UNA CHICA QUE QUERÍA SER LA MEJOR DE TODAS
Ella se había preparado toda su vida para triunfar. Tal vez gracias a aquella «loca» frase de que «nada es imposible», u otras ocurrentes ideas que no dejan lugar para la gran mayoría de los adolescentes. Tenía muy claro su sueño, y estaba dispuesta a pagar cualquier precio con el fin de llegar a ser una mujer de éxito. Sus padres eran trabajadores desde muy jóvenes, y habían soñado con formar una familia de esas que todo el mundo quiere tener. En los primeros años de matrimonio, tuvieron a sus dos hijos. El primogénito era Raúl, y al cabo de dos años, llegó Carolina. Ella fue creciendo junto a su hermano, que la cuidó desde que comenzó a asistir al jardín de la infancia, y durante toda su escuela primaria.
Desde niña, fue la princesa de su padre y de su madre. La educaron rodeada de amor y con el deseo de que triunfara en la vida en todos sus aspectos. Ellos tenían una firme convicción: sus hijos serían «alguien» en la vida. Estaban proyectando en ellos todas aquellas metas que no habían logrado alcanzar. Todo comenzó en los primeros años de la preadolescencia, cuando su mamá le exigía que se vistiera de tal o cual manera, que mantuviera una postura determinada, y decenas de requisitos más, para que fuera una niña modelo. En el colegio no pudo ser abanderada, porque otras compañeras tenían mejores notas que ella. Esto la traumó durante años; sentía en su corazón que les había fallado a sus padres, aunque nunca lo exteriorizó, pero la frustración fue creciendo junto con ella. La peor temporada comenzó en la escuela secundaria. En los primeros días de clase, se generalizaba la competencia por pertenecer al grupo de las «modelos», o ser popular. Hasta a Carolina le fascinó entrar a formar parte de aquel espectáculo.
Su mamá le había enseñado a «luchar» en el arte de ser una mujer triunfadora. Desde ese día, las palabras y los consejos de su madre retumbaban en su mente como una consigna de guerra: «Tú puedes». «Si luchas, tus sueños se harán realidad». «Nadie puede detenerte». «Si crees en ti misma, lo lograrás». (Podría escribir un libro solo de esto, pero es bueno que lo leas, ya que quizás tú en este mismo instante seas padre o madre. Hoy hay miles de adolescentes esperando «padres de corazón»).
Su primera decepción fue ver que en su curso había chicas más lindas que ella. Eso la frustró. ¡Pero lo peor era que tendría que convivir con ellas los cinco años siguientes! Cuando tenía quince años, subió de peso. Solo algunos kilos, pero este fue el determinante de su depresión y el comienzo de su anorexia.
Ella siempre era la mejor en deportes, y esto la hacía muy popular. Su fuerte era el voleibol. Iban ganando el campeonato de este deporte, descalificando con sus victorias a otros colegios, y esto la hacía sentir «única». Pero algo ocurrió al llegar a las finales. Una derrota aplastante hizo que en su papel de «gran capitana», pasara a ser en cuestión de minutos la gran derrotada; la responsable de la caída. Cuando comenzó a darse cuenta de que algunas alumnas de otras escuelas tenían un talento mayor para el voleibol, no pudo recuperarse de este fracaso. Se frustro aun más, porque ese era el aspecto en el cual ella se sentía segura, única y fuerte.
Su estado emocional influyó en toda su vida diaria. El estudio se convirtió en una carga muy pesada, y empezó a encerrarse en su habitación frente a su computadora durante más tiempo de lo habitual. Ya no era una chica segura, sino que ahora el fracaso la había alcanzado, y la visión del éxito se había esfumado. A sus dieciséis años, intento suicidarse.
DIECISÉIS AÑOS Y UN ENCUENTRO
Casi podría asegurar que la historia que describí anteriormente es un reflejo de la juventud actual. En estos tiempos en los cuales solo parece triunfar «el mejor de todos», y los demás no sirven, son millones los chicos que se sienten marginados. Hasta los predicadores venden una imagen del éxito… empujados por el mismo diablo. Como si fueran Superman, Batman, Spiderman y otros héroes que solo existen en el mundo de la ficción.
El 99.99% de los seres humanos nunca llegarán a ser «el mejor de todos» en nada. Te puedo asegurar que para todos nosotros vino Jesús y fue crucificado con los «perdedores» de la tierra. Es más, cuando vino, convivió casi en la totalidad de su vida con los «perdedores» que todo el mundo rechazaba o menospreciaba. Lo mejor de Jesucristo es que en sus filas acepta tanto a los «perdedores» como a los «mejores de todos».
A sus 16 años, Carolina se encontró con Dios, y su visión de la vida cambió. Lo primero que cambió fue la idea de creerse «el centro del planeta», y pensar que todo lo que le sucedía a ella era lo más importante: «¡El mundo se vendrá abajo cuando algo me suceda a mí!» Comprendió que la historia de la humanidad gira alrededor del amor de Dios hacia el hombre, y que el primer objeto de su amor era ella misma. ¡Eureka! Había encontrado la fórmula mágica. Algo más a lo que tuvo que enfrentarse: su egoísmo. Era la barrera que le impedía dar y compartir. Si hay algo que está destruyendo a la sociedad hoy, es la premisa de que hay que disfrutar de la vida «sobre todas las cosas», aun sobre la vida de las personas que nos rodean. El lema publicitado por una de las tarjetas de crédito más conocidas es «La vida es ahora». Esto constituye un grito de guerra a favor del hedonismo (doctrina ética que identifica el bien con el placer, en especial el placer inmediato). «Placer para mí mismo»; solo me importa «pasarla bien hoy». Esta chica es una prueba de que, mientras una persona centre su vida en ella misma, solo va a encontrar frustración. Recuerda si no, el caso de Maradona y otros «mejores de todos» que hay en el mundo.
Por último, quiero contarte que Carolina es cristiana, y sus líderes juveniles le habían enseñado que «sus sueños en Dios podían hacerse realidad». Así que tuvo que aprender nuevamente esto, que se parece más a un lema de autoayuda, que a la verdad bíblica. El año pasado, un coordinador general de JW me envió un mensaje electrónico de fin de año que decía: «Que este año no se cumplan tus sueños». La verdad es que me llamó la atención. Tuve la tentación de llamarlo para hablarle de ese e-mail que me había enviado, por la incógnita que había sembrado en mí. A los dos días recibí otro que decía: «Que este año se cumplan sus sueños». Me pareció maravilloso. Dios está buscando jóvenes en todo el mundo para cumplir sus sueños, los de él. Un joven alcanza la plenitud de su vida cuando camina en esa dirección. No lo olvides: Son «sus sueños» los que cambiarán la historia. (Isaías 55:8-9).
Extracto del libro Las 10 Plagas de la Cibergeneración
Por Ale Gómez