LA ARMADURA QUE YA TIENES PUESTA
Podemos derivar de Efesios 6:14-15 que ya tenemos puestas tres de las piezas de la armadura, el cinturón, la coraza y el calzado. Estas piezas de la armadura de Dios representan la protección que nos es dada cuando recibimos a Cristo. El pasaje no nos manda que nos pongamos esas piezas, sino que estemos firmes en ellas.
1. EL CINTURÓN DE LA VERDAD. Jesús dijo: «Yo soy la verdad» (Juan 14:6) y como Cristo está en nosotros, la verdad está en nosotros. Sin embargo, no siempre es fácil escoger la verdad. Puesto que la mentira es el arma principal de Satanás, nuestro cinturón de verdad —que sostiene las otras piezas de la armadura en su lugar— es atacado continuamente. Si Satanás puede anulamos en el área de la verdad, nos volvemos blanco fácil de sus otros ataques.
Permanecemos firmes en la verdad al relacionar todo lo que hacemos con la verdad de Dios. Si se nos ocurre algo que no armoniza con la verdad de Dios, echémoslo fuera de una sola patada. Si se presenta una oportunidad para decir o hacer algo que comprometa o que se oponga a la verdad, evitémosla. Adopta una regla sencilla de conducta: si es la verdad, cuenten conmigo para lo que sea; si no es la verdad, no cuenten conmigo.
2. LA CORAZA DE JUSTICIA. Cuando nos vestimos de Cristo al ser salvados, fuimos perdonados, justificados y nos hicimos partícipes de la naturaleza divina de Cristo (2 Pedro 1:4). No es nuestra rectitud sino la de Cristo (1 Corintios 1:30; Filipenses 2:8-9) la que cuenta, de modo que cuando Satanás te arroja un dardo diciendo: «no eres suficientemente bueno para ser cristiano» tú respondes como Pablo: «¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica» (Romanos 8:33). Tu posición en Cristo es lo que te protege contra las acusaciones de Satanás de que no eres nada más que un pecador sin valor.
Aunque nos alegremos de nuestra posición de justicia en Cristo, todos tenemos clara conciencia de que, a veces, pensamos, decimos o hacemos lo que no debemos. Somos santos que pecan. Permanecer firmes en nuestra justicia supone entender y aplicar lo que la Palabra de Dios dice de la confesión. El remedio de Dios para el pecado está expresado en Juan 1:9. La confesión no es lo mismo que decir lo lamento, o pedir perdón. Confesar significa estar de acuerdo con Dios.
Imagina que cuando eras niño te pilló tu papá tirándole una piedra a un automóvil. Papá dijo: «Le tiraste una piedra al automóvil y eso es malo». Si tú respondes, «lo lamento, papá» ¿confesaste? No en realidad. También puede decir, «papá, perdóname, por favor» pero ¿has confesado entonces? No. No has confesado hasta que estés de acuerdo con tu papá y digas, «le tiré una piedra al automóvil; y eso estuvo muy mal hecho».
Podemos sentimos tristes cuando pecamos, pero sentirse triste no es confesar como tampoco lo es decirle a Dios que estamos tristes por lo que hicimos. Confesamos nuestro pecado cuando decimos lo que Dios dice al respecto: «pensé con lujuria en esa niña —o muchacho— y eso es pecado»; «esta mañana le grité enojado a mi hermano, y eso es malo»; «el orgullo me llevó a andar detrás de ese cargo en el consejo estudiantil; el orgullo no debe tener cabida en mi vida».
Satanás hará todo lo que pueda para que la confesión te sea lo más difícil posible. Tratará de convencerte de que es demasiado tarde para confesar, que Dios ya borró tu nombre del Libro de la Vida. Esa es otra de sus grandes mentiras. Tú estás en Cristo; ya has sido perdonado. Eres justificado en Cristo (2 Corintios 5:21) y Él nunca te dejará. Tu relación con Dios no corre peligro cuando pecas, pero sí tu victoria diaria. Tu confesión de pecado limpia el camino para que vivas una vida justa día a día.
3. EL CALZADO DEL EVANGELIO DE LA PAZ. Cuando recibimos a Cristo somos unidos con el Príncipe de paz (Romanos 5:1; Colosenses 3:15-16). Tenemos paz ahora mismo con Dios (Romanos 5:1) pero la paz de Cristo debe también gobernar en nuestro corazón y eso es posible solamente cuando llenamos diariamente nuestro corazón con la Palabra de Dios (Colosenses 3:15-16). El ir calzado con el evangelio de la paz es una protección contra las muchas maquinaciones del diablo cuando actúas como pacificador entre los creyentes (Romanos 14:19). Los pacificadores reúnen a las personas fomentando la comunión y la reconciliación y uniendo a los cristianos que están divididos. Resguarda la unidad del Espíritu siendo un pacificador en tus relaciones (Mateo 5:9; Efesios 4:3).
4. EL ESCUDO DE LA FE. La fe es sencillamente lo que crees de Dios y Su Palabra. Mientras más sepas de Dios y Su Palabra, más fe tendrás. Mientras menos sepas, más pequeño será tu escudo y más fácil será que uno de los fieros dardos de Satanás te hiera. Si quieres que tu escudo de la fe se agrande y te proteja más del diablo, debes aumentar tu conocimiento de Dios y de Su Palabra (Romanos 10:17).
Estos misiles de fuego que tira el diablo no son más que mentiras ardientes, acusaciones que queman y tentaciones llameantes que bombardean nuestra mente. Cuando un pensamiento engañoso, una acusación o una tentación entren a tu mente, sal a su encuentro en forma directa con lo que sabes es cierto sobre Dios y Su Palabra ¿Cómo rechazó Jesús la tentación de Satanás? Escudándose con declaraciones de la Palabra de Dios. Cada vez que te aprendes de memoria un versículo bíblico, escuchas un sermón o participas en un estudio bíblico con el grupo de jóvenes, aumentas tu conocimiento de la Palabra de Dios y, así, se agranda el escudo de tu fe. No estamos llamados a disipar la oscuridad sino a encender la luz. Tú superas una mentira eligiendo la verdad.
Extracto del libro Rompiendo Las Cadenas Edición Para Jóvenes
Por Neil T. Anderson y Dave Park