Es triste ver cómo poco a poco se ha ido colando en nuestra cultura «evangélica» ese triste concepto de que todos aquellos que no son creyentes son peligro­sos para nuestra relación con Dios, así que hemos ido creando nuestro pequeño «chiringuito» donde sólo escu­chamos «música cristiana», sólo organizamos activida­des para nosotros, y nos vamos aislando, alineando a todo aquel que no piensa igual que nosotros. Es cierto que Dios nos anima a no amoldarnos a las formas del mundo, es cierto que es más fácil no nadar contra­corriente que mantenernos en la tensión entre lo bueno y malo, pero cuando repaso lo que Biblia dice, y espe­cialmente la vida de Jesús, veo que lo que Dios desea es que nosotros seamos luz y sal. Cuando leemos, por ejemplo, el llamamiento de Mateo (Mateo 9.9-13), ve­mos que Jesús llama a un pecador, a uno «del mundo», a seguirle. Vemos que eso implica unirse con gente que no seguía la vida religiosa. Posiblemente Jesús no se encontraba en el ambiente más cómodo, y además observamos cómo los religiosos de la época -los fari­seos- le acusaban de juntarse con aquellas personas. Sin embargo la respuesta de Jesús resulta sorpren­dente, pues dice: «los sanos no necesitan de médico, sino los enfermos…misericordia quiero y no sacrificio». Veo cada día a más jóvenes, y cristianos en general, conformarse con mantener un estupendo calendario de actividades. Hacen cosas increíbles, sin embargo, me cuesta más ver a personas compartiendo el amor de Jesús con aquellos que les rodean, con sus amigos, con sus compañeros de clase o trabajo.

¿Cómo puedo identificar a mis amigos? ¿En qué con­siste mostrarse al mundo? Estar en el mundo es com­partir los sentimientos de los demás, sentir su dolor y su alegría, participar en actividades, pertenecer a un equipo deportivo, comprometerse en la acción so­cial… es ser activo. Comparte tu mente con tus ami­gos, escúchalos, habla con ellos, piensa acerca de lo que piensan, conoce su cultura, su historia, escucha su música, ve sus películas, observa sus sueños y me­tas, participa con ellos… pero nunca dejes de pensar en Jesús, en adorarle en medio de todo esto, porque la auténtica adoración es algo más que unas cancio­nes en la Iglesia o que una buena actividad de sábado con los jóvenes. Porque para compartir a Jesús, para darlo a conocer, debemos hacerlo de una forma lógi­ca, y eso solo es posible si estamos dentro de este mundo, si decidimos no aislarnos de la realidad en la que vivimos. Pidamos a Dios a que nos ayude a estar en este mundo pero sin conformarnos a él.

Extracto del libro “Soy Diferente y Qué”

Por Israel Martorell Alonso


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