Cada vez que voy con mi familia hacia la iglesia, pasamos por el mismo sitio donde decenas de hombres «vestidos de mujer» venden su cuerpo y sus «servicios» por solo unos billetes. Verlos vestidos y pintados en forma exagerada y provocando a cuanto curioso los mire, es un cuadro no muy santo, y hasta me causaba repulsión y miedo a la vez. En realidad, el miedo siempre es a lo desconocido, a no saber qué hacer, qué decir; a enfrentar cara a cara y no saber qué proponerles para que cambien su vida. Mis pensamientos siempre tenían un patrón que repetía lo mismo: «¡Qué asco; qué locura. Ojalá se fueran de este lugar!». Era un pensamiento que hablaba solo de mí, pero había hombres e historias muy tristes detrás de todos ellos, ocultos por medio de un disfraz de perversión. La realidad era que necesitaban encontrarse con Dios.
Nadie se atreve a ser Jesús para ellos; nadie se dispone a escribir en la arena y darles la oportunidad que la vida no les dio (Juan 8:6-11). Nadie se atreve a estar días, meses, años, junto a ellos para ver su transformación. Tal vez porque salir de estos infiernos no es cuestión de «un pase de magia», ¡y ya está todo arreglado! (llámese «pase de magia», imposición de manos u oración restauradora), sino que se deben invertir horas durante meses para vivir una restauración completa en la persona. Necesitamos tener amor y un llamado especial para enfrentar incluso nuestras propias debilidades y zonas oscuras para salir victoriosos.
Los sueños de miles de jóvenes quedan hechos pedazos desde su infancia. Ese es el momento donde el «enemigo» intenta marcarlos para toda su vida, con heridas de odio, vergüenza y desilusión. Muchos han sido marcados con abusos de sus familiares, separación de sus padres, ausencia de familia, etc., para empujarlos a una búsqueda equivocada de su identidad sexual.
Todos pasamos por esta etapa de búsqueda sexual. Son como miles de explosiones y sensaciones en nuestro cuerpo que nos impulsan a relacionarnos con el otro sexo. Si estas «sensaciones» pueden ser tergiversadas, esto desemboca en formas incorrectas de encarar la vida y de hacer nuestra elección sexual. Los abusos o las desviaciones causadas por algún ser cercano, marcan la vida de una persona, robando lo más precioso que un ser humano puede perder: la inocencia.
COMO TÚ Y COMO YO…
Esto lo escribo para todos los que dicen estar libres de la homosexualidad; para los ministros de alabanza, los predicadores, los que parecen «normales» y ministran en plataformas, pero no se atreven a enfrentar esta crisis. Cuando comencé este camino de restauración sexual, descubrí que dentro de la iglesia había «fantasmas» sobre este tema, de los que nadie quería hablar por temor a reconocer que la idea de la restauración por medio de «pases mágicos» no es efectiva, o tal vez que no se pueda profundizar, porque esos métodos esotéricos solo hablan de «espíritus malignos» y no dan lugar a la educación sexual; a la sanidad de la mente y del corazón.
Comparto contigo una historia de terror. Sí, porque me da miedo que esto siga, si nadie levanta la bandera de la verdad. Hace unos meses, una líder de mi iglesia llegó destruida a mi oficina, y me comentó que su mejor amigo le confesó que había vivido una doble vida y que ahora estaba viviendo sus últimos días, y que quería reconciliarse con Dios, porque no podía vivir con la carga que había en su corazón. Hasta aquí tu dirás: «¡Qué fantástico! Jesús llegó a su vida y ahora tendrá una oportunidad para reconocerle a él». ¡No! este hombre, que falleció hace unos meses, fue ministro de una iglesia muy famosa, y sus CDs de alabanza recorren toda Hispanoamérica.
Es más. En este momento estoy escuchando un CD con su voz. ¿Qué nos ministró? ¿En qué espíritu lo hizo? La segunda historia de terror comenzó hace 20 años, cuando conocí a un joven con su novia. Él llegó a mí y me comentó que había sido librado de un espíritu de homosexualidad en otra congregación, pero su pastor había querido abusar de él, porque tenía inclinaciones homosexuales. Tomé esta pareja destruida por «la misma iglesia» y comenzamos dos años de restauración. Él comenzó su ministerio personal en otro lugar, y ese ministerio explotó por su testimonio de vida de haber sido «travestí» y ahora ser totalmente hombre. Esto generó en él una independencia total en cuanto al tema del pastoreo en el aspecto sexual y nunca más hablamos de ese tema, que debía ser cuidado de por vida por un ministro confidente. Las peores noticias me llegaron 15 años después, cuando supe que tiene más de 10 denuncias de abuso y su matrimonio ya no existe. Cientos de personas no creerán nunca en Jesucristo con ministros así. Algunos dirán que los culpables son los demonios del sexo. Otros culparán solo a su infancia y a los hechos vividos en ella. La verdad es que generalmente habrá una mezcla entre los dos, pero hay algo que nadie puede eludir y definitivamente tiene que ver con la responsabilidad personal de involucrar el cuerpo en algo que no le agrada a Dios.
El lugar donde estás hoy es el fruto de las decisiones que has tomado en el pasado. La buena noticia es que tu fruto estará marcado por las decisiones que tomes hoy. Dios nos dio la libertad de elegir y si elegimos mal, somos culpables. A eso, él lo llama «pecado». Suena anticuado, pero desde Adán y Eva no hay otra forma de remediar la acción del pecado, que no sea por medio del arrepentimiento. El cambio de dirección o el cambio de mentalidad es la única manera de salir de ese lugar tan oscuro. De la mano de Jesucristo, quien es el camino que deben recorrer, y la verdad que deben reconocer aquellos que sufren de esta crisis. (Juan 14:6).
Extracto del libro Las 10 Plagas de la Cibergeneración
Por Ale Gómez