#8. TENGO QUE ESFORZARME PARA GANAR EL AMOR Y LA ACEPTACIÓN.

Un apabullante 95% de las chicas con quienes hablamos confesaron que, desde siempre, o en ocasiones, esta mentira las había afligido.

“He luchado con la depresión durante cinco años. Siempre siento de alguna manera que no valgo, que no soy lo bastante buena. Sé que Satanás es quien me dice que nunca lo conseguiré, que nada podré lograr en la vida”.

“Tan pronto llegas a los últimos años de secundaria, la universidad se convierte en una obsesión. Si tienes una mala calificación todo el mundo lo nota. Cada día sientes esa gran presión de que las decisiones que tomas afectarán tus posibilidades de ingresar a la universidad. Es algo que te persigue todo el tiempo”.

“Quiero obtener una beca para jugar a la pelota en la universidad. Cuando tengo un mal juego, Satanás me dice “te fue mal esta vez, y para completar, todas estas cosas te salen mal… Siento que así es como todo el mundo me ve”.

¿Estás segura de que es así como todos te ven? Es probable que sientas que todos, aun Dios y tus padres, te juzgan por tu desempeño. Pero ¿es cierto esto? Empecemos a desnudar esta mentira echando primero un vistazo a cómo te ve Dios.

Tu valor no depende de lo que haces, sino de cómo Dios te ve. Yo (Dannah) amé a cada uno de mis hijos incluso antes de siquiera conocerlos… Estaba impaciente por abrazarlos cuando llegaron a mi vida, y no soy más que un ser humano. ¿Cuánto más te amará Dios a ti, que eres su hija?

Él te escogió desde antes de la fundación del mundo (Ef.1:4). Él te tejió en el vientre de tu madre y declaró que has sido una obra “formidable, maravillosa” (Sal.139:14). Te amó antes de que tú pudieras amarlo a Él (1º Jn.4:9). Y si perteneces a Él, nada podrá separarte de su amor (Ro.8:38-39). Tu valor no depende de lo que tú haces, sino del simple hecho de que existes.

ESCRIBIR SOBRE LOS TEMORES POR TUS LOGROS

Como tus padres no son Dios, es posible que puedan estar obsesionados con tu desempeño académico o deportivo, o en cualquier otra área en la que sobresalgas. Sin embargo, es mucho más probable que tú sientas que ellos están obsesionados con tus logros. ¿Cómo puedes saberlo? ¡Habla con ellos!

Si te parece difícil expresar tus sentimientos cara a cara, intenta escribirles una carta. Hemos visto poderosas sanidades en las relaciones con ayuda de las cartas. Una carta te permite decir lo que sientes y cambiar aquello que podría ser muy ofensivo o negativo. ¿Por qué no lo intentas y miras cómo lo usa Dios?

La idea de que puedes hacer algo para tener valía o ganar el amor de Dios es una herejía. El origen de esa mentira es un modo de pensar basado en las obras en lugar de la gracia (Ro. 11:6). Para experimentar el favor de Dios basta con responder a su amor, que manifestó de manera profunda en la muerte de su precioso Hijo. En vez de tratar de hacer algo por Él (basarte en obras), necesitas recibir lo que Él ha hecho por ti (basarte en la gracia). No puedes recibir este don gratuito mediante las obras, porque entonces podrías jactarte de haberlo ganado (Ef. 2:9). Cristo murió para que tú pudieras experimentar el amor y la aceptación de Dios como un regalo de su gracia.

Tus buenas obras han de glorificar a Dios y no a ti misma. Cada esfuerzo que realizas, ya sea como nadadora, jugadora de béisbol, estudiante sobresaliente o líder de tu grupo juvenil, debe tener como fin la gloria de Dios y no la tuya (1º Co.10:31). Si sientes la presión de hacer lo que haces para ser valiosa, tienes motivaciones equivocadas. Dios sí quiere que tú hagas buenas obras, pero solo como una ofrenda de gratitud a Él por el gran regalo que Él nos ha dado (Stg.2:12-18).

Sofía descubrió que vivía según el modelo destructivo de creer que sus logros determinaban su valor. Desde pequeña competía como nadadora a nivel internacional.

Cuando tenía siete años mi madre nos hizo mudar a 480 kilómetros de donde vivíamos para que yo pudiera nadar. Esto me llevó a pensar que la natación era lo importante, que solo en eso podía demostrar que valía. A los dieciséis años, Sofía se convirtió en discípula de Cristo. Empezó a creer la mentira de que su identidad estaba ligada a la natación, y que para agradar a Dios tenía que nadar bien. Me fijaba en los deportistas cristianos. Para serlo, tenía que ser buena deportista, lo cual significaba ser la mejor en natación. En poco tiempo, recibió una beca como deportista en una de las mejores universidades del país, para competir allí al nivel más alto que jamás había alcanzado. A pesar de eso, se sentía desdichada. Pasaron entre 3 y 4 años desde que invité a Cristo a mi corazón para que yo comprendiera que mi identidad estaba fundada en Cristo, y que mis calificaciones y mis hazañas deportivas no eran lo que me hacía valiosa.

Está bien ser un deportista llamado por Dios y sentirse complacido por sus logros, pero no está bien que esos logros sean tu identidad. Tuve que dejar la natación, y dejarla fue lo más difícil en ese momento de mi vida. Me sentí muy mal. Al principio mi identidad colapso. Pasé un tiempo de aflicción y me aislé de las personas. Me deprimí. Hasta me trasquilé. Pero con el tiempo empecé a darme cuenta de que era valiosa solo porque era hija de Dios. Valió la pena sufrir todo eso para descubrir esa verdad.

Aunque la natación no era algo malo en sí mismo, se había convertido en la medida de valor para Sofía. Ella pensaba que sus “obras” eran lo que la hacían valiosa a los ojos de su madre, de sus compañeros, e incluso de su Dios. Si tienes por costumbre determinar tu valor según tus logros, puede que necesites dejar a un lado por un tiempo aquello que haces para sentirte valiosa, a fin de descansar en la gracia de Dios que no cuesta nada. Sin embargo, ten cuidado de no abandonar todo y ser descortés con tus colegas, maestros y compañeros en la iglesia.

AVANZA CON CAUTELA.

  • En primer lugar, habla con tus padres. Diles cuánta presión sientes. Es probable que el simple hecho de conversar con ellos te ayude a aliviar la presión. Pídele a Dios que dé sabiduría a tus padres para que te aconsejen y guíen.
  • Segundo, escucha el consejo de tus padres y de tus líderes de la iglesia. Pregúntales si consideran necesario que te retires por un tiempo o de manera permanente de una actividad para aprender a confiar en tu valor como hija de Dios.

VERDADES PARA EXTINGUIR MENTIRAS

Mentira: Tengo que esforzarme para ganar el amor y la aceptación.

Verdad:

  • Tu valor no depende de lo que haces, sino de la manera en cómo Dios te ve (Ef.1:4, Sal.139:14, 1º Jn.4:9, Ro.8:38).
  • Es una herejía creer que tienes que hacer algo para merecer el amor y ser valiosa (Ef.2:9, Ro.11:6).
  • Tus buenas obras deben glorificar a Dios y no a ti misma (1º Co.10:31, Stg.2:12-18).

APLICACIÓN PERSONAL

Hazle frente a esto ahora mismo, porque no se irá solo, sino que crecerá contigo. Y cuanto más crezca, más pesada será esa carga para tu vida. Toma ahora mismo la decisión de abrazar la verdad de que como creyente en Cristo, tú vales —no por algo que hagas, sino simplemente porque eres la niña de Dios redimida y amada por su gracia, y por lo que Cristo ha hecho por ti.

Con frecuencia la raíz de nuestros hábitos pecaminosos más arraigados son mentiras que creemos acerca de nosotras mismas. ¡Si tan solo pudiéramos creer lo que Dios dice que somos! Toma de nuevo tu diario. Es hora de poner algo de verdad en tu corazón. Medita en estas preguntas a medida que escribes: ¿Qué mentiras he sido más propensa a creer acerca de mí misma? ¿Qué pasajes bíblicos puedo guardar en mi corazón para refutar esas mentiras con la verdad?

Extracto del libro “Mentiras Que Las Jóvenes Creen”

Por Nancy Leigh DeMoss y Dannah Gresh

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