—Mira lo que me compré, mami—. Ella le estaba mostrando su nuevo pantalón de jean y su nueva blusa.
—Hija, ¿no te parece que el pantalón es un poco bajo? Apenas te cubre el cuerpo, la blusa te da por encima del ombligo. Es muy llamativa.
La chica respondió: —Mami, eres muy anticuada. ¡Esto es lo que se usa!
En esta frase se resumen muchas de las plagas de este tiempo: «¡Esto es lo que se usa!» Si hay algo que un adolescente en búsqueda de su identidad, va a intentar por todos los medios, es vestirse o vivir a la moda. El testimonio de miles de adolescentes de estos tiempos es: «Me levanto cada día buscando sentirme mejor conmigo misma. Cuando llega la noche y reflexiono sobre el día, solo hay una cosa que me permite sentir satisfacción por un instante: “Peso unos gramos menos que ayer. ¿Dónde quedaron el resto de mis inquietudes? ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Qué soy yo, aparte de mi imagen? ¿Dónde está todo el mundo?”
Todo te empuja a ser una chica como las que salen en las portadas de las revistas. ¡Si supieras que estas chicas hacen unos esfuerzos casi inhumanos para mantener un cuerpo y una imagen que solo son creación de las revistas y la televisión! Millones de adolescentes se debaten en una batalla contra la báscula. Esa batalla las sumerge en una plaga llamada bulimia o anorexia. Si eres una de ellas, necesitas saber que no podrás solucionar tu situación, a menos que Dios te ayude a encontrar tu verdadera identidad y llegues a conocer el propósito con el cual fuiste creada.
LO QUE SE USA
La plaga de la anorexia o bulimia utiliza como primera premisa este lema: «Destruir la vida de millones». La mayoría de sus víctimas son chicas (y a veces chicos) que corren detrás de la moda; que se quieren ver como modelos de la televisión y de las revistas. En muchos casos, su peso es menor de lo recomendado médicamente para su altura y edad. No obstante, como ya dije, el precio a pagar para verse con «lo que se usa» es una enfermiza obsesión por enflaquecer más allá de los límites normales.
Uno de los semáforos que nos permiten saber si una adolescente ya está en el tobogán de esta plaga, es cuando se la comienza a ver más delgada. Todos lo notan, pero ella todavía cree estar gorda. Se mira al espejo de perfil y se ve extremadamente gorda. Apenas una insinuación de curva en su estómago basta para generar en ella un notable estado de alteración y depresión.
Es el momento de comenzar a hacer algo. Sí, cuando se descubre esa plaga, es necesario comprender que se trata de un problema grave. Por lo general, los padres y la propia adolescente comienzan a tomar medidas cuando en realidad ya es tarde. No solo tiene ya trastornos en cuanto a la alimentación, sino también psicológicos, además de problemas de conducta en diversos aspectos. Van a hacer falta meses para desandar el camino recorrido, porque ella ahora ha convertido su cuerpo en su identidad delante de los demás, y le va a ser muy difícil aceptar otro cuerpo o ir a comprarse ropa de una talla mayor. Es una pesadilla difícil de resolver.
EL PROBLEMA DE ANA
Ana estudia primer año de secundaria, y desde que comenzó el curso escolar ha perdido mucho peso. Es una chica disciplinada y se levanta una hora antes cada día para acudir al gimnasio con su padre antes de ir al instituto. Se destaca en su clase por sus altas calificaciones. Es responsable y obediente. Su madre cuida su alimentación y acude a diferentes tratamientos estéticos. Su padre es una persona exigente con su familia.
Hace unas semanas, recibieron una llamada del instituto, porque en la clase de educación física, Ana había sufrido un descenso en la presión arterial, y se había desmayado. Su tutora aseguró que últimamente su rendimiento había disminuido y que se había aislado mucho de sus compañeras. A la hora de las comidas, Ana parte lo que le sirven en pequeños trozos, que después esparce por el plato para terminar comiendo apenas dos o tres. Se queja de que no tiene hambre, o de que le llenan demasiado el plato. Su madre le ha encontrado restos de comida en los bolsillos de la ropa. No se puede estar quieta y está siempre moviendo las piernas sin finalidad alguna.
Todo empezó cuando surgió un problema en el matrimonio de sus padres. Durante varios meses, y hasta la separación de ellos, a causa de su angustia, aumentó cinco kilos de peso. En clase, varios compañeros le comenzaron a hacer comentarios negativos sobre su aspecto. Estuvo llorando durante varios días. Nada parecía consolarle, hasta que decidió poner remedio a esa situación. Su madre no puso inconvenientes a la hora de iniciar una dieta; le recomendó una de las muchas que ella había seguido, y en dos meses, su peso descendió significativamente. Entonces sus amigas empezaron a decirle lo guapa y delgada que estaba, e incluso un chico se interesó por ella, y Ana se sintió profundamente recompensada. Pero al mismo tiempo le vino la idea de seguir perdiendo peso para estar más atractiva aún, y con ella, el temor a defraudar a toda aquella gente que empezaba a creer en ella.
Tenía un miedo horrible a ganar peso y contaba de forma obsesiva las calorías de todo lo que comía. Aun estando muy delgada, se veía gruesa, se le caía el pelo y estaba siempre cansada. En su mente tenía un solo objetivo: perder peso, aun a costa de su salud. Sentía que al menos había conseguido algo en la vida: estaba delgada, y si dejaba de estarlo, ¿qué le quedaría?
Extracto del libro Las 10 Plagas de la Cibergeneración
Por Ale Gómez