necesarias para que la semilla al final dé fruto.

Si sabemos guardarnos en santidad, apartados para él, arrancando de raíz esas malas hierbas que crecen a nuestro alrededor, si no nos descuidamos, podremos mantener limpio ese brote y los espinos no nos harán sombra, y podremos gracias a los nutrientes y el agua que proviene de la tierra y a las pruebas del sol que nos ayudan a crecer, dar fruto a su tiempo con perseverancia.

Si no estamos dando ese fruto debemos examinar nuestras vidas delante de Dios y ver si realmente somos buena tierra o nos hemos acomodado a ser parte de una igleburger. “Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán” (Salmo 126:5).

POSTRES

  • ¿Cómo es la buena tierra? ¿Qué frutos da?
  • ¿Qué crees que necesita la buena tierra para dar fruto?
  • ¿Qué clase de tierra crees que eres? ¿Por qué?
  • ¿Qué crees que necesitas hacer para ser buena tierra?

Extracto del libro “Igleburger”

Por Alex Sampedro

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