¿Decido yo, o deciden otros por mí?

Muchos chicos y chicas cristianos tienen preguntas y dudas respecto al baile. Tal vez seas uno de ellos, o tal vez tu grupo juvenil en la iglesia se plantea interrogantes sobre este tema. Algunas iglesias, pastores y líderes han fijado una norma para sus jóvenes sobre este y otros temas. Las posiciones van de un extremo a otro, desde las más abiertas hasta las más prohibitivas. Otras iglesias no adoptan ninguna postura y dejan que cada joven decida al respecto; esto puede provocar confusión y dividir al grupo, ya que, en muchos casos, los propios jóvenes tienen puntos de vista opuestos. A veces llegan a enfrentarse y ponerse etiquetas: los que bailan llaman ‘caretas’ o ‘superespirituales’ a los que se oponen al baile, y estos consideran a los que sí lo hacen como ‘carnales’.

Antes de entrar al tema específico del baile, me parece conveniente considerar algunos principios bíblicos que pueden ayudarnos a distinguir entre lo bueno y lo malo en cualquier cuestión. Eso haremos en el primer capítulo.

El segundo capítulo es una guía para ayudarte a aplicar los principios bíblicos al tema específico del baile. El objetivo es que saques tus propias conclusiones al respecto, a la luz de la Palabra de Dios.

Después de que hayas pensado y llegado a tus propias conclusiones compartiré algunas reflexiones personales, en el capítulo 3. Finalmente, incluyo una propuesta para desarrollar dominio propio en cualquier aspecto de tu vida.

Y ahora, buena música, ¡y a pensar!

En la vida cotidiana utilizamos filtros para protegernos y proteger nuestras cosas. Por ejemplo, un automóvil necesita filtros para el aceite y para la nafta, para impedir que entre basura y perjudique el motor. En verano usas bronceadores con filtro solar para proteger tu piel de los rayos solares. Cuando trabajamos en la computadora ponemos un filtro sobre la pantalla para proteger la vista.

Usamos estos filtros porque comprendemos el riesgo que corremos si no lo hacemos. Conocemos los peligros y somos cuidadosos en el terreno físico, en cambio, en el terreno de la mente y del espíritu nos traga­mos cualquier basura y nos exponemos irresponsablemente a las influencias dañinas. Esto es una locura, una señal de inmadurez.

Si alguien toma sol a mediodía en pleno verano sin bronceador con filtro solar lo llamamos necio; quedará como un langostino y además podría buscarse un cáncer de piel. De la misma manera, es necio exponernos a todo lo que el mundo nos ofrece sin usar los filtros que permiten reconocer lo bueno y lo malo.

Ni tapas ni boca abierta

Si quieres desarrollar tu capacidad para decidir, no sólo sobre el baile sino sobre cualquier cuestión, tendrás que evitar dos extremos: el de la tapa y el de la boca abierta, como los llamo yo. Si en el motor de un automóvil, en lugar de filtro de aceite ponemos una tapa, el aceite no podrá circular para lubricar el motor. Por otro lado, si en lugar de colocar un filtro de nafta dejamos la boca abierta, entrará basura que afectará el carburador y el automóvil tampoco podrá funcionar así. Un filtro permite que pasen el aceite o la nafta pero no la basura. En otras palabras, el filtro es una herramienta que ayuda a separar lo bueno de lo malo. Necesitamos filtros.

Muchos cristianos creen que la solución para no contaminarse con cosas malas es aislarse completamente. Es como si usaran una tapa; no tienen contacto con nadie ni nada que no pertenezca a la iglesia. Algunos cristianos van al otro extremo, el de la boca abierta, y se tragan todo.

Por ejemplo, algunos padres ponen a sus hijos frente al televisor a cualquier hora con tal de que no molesten, y los chicos tragan todo lo que se muestra. Los padres que usan una tapa en lugar de filtro dirán que la televisión es pecaminosa, que no hay que mirarla o, mejor aún, no hay que tener televisor.

Cuando uno es inseguro, se aísla. Cuando uno es necio, se traga todo.

No podemos vivir con la boca abierta tragándonos toda la basura que el diablo ha arrojado al mundo, pero tampoco podemos vivir encapsulados, aislados del mundo. Por eso necesitamos filtros. La persona madura sabe separar lo bueno de lo malo; ante cada situación usa los filtros adecuados.

Para llegar a eso tenemos que orar como lo hizo Salomón: «Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo.» 1 Reyes 3.9

Cuando ponemos un filtro sobre la pantalla de la computadora estamos discerniendo, separando lo bueno de lo malo. Cuando usamos bronceador con filtro solar, evitamos los rayos malos para la piel. Eso significa discernir: separar. De la misma forma, el cristiano maduro discierne, usa filtros para separar lo bueno de lo malo.

Pablo menciona tres ‘filtros’ en una carta que escribió a los cristianos que vivían en Corinto, que tenían muchos conflictos y necesitaban herramientas para reconocer lo bueno y lo malo.

(CONTINÚA… DALE CLICK ABAJO EN PÁGINAS…)

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